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Read Ebook: El Consejo de los Dioses by Rizal Jos
Font size: Background color: Text color: Add to tbrJar First Page Next PageEbook has 67 lines and 6304 words, and 2 pagesCon el recuerdo del pasado entro en el porvenir. El Consejo de los Dioses Con el recuerdo del pasado entro en el porvenir. REUNI?N DE LOS DIOSES EN EL OLIMPO. J?PITER sentado en el trono de oro y piedras preciosas y llevando en la mano el cetro de cipr?s, tiene ? sus pi?s al ?guila, cuyo plumaje de acero refleja mil diversos colores: los rayos, sus terribles armas yacen en el suelo. A su derecha est? su esposa, la celosa JUNO, con refulgente diadema, y el vanidoso pavo real. A su izquierda la s?bia PALAS , hija y consejera, adornada de su casco y terrible ?gida, ci?endo el verde olivo y sosteniendo gallardamente su pesada lanza. Formando severo contraste est? SATURNO, acurrucado y mirando desde l?jos tan hermoso grupo. En gracioso des?rden h?llanse la hermosa VENUS, recostada en un lecho de rosas, coronada de oloroso mirto, y acariciando al AMOR; el divino APOLO, que pulsa blandamente su lira de oro y nacar y jugando con las ocho MUSAS, mientras que MARTE, BELONA, ALCIDES y MOMO cierran aquel c?rculo escogido. Detr?s de J?PITER y de JUNO se hallan HEBE y GAN?MEDES. Hacia el lado derecho de J?PITER se halla la JUSTICIA, sentada en su trono, teniendo en las manos sus atributos. Los DIOSES y las DIOSAS y las ocho MUSAS mencionados. Llegan la musa TERPS?CORE primeramente, y despu?s las NINFAS, las N?YADES y las ONDINAS bailando y esparciendo flores al son de las liras de APOLO y de ERATO y de la flauta de EUTERPE. Despu?s de la danza todos se colocan ? ambos lados del escenario. MERCURIO. He cumplido ya tus mandatos, soberano Padre; NEPTUNO y su corte no pueden venir, pues temen perder el imperio de los mares, ? causa del actual arrojo de los hombres; VULCANO a?n no ha terminado los rayos que le encargaste para armar al Olimpo y los est? concluyendo; en cuanto ? Pluton ... J?PITER. ?Basta! Tampoco los necesito. HEBE, y t?, GAN?MEDES, repartid el n?ctar para que beban los inmortales. MINERVA. ?Silencio! ?No ves que el poderoso J?PITER ha de hablar? SILENO. MOMO. Defi?ndele, SILENO, porque no digan que tus disc?pulos son unos impertinentes. MINERVA. J?PITER. Hubo un tiempo, excelsos dioses, en que los soberbios hijos de la tierra pretendieron escalar el Olimpo y arrebatarme el imperio, acumulando montes sobre montes, y lo hubieran conseguido, sin duda alguna, si vuestros brazos y mis terribles rayos no los hubieran precipitado al T?rtaro, sepultando ? los otros en las entra?as de la ardiente Etna. Tan fausto acontecimiento deseo celebrar con la pompa de los inmortales, hoy que la Tierra, siguiendo su eterna carrera, ha vuelto ? ocupar el mismo punto en su ?rbita, donde giraba entonces. As?, que yo, el Soberano de los dioses, quiero que comience la fiesta con un certamen literario. Tengo una soberbia trompa guerrera, una lira y una corona de laurel esmeradamente fabricadas: la trompa es de un metal, que solo VULCANO conoce, m?s precioso que el oro y la plata; la lira, como la de APOLO, es de oro y nacar, labrada tambi?n por el mismo VULCANO, pero sus cuerdas, obra de las Musas, no conocen rivales, y la corona, tejida por las Gracias, del mejor laurel que crece en mis jardines inmortales, brilla m?s que todas las de los reyes de la Tierra. Las tres valen igualmente, y el que haya cultivado mejor las letras y las virtudes, ese ser? el due?o de tan magn?ficas alhajas. Presentadme, pues, vosotros el mortal que juzgu?is digno de merecerlas. JUNO. VENUS. Perdona, hermana y esposa del grandioso JOVE, si no soy de tu respetable opini?n. Y t?, J?PITER, visible tan s?lo para los inmortales, s? propicio ? mis s?plicas. Ru?gote no permitas que al cantor de mi hijo ENEAS le venza HOMERO. Acu?rdate de la lira de VIRGILIO, que cant? nuestras glorias y modul? las quejas del amor desgraciado; sus dulc?simos y melanc?licos versos conmueven el alma: ?l alab? la piedad, encarnada en el hijo de ANCHISES: sus combates no son menos bellos que los que se efectuaron ? los pies de los muros troyanos; ENEAS es m?s grande y piadoso que el iracundo AQUILES: en fin, en mi sentir, VIRGILIO es muy superior al poeta de Ch?o. ?No es verdad que ?l llena todas las cualidades que tu sagrada mente ha concebido? JUNO. ?C?mo! ?C?mo el poeta romano ha de ser preferido al griego! ?Virgilio, imitador tan s?lo, ha de ser mejor que Homero? ?De cu?ndo ac? la copia ha sido mejor que el original? ?Ah, hermosa VENUS! . Veo que est?s equivocada, y no lo extra?o; porque no trat?ndose de amores no est?s en tu juicio; adem?s, el coraz?n y las pasiones jam?s supieron descurrir. Deja el asunto; te lo suplico por tus innumerables queridos ... VENUS. ?Oh, bell?sima JUNO, tan celosa como vengativa! ? pesar de tu buena memoria, que siempre se acuerda de la manzana de oro que injustamente fu? negada ? tu renombrada y nunca bien ponderada hermosura, miro con disgusto que te olvides de lo groseras que nos ha hecho tu favorito HOMERO. Empero, si por tu parte le encuentras razonable y ver?dico, sea esto en buen hora, y te felicito por ello; pero por lo que ? mi me toca, los dioses del Olimpo digan ... MOMO. ?Si! Que digan que t? alabas ? VIRGILIO, porque ?l se ha portado bien contigo; que JUNO defiende ? HOMERO, pues ?l es el cantor de las venganzas; que os hac?is m?tuas caricias y atentos cumplidos. Pero, t?, J?PITER, ?por qu? no intervienes en las disputas y te est?s all?, como el ignorante, que oye embobado las trilog?as en las fiestas ol?mpicas? JUNO. ?Esposo! ?Por qu? permites que nos insulte as? este m?nstruo deforme y feo? ?chale del Olimpo, pues su aliento infesta. Adem?s ... MOMO. ?Gloria ? JUNO, que nunca insulta, pues s?lo me llama feo y deforme! JUNO. ?Calle el dios de la burla! ?Por la laguna Stygia! ... Pero dejemos eso, y hable MINERVA, cuya opini?n ha sido siempre la m?a desde lejanos tiempos. MOMO. ?S?! Otra como t? ilustres mequetrefes, que os hall?is all? donde no deb?is estar. MINERVA. Te ruego me oigas, poderoso hijo de SATURNO, que conmueves el Olimpo al fruncir tu ce?o terrible, y vosotros, prudentes y venerandos dioses que presid?s y gobern?is ? los hombres, no tom?is ? mal mis palabras, siempre sometidas ? la voluntad del donante. Si por acaso mis razones carecen ? vuestros ojos de peso, dign?os rebatirlas y pesarlas en la balanza de la justicia. Hay en la antigua HESPERIA, m?s all? de los Pirineos, un hombre cuya fama ha atravesado ya el espacio que separa al mundo de los mortales del Olimpo, ligera cual r?pida centella. De ignorado y oscuro que era, pas? ? ser juguete de la envidia y ruines pasiones, abrumado por la desgracia, triste destino de los grandes genios. No parece otra cosa sino que el mundo, extrayendo del T?RTARO todos los padecimientos y torturas, los ha acumulado sobre su infeliz persona. M?s ? pesar de tantos sufrimientos ? injusticias no ha querido devolver ? sus semejantes todo el dolor que de ellos recibiera, sino por piadoso y demasiado grande para vengarse, trat? de corregirles y educarles, dando ? luz su obra inmortal, el DON QUIJOTE. Hablo, pues, de CERVANTES, de ese hijo de la ESPA?A, que m?s tarde ser? su orgullo, y que ahora perece en la m?s espantosa miseria. EL QUIJOTE, su parto grandioso, es el l?tigo que castiga la risa; es el n?ctar que encierra las virtudes de la amarga medicina; es la mano halag?e?a que gu?a en?rgica ? las pasiones humanas. Si me pregunt?is por los obst?culos que super?, serv?os escucharme un momento, y lo sabr?is. Hall?base el mundo invadido por una especie de locura, tanto m?s triste y fren?tica cuanto m?s extendida estaba por las imb?ciles plumas de imaginaciones calenturientas, cund?a por todas partes el mal gusto y gast?base in?tilmente en lecturas perniciosas, cuando h? aqu? que aparece esa luz brillante que disipa las tinieblas de la inteligencia; y cual suelen las t?midas aves huir al divisar al cazador ? al oir el silbido de la flecha, as? desaparecieron los errores, el mal gusto y las absurdas creencias, sepult?ndose en la noche del olvido. Y si bien es verdad que el cantor de Ili?n, en sus sonoros versos, abri? el primero el templo de las musas, y celebr? el hero?smo de los hombres y la sabidur?a de los inmortales; que el cisne de Mantua consalz? la piedad del que libr? ? los dioses del incendio de su patria y renunci? ? las delicias de VENUS, por seguir tu voluntad; t?, el m?s grande de los dioses todos, y que los m?s delicados sentimientos brotaron de su lira, y su melanc?lico estro transporta ? la mente ? otras regiones; tambi?n no es menos cierto que ni uno ni otro mejor? las costumbres de su siglo, cual hizo CERVANTES. A su aparici?n, la Verdad volvi? ? ocupar su asiento, anunciando una nueva Era al mundo, entonces corrompido. Si me pregunt?is por sus bellezas, ? pesar de conocerlas yo, os env?o ? APOLO, ?nico juez en este punto, y preguntadle si el autor del QUIJOTE ha quemado incienso en sus inmortales aras. APOLO. Con el placer con que acojes en serena noche las quejas de FILOMENA, as? ser?n gratas para t? mis razones, padre m?o. Las nueve Hermanas y yo le?mos en los jardines del Parnaso ese libro de que habla la sabia MINERVA. Su estilo festivo y su acento agradable suenan ? mis oidos cual la sonora fuente que brota en la entrada de mi gruta umbr?a. Si en la extremada pobreza, engendradora del hambre, la miseria y las desgracias, que al infeliz de cont?nuo acosan, un humilde hijo m?o ha sabido elevar hasta mi sus cantos y armonizar sus acentos, al ofrecerme un tributo mucho m?s bello y precioso que mi carro reluciente ? ind?mitos caballos; si en la hedionda mazmorra, funesto encierro para mi alma que ? volar aspira, su bien cortada pluma supo verter raudales de deslumbradora poes?a, mucho m?s agradables y ricas que las linfas del dorado Pactolo, ?por qu? le hemos de negar la superioridad y no darle la victoria cu?l ? ingenio el m?s grande que los mundos vieron? Su QUIJOTE es el libro predilecto de las MUSAS, y mientras festivo consuela ? tristes y melanc?licos, ? ilustra al ignorante, es al mismo tiempo una historia, la historia m?s fiel de las costumbres espa?olas. Opino, pues, con la sabia PALAS, y me perdonen los otros dioses que de mi parecer no participan. JUNO. Si su mayor m?rito consiste en haber soportado tantas desgracias, pues en lo dem?s ? ninguno aventaja, ni es que no sale vencido, dir? tambi?n que HOMERO, ciego y miserable, implor? en un tiempo la caridad p?blica , recorriendo pueblos y ciudades con su lira, ?nica amiga, y viviendo en la m?s completa miseria. Esto bien lo recuerdas, ingrato APOLO. VENUS. ?Y qu?? ?Y VIRGILIO no ha sido tambi?n pobre? ?No estuvo mucho tiempo manteni?ndose con un pan solo, regalo de C?sar? La melancol?a que se aspira en sus obras, ?no dice lo bastante cu?nto debi? haber sufrido su coraz?n sensible y delicado? ?Habr? padecido menos que el brillante HOMERO y el festivo CERVANTES? MINERVA. Sin duda, todo esto es cierto; pero vosotros no deb?is ignorar que CERVANTES fu? herido y cautivo por muchos en el inhospitalario suelo del ?frica, donde apur? hasta las heces el c?liz de la amargura, viviendo con la continua amenaza de la muerte. MARTE. ?No, por mi lanza! ?No! ?Jam?s! Mientras una gota de sangre inmortal aliente en mis venas, CERVANTES no triunfar?. ?C?mo permitir que el libro que echa al suelo mi gloria y ridiculiza mis haza?as se alce victorioso? J?PITER; yo te ayud? en otro tiempo: atiende, pues, ahora ? mis razones. JUNO. ?Oyes, justiciero JOVE, las razones del valeroso MARTE, tan sensato como esforzado? La luz y la verdad campean en sus palabras. ?C?mo, pues, dejaremos que el hombre, cuya gloria el tiempo respet? , se vea pospuesto ? ese advenedizo y manco, sarcasmo de la sociedad? MARTE. Add to tbrJar First Page Next Page |
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