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Munafa ebook

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Read Ebook: Filosofía Fundamental Tomo III by Balmes Jaime Luciano

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Ebook has 666 lines and 69913 words, and 14 pages

no compara: de donde resulta, que cuando el sujeto no hace mas que sentir, no puede apreciar las diferencias de las sensaciones, midiendo los grados de su viveza, ni tampoco percibir la existencia ? la falta del ?rden y constancia de su enlace.

La facultad de sentir es enteramente ciega para todo lo que no es su objeto determinado; lo que no se halla en este, en cuanto objeto de dicha facultad, no existe para ella en ninguna parte; por lo cual se echa de ver que abandonada ? s? misma, objetivar? su impresion, se creer? siempre intuitiva, convirtiendo en realidad la simple apariencia.

Es digno de notarse que de las facultades sensitivas, las unas serian siempre intuitivas, esto es, se referirian siempre ? un objeto externo, si no las acompa?ase la reflexion; mientras que otras no lo serian jam?s, si estuviesen separadas de la reflexion, ? no anduviesen acompa?adas de las que lo son por su naturaleza. Son de la primera clase las representativas propiamente dichas, esto es, las que afectan al sujeto sensitivo, present?ndole una forma, im?gen real ? aparente, de un objeto. Tales son las de la vista y del tacto, que no pueden existir ni aun concebirse, sin dicha representacion. Por el contrario, las dem?s sensaciones no ofrecen al sujeto sensitivo, ninguna forma; son simples afecciones del mismo sujeto, aunque procedan de una causa externa: si las referimos ? los objetos es por reflexion; y cuando esta nos advierte que llevamos la referencia demasiado lejos, atribuyendo al objeto externo no solo el principio de causalidad sino tambien la sensacion en s? misma, f?cilmente conocemos la ilusion y nos despojamos de ella. Esto no se verifica en las sensaciones representativas: nadie por mas esfuerzos que haga, ser? capaz de persuadirse que fuera de s? no hay algo real, semejante ? la representacion sensible, en que se ofrecen los objetos como extensos.

Cuando digo que algunas sensaciones no serian intuitivas si no las acompa?ase la reflexion, no quiero dar ? entender que el hombre las refiera ? un objeto, previa la reflexion expl?cita, puesto que no puedo olvidar lo que en otra parte llevo explicado extensamente sobre el modo instintivo con que se desenvuelven nuestras facultades en sus relaciones con el mundo corp?reo, anteriormente ? toda reflexion; solo quiero significar que en dichas sensaciones, consideradas en s? mismas, y en completo aislamiento, no se encuentra una relacion necesaria ? un objeto como representado; y que probablemente, en el instinto que nos las hace objetivar, si no se mezcla una reflexion confusa, entra alguna parte de la influencia de las dem?s sensaciones que son representativas por su objeto propio.

DOS CONOCIMIENTOS: INTUITIVO Y DISCURSIVO.

Esta intuicion puede verificarse de dos maneras: ? present?ndose el objeto mismo ? la facultad perceptiva, uni?ndose ? ella sin ningun intermedio; ? bien con la intervencion de una idea ? representacion, que ponga en acto ? la facultad perceptiva de modo que esta vea al objeto en aquella representacion, sin necesidad de combinaciones. Para lo primero, es necesario que el objeto percibido sea inteligible por s? mismo, pues de otro modo no se podria verificar la union del objeto entendido con el sujeto inteligente; para lo segundo, basta una representacion que haga las veces del objeto; y por tanto no es indispensable que este sea inteligible con inteligibilidad inmediata.

El conocimiento discursivo es aquel en que el entendimiento no tiene presente el objeto mismo, y se lo forma por decirlo as?, reuniendo en un concepto total los conceptos parciales, cuyo enlace en un sujeto ha encontrado por el raciocinio.

Para hacer sensible la diferencia entre el conocimiento intuitivo y el discursivo la explicar? con un ejemplo. Tengo ? la vista un hombre: su fisonom?a se me ofrece tal como es; sin necesidad ni aun posibilidad, de combinaciones que me lo presenten diferente. Sus rasgos caracter?sticos los veo tales como son: el conjunto no es una cosa producida por mis combinaciones; es un objeto dado ? la facultad perceptiva, sobre el cual esta nada tiene que hacer sino percibir. Cuando un objeto se ofrece ? mi entendimiento de una manera semejante, el conocimiento que de ?l tenga ser? intuitivo.

He dicho que el objeto de la intuicion intelectual puede unirse inmediatamente ? la facultad perceptiva, ? bien present?rsele por un medio que haga las veces del objeto. Ateni?ndonos al mismo ejemplo podremos decir que estas dos clases de intuiciones se parecen ? las del hombre visto por s? mismo ? por un retrato. En ambos casos habria la intuicion de la fisonom?a, y no serian necesarias ni aun posibles las combinaciones para formarla.

Pero supongamos que se me habla de una persona ? quien no he visto jam?s, y cuyo retrato no se me puede presentar. Si se me quiere dar idea de su fisonom?a se me ir?n enumerando sus rasgos caracter?sticos, con cuya reunion formar? idea del semblante que se me acaba de describir. ? esta representacion imaginaria se puede comparar el conocimiento discursivo, por el cual no vemos el objeto en s? mismo, sino que lo construimos en cierto modo con el conjunto de ideas que por medio del discurso hemos enlazado, formando de ellos el concepto total representante del objeto.

Sabido es que nuestra religion admite la posibilidad y la realidad de un verdadero conocimiento de Dios, aun en esta vida. El sagrado texto nos dice que podemos conocer ? Dios por sus obras, que lo invisible de Dios se nos manifiesta por sus criaturas visibles, que los cielos cuentan su gloria, y que el firmamento anuncia las hechuras de sus manos; que son inexcusables los que habiendo conocido ? Dios de esta manera no le glorificaron como debian; pero esta misma religion nos ense?a que en la otra vida los bienaventurados conocer?n ? Dios de otro modo, cara ? cara, vi?ndole tal como es. H? aqu? pues al cristianismo haciendo la diferencia entre el conocimiento intuitivo y el discursivo; entre el conocimiento por el cual el entendimiento se eleva ? Dios procediendo de los efectos ? la causa, y reuniendo en esta las ideas de sabidur?a, de omnipotencia, de bondad, de santidad, de perfeccion infinita; y el conocimiento en que el esp?ritu no necesitar? de andar recogiendo discursivamente varios conceptos para formar con ellos la idea de Dios, en que el Ser infinito se ofrecer? claramente ? los ojos del esp?ritu n? en un concepto elaborado por la razon, ni bajo los sublimes enigmas ofrecidos por la fe, sino tal como es en s? propio, siendo un objeto dado inmediatamente ? la facultad perceptiva; n? un objeto encontrado por la fuerza discursiva, ni presentado bajo sombras augustas.

El SENSUALISMO DE KANT.

Nada vale el decir que estos fen?menos internos son formas vac?as que nada significan, sino en cuanto se refieren ? una intuicion sensible. Sean lo que fueren, son algo distinto de la misma intuicion sensible; y este algo lo percibimos nosotros, n? por discurso sino por intuicion: luego ? mas de la intuicion sensible, hay otra del ?rden intelectual puro.

La cuestion no est? en si estos conceptos puros tienen ? n? algun valor para hacernos conocer los objetos en s? mismos: tr?tase ?nicamente de saber si existen y si son sensibles. Que existen es cierto; as? lo atestigua la conciencia, as? lo confiesan todos los ide?logos; que sean sensibles no puede sostenerse, sin destruir su naturaleza; y menos que nadie puede sostenerlo Kant, puesto que con tal cuidado distingue entre la intuicion sensible y dichos conceptos.

Ese pi?lago de fen?menos no sensibles que experimentamos en nuestro interior, es como un espejo en que se reflejan las profundidades del mundo intelectual. Es verdad que los esp?ritus no se presentan inmediatamente ? nuestra percepcion, y que para conocerlos necesitamos un procedimiento discursivo; pero si bien se observa, en esa intuicion de nuestros fen?menos internos hallamos la representacion, aunque imperfecta, de lo que se verifica en inteligencias de un ?rden superior. Aqu? tenemos en cierto modo ideas-im?genes, pues que no cabe mejor im?gen de un pensamiento que otro pensamiento, ni de un acto de voluntad que otro acto de voluntad. De esta suerte conocemos ? los esp?ritus distintos del nuestro, por una especie de intuicion n? inmediata sino mediata, en cuanto se presentan en nuestra conciencia como la im?gen en un espejo.

Esta observacion me parece importante para dejar fuera de duda que en nuestro esp?ritu, independientemente del ?rden sensible, hay conceptos, n? vac?os, sino que se refieren ? objeto determinado. El que se nos trasmita el conocimiento del ?rden de los fen?menos intelectual puro, por medio de la palabra ? de otro signo, no destruye el car?cter de la intuicion: pues que se reunen todas las condiciones necesarias, cuales son: la representacion interna, y la relacion de esta ? un objeto determinado que nos afecta.

De esta an?lisis de hechos ideol?gicos, cuya existencia no se puede poner en duda, resulta demostrada la falsedad de la doctrina de Kant, de que solo hay en nuestro esp?ritu intuiciones sensibles, as? como la no existencia del problema del fil?sofo aleman sobre si es posible ? n? que ? otros esp?ritus les sean dados los objetos en una intuicion diferente de la sensible. Este problema se halla resuelto en nosotros mismos; puesto que la atenta observacion de los fen?menos internos y de la rec?proca comunicacion de los esp?ritus, nos ha dado ? conocer no solo la posibilidad sino tambien la existencia de intuiciones diferentes de la sensible.

VALOR DE LOS CONCEPTOS INTELECTUALES, PRESCINDIENDO DE LA INTUICION INTELECTUAL.

Es cierto que las ideas generales por s? solas, no conducen ? ningun resultado positivo, ? en otros t?rminos, no nos hacen conocer los seres existentes; pero si se las une con otras particulares, se establece entre aquellas y estas una influencia rec?proca, de donde resulta el conocimiento. Cuando afirmo en general: <> esta proposicion, aunque muy verdadera, nada me dice en el ?rden de los hechos, si prescindo absolutamente de que existen seres contingentes y causas de cualquiera especie. En tal supuesto la proposicion expresa una relacion de ideas, n? de hechos; el conocimiento que resulta es meramente ideal, n? positivo.

Esta relacion de las ideas envuelve t?citamente una condicion, que les da para los hechos un valor hipot?tico; porque cuando se afirma que todo ser contingente ha de tener una causa, no se entiende afirmar una relacion de ideas destituida de toda aplicacion posible; antes por el contrario, se quiere significar que si existe en la realidad un ser contingente, habr? tenido realmente una causa.

Para que este valor hipot?tico de las ideas se convierta en positivo, basta que se verifique la condicion envuelta en la proposicion general. <> esto por s? solo, nada me ense?a sobre el mundo real: pero desde el momento que la experiencia me ofrece un ser contingente, la proposicion general, antes est?ril, se hace sobre manera fecunda. Tan pronto como la experiencia me da un ser contingente, conozco la necesidad de su causa; infiero adem?s la necesidad de la proporcion que ha de guardar la actividad producente con la cosa producida; por las calidades de esta discurro sobre las que deben hallarse en aquella. De esta manera construyo una verdadera ciencia positiva, referida ? hechos determinados, fund?ndome en dos bases: la una es la verdad ideal, la otra es la real, ? sea el dato suministrado por la experiencia.

Como el ser que piensa tiene por necesidad conciencia de s? propio, ningun ser pensante puede estar limitado al conocimiento de verdades ideales puras. Aun cuando le supongamos enteramente aislado de todos los dem?s seres, en absoluta incomunicacion con todo lo que no es ?l, de tal suerte que ni influya sobre ellos ni reciba ninguna influencia, no podr? estar reducido al conocimiento de un ?rden puramente ideal, puesto que por lo mismo que es pensante, tiene conciencia de s? propio; y la conciencia es esencialmente un hecho particular, un conocimiento de un ser determinado, pues que sin esto no seria conciencia.

Esta observacion destruye por su base el sistema que pretende incomunicar el ?rden ideal con el real. Por ella se ve que la experiencia es no solo posible, sino absolutamente necesaria en todo ser pensante; pues que la conciencia es ya de suyo una experiencia, y la mas clara y segura de las experiencias. Luego las verdades del ?rden ideal se enlazan indispensablemente con las del real: suponer posible su incomunicacion es desconocer un hecho fundamental de las ciencias ideol?gicas y psicol?gicas: la conciencia.

Para evidenciar la verdad y exactitud de la doctrina que precede, supongamos ? un hombre ? mas bien ? un esp?ritu humano, que ignorase absolutamente la existencia de un mundo externo, la de todo cuerpo, y hasta la de todo esp?ritu; que no supiese nada sobre su or?gen ni sobre su destino, pero que al propio tiempo ejerciera su actividad intelectual, pues que sin esto, seria como una cosa muerta que no ofreceria campo ? la observacion. Suponiendo que tiene las ideas generales, como de ser y no ser, de substancia y accidente, de absoluto y condicional, de necesario y contingente etc., es claro que las podr? combinar de diferentes maneras, y llegar ? los mismos resultados puramente ideales, ? que llegamos nosotros. Este es el supuesto mas favorable ? una serie de conocimientos abstractos, independiente de la experiencia: no obstante, ni aun en este caso, las verdades conocidas quedarian limitadas al ?rden puramente ideal, y seria imposible que no descendiesen al real, si no se despojase al ser pensante de toda conciencia de s? propio.

En efecto: por lo mismo que se supone un ser que piensa, se supone un ser que puede decirse ? s? mismo: <> Este acto es eminentemente experimental, y basta su reunion con las verdades generales en una conciencia comun, para que el ser aislado pueda salir de s? mismo cre?ndose una ciencia positiva, por la cual pase del mundo de las ideas al mundo de los hechos. La instabilidad de sus pensamientos y la permanencia del ser que los experimenta, le ofrecer?n un caso pr?ctico, en que se particularicen las ideas generales de substancia y accidente; la aparicion y desaparicion sucesiva de sus propios conceptos, le manifestar? realizadas las ideas de ser y de no ser; el recuerdo del tiempo en que comenzaron sus operaciones, mas all? del cual no se extiende la memoria de su existencia, le har? conocer la contingencia de su ser propio; cuyo hecho combinado con los principios generales que expresan las relaciones entre los seres contingentes y los necesarios, le sugerir? el pensamiento de que debe haber otro que le haya comunicado la existencia.

ACLARACIONES SOBRE EL VALOR DE LOS CONCEPTOS GENERALES.

Las ideas que un esp?ritu aislado se formase de los seres distintos de ?l, por mas vagas que fuesen, no lo serian hasta el punto de no referirse ? una cosa real; el esp?ritu podria no conocer la naturaleza de esta realidad, pero sabria de cierto que existe. Un ciego de nacimiento no se forma idea clara de los colores, ni de la sensacion de ver; pero, ?ignora por esto que la sensacion existe, y que las palabras, color, ver, y otras que se refieren ? la vista tienen un objeto positivo y determinado? N? por cierto. El ciego no sabe en qu? consisten esas cosas de que oye hablar; pero sabe que son algo; los conceptos que ? ellas se refieren, pueden llamarse imperfectos, mas n? vanos; las palabras con que los expresa, tienen para ?l una significacion incompleta, pero positiva.

Hay mucha diferencia entre los conceptos incompletos y los indeterminados: los primeros pueden referirse ? una cosa positiva, aunque conocida imperfectamente; los segundos encierran tan solo una relacion de ideas que nada significa en el ?rden de los hechos. Hagamos palpable esta diferencia ampliando el ejemplo del p?rrafo anterior.

H? aqu? explicado c?mo nuestro esp?ritu, sin tener intuicion de una cosa, puede sin embargo conocerla, y estar completamente cierto de su existencia; h? aqu? demostrado que los conceptos, aunque no se refieran ? una intuicion sensible, pueden tener un valor, no solo en el ?rden de las ideas, sino tambien en el de los hechos.

Como la intuicion sensible es la base de nuestras relaciones con el mundo externo, y por consiguiente, con nuestros semejantes, natural es que al proponernos expresar un concepto cualquiera echemos mano de aplicaciones sensibles: pero de esto no se infiere, que independientemente de ellas, no haya en nuestro esp?ritu una verdad real, contenida en el concepto que deseamos explicar.

Esta capacidad de conocer los objetos bajo ideas generales, es una de las propiedades caracter?sticas de nuestro esp?ritu; y en nuestra debilidad para penetrar en la esencia de las cosas, es un auxiliar indispensable para que podamos pensar. En el curso mismo de los negocios ordinarios de la vida, nos acontece necesitar conocimientos de la existencia de una cosa, y de alguno de sus atributos, sin que nos sea preciso tener de ella un conocimiento perfecto. Para estos casos nos sirven las ideas generales, que ayudadas por algun dato de la experiencia, nos ponen en comunicacion mediata con el objeto que no se presenta ? nuestra intuicion. ?Por qu? no podr? verificarse lo mismo, con respecto ? los seres insensibles, y que solo son objeto de intuiciones intelectuales? No alcanzo lo que se puede contestar ? estas reflexiones, que ? mas de tener en su apoyo la observacion de los fen?menos internos, est?n confirmadas por el sentido comun.

VALOR DE LOS PRINCIPIOS, INDEPENDIENTEMENTE DE LA INTUICION SENSIBLE.

El principio de contradiccion, condicion indispensable de toda certeza, de toda verdad, y sin el cual, as? el mundo externo como la inteligencia, se reducen ? un caos, nos ofrece un ejemplo del valor intr?nseco de los conceptos intelectuales puros, independientemente de la intuicion sensible.

Al afirmarse la posibilidad de que una cosa sea y no sea al mismo tiempo, ? bien la exclusion del no ser por el ser, no se une al concepto de ser ninguna idea determinada; y por tanto se prescinde absolutamente de toda intuicion sensible. Sea cual fuere el objeto, sea cual fuere su naturaleza y las relaciones de su existencia; corp?reo ? incorp?reo, compuesto ? simple, accidente ? substancia, contingente ? necesario, finito ? infinito, siempre se verifica que el ser excluye al no ser, y el no ser al ser, siempre se verifica la absoluta incompatibilidad de estos dos extremos; por manera que la afirmacion del uno es siempre, en todos casos, en todas las suposiciones imaginables, la negacion del otro.

Ahora bien: limitar el valor de estos conceptos ? la intuicion sensible, seria destruir el principio de contradiccion. La limitacion del principio equivale ? su nulidad. Su universalidad absoluta se liga ? su necesidad absoluta: si se le restringe, se le hace contingente; porque si suponemos que el principio de contradiccion puede faltar en un caso, nos falta para todos. Admitir la posibilidad de un absurdo es negar su absurdidad: si la contradiccion del ser y del no ser no existe en todos los supuestos, no existe en ninguno.

La dificultad est? en saber c?mo se puede hacer tr?nsito del principio de contradiccion ? las verdades reales; porque no afirm?ndose en ?l nada determinado, y s? ?nicamente la repugnancia del s? al n? y del n? al s?, tendremos que ser? imposible afirmar ninguno de estos extremos no negando al otro y viceversa; y como por otra parte, esto es imposible limit?ndonos al solo principio de contradiccion, que nada encierra sino la relacion mas general entre las dos ideas mas generales, se infiere que ?l por s? solo, es completamente est?ril para conducirnos ? ningun resultado positivo. Todo esto es mucha verdad; pero no se opone en nada ? lo dicho sobre el valor intr?nseco de los conceptos generales.

Ya llevo observado que las verdades del ?rden puramente ideal solo tienen un valor hipot?tico, y que para producir una ciencia positiva, necesitan hechos ? que puedan aplicarse; pero he observado tambien, que estos hechos los suministra la experiencia; y que todo ser pensante posee cuando menos uno, que es la conciencia de s? propio. Luego todo ser pensante har? un uso positivo del principio de contradiccion, supuesto que hallar? en su propia conciencia hechos ? los cuales le podr? aplicar.

Aun admitiendo la suposicion de que en nuestro esp?ritu no hay mas intuicion que la sensible, no se inferiria que los principios generales y muy particularmente el de contradiccion, no pudiesen tener un valor positivo; porque si suponemos que estos principios combinados con las intuiciones sensibles producen un conocimiento de que hay otros seres fuera del ?rden de la sensibilidad, resultar? que estos, sin sernos dados en intuicion inmediata, ser?n realmente conocidos. Esto es lo que se verifica cuando el esp?ritu humano se eleva por discurso al conocimiento de lo no sensible. De una parte, los datos suministrados por la experiencia, y de otra, las verdades generales y necesarias, forman un enlace constitutivo de una ciencia positiva, la cual nos guia con entera seguridad al conocimiento de objetos no sometidos ? experiencia inmediata.

Esta teor?a es tan clara, tan evidente, tan fundada en la conciencia de nuestros propios actos, tan acorde con cuanto observamos en los procedimientos del esp?ritu humano, que causa extra?a sorpresa el encontrarse con fil?sofos cuyas err?neas doctrinas obliguen ? defenderla y explanarla.

RELACIONES DE LA INTUICION CON EL GRADO DEL SER PERCEPTIVO.

La perfeccion de la inteligencia trae consigo la extension y la claridad de sus intuiciones: cuanto mas perfecta sea, ser? mas intuitiva. La inteligencia infinita no conoce por discurso, sino por intuicion; no necesita buscar los objetos, los contempla delante de s?: con intuicion de identidad, en lo que toca ? su esencia propia; con intuicion de causalidad, en lo relativo ? lo que existe ? puede existir fuera de ella. Los dem?s esp?ritus tienen la intuicion tanto mas perfecta, cuanto mas elevado es el ?rden ? que pertenecen; por manera que el conocimiento por conceptos indica una imperfeccion de la inteligencia.

Segun el lugar que ocupa un ser en la escala del universo, ser?n sus relaciones con los dem?s seres. Dios, ser infinito, y causa de todo lo que existe ? puede existir, tiene ?ntimas ? inmediatas relaciones con todo el universo, no solo considerado en su conjunto, sino tambien en sus mas peque?os pormenores. Por esta razon, existe en Dios una representacion perfect?sima de todos los seres, no solo tomados en su generalidad, sino tambien en sus ?ltimas diferencias. El Ser causa de todo, no conoce los objetos por conceptos vagos, por medio de representaciones que solo le ofrezcan lo que los seres encierran de comun; sino que habiendo causado hasta sus mas peque?as diferencias, es preciso que estas se presenten ? sus ojos con perfecta claridad. Su conocimiento se funda en una realidad infinita que es ?l mismo; su entendimiento no divaga fluctuante por un mundo ideal ? hipot?tico, sino que fijo con clar?sima intuicion en la realidad infinita, ve todo lo que es el ser infinito y todo lo que puede producir con su actividad infinita. Para Dios no hay experiencia procedente de afuera; porque nada puede influir sobre ?l; toda su experiencia consiste en el conocimiento y amor de s? mismo.

Los seres criados, que ocupan un lugar determinado en la escala del universo, no se refieren ? este sino bajo ciertos aspectos: sus relaciones con los dem?s est?n reducidas a un punto de vista, al cual se subordinan sus facultades perceptivas. La representacion que en s? contienen, debe ser proporcionada al conocimiento que ha de producir; de donde resulta que cada ser inteligente tendr? su representacion adaptada ? las funciones que ha de ejercer en el universo. Si el ser no pertenece al ?rden de las inteligencias, sus facultades perceptivas se limitar?n ? las intuiciones sensibles, en la medida que le corresponde segun el lugar ? que est? destinado.

Ya hemos visto que las facultades intelectuales se fecundan con las ideas generales, y la intuicion de objetos determinados; de lo que se infiere que toda inteligencia ha menester intuiciones, si su conocimiento no se ha de limitar ? un ?rden puramente hipot?tico.

Al esp?ritu humano, destinado ? la union con el cuerpo, y ? estar en continua comunicacion con el universo corp?reo, le ha sido dada la intuicion sensible, como base de sus relaciones con los cuerpos. Lo propio les sucede ? los brutos: debiendo estar en continuas relaciones con el mundo corp?reo, les ha sido dada tambien la intuicion sensible. Pero limitados ? las funciones de la vida animal, carecen de intuiciones superiores ? la esfera de la sensibilidad, y no poseen la fuerza necesaria para convertir las representaciones sensibles en objeto de combinaciones intelectuales.

Al pasar del bruto al hombre se da un salto inmenso en la escala de los seres. Como toda inteligencia tiene conciencia de s? propia, y puede fijar su atencion sobre sus actos, el esp?ritu humano conoce los suyos intuitivamente, y por tanto encuentra en s? mismo una intuicion superior ? la sensible. A mas de dichas intuiciones, nos ha sido dada la fuerza discursiva, por medio de la cual construimos representaciones con las que llegamos al conocimiento de los objetos, que no se ofrecen inmediatamente ? nuestra percepcion.

As?, partiendo de los datos que nos suministra la experiencia externa ? interna, y auxiliados con las ideas generales que encierran las condiciones primitivas de toda inteligencia y de todo ser, podemos penetrar en el mundo de la realidad, conociendo, aunque imperfectamente, el conjunto de seres que constituyen el universo, y la causa infinita que los ha criado ? todos.

ASPIRACIONES DEL ALMA HUMANA.

Lo puramente individual no satisface al esp?ritu. Enclavado en un punto de la escala inmensa de los seres, no se limita ? percibir los que tiene en su alrededor y que forman como la atm?sfera en que debe vivir; aspira al conocimiento de los que le preceden y le siguen, quiere conocer el conjunto, descubrir la ley de donde resulta la inefable armon?a que preside ? la creacion. Sus goces mas puros los encuentra en salir de la esfera en que le tiene encerrado la limitacion de sus facultades: su actividad es mayor que sus fuerzas; sus deseos son superiores ? su ser.

El fen?meno que notamos en la inteligencia, lo descubrimos tambien en el sentimiento y en la voluntad. Para satisfacer sus necesidades y atender ? la conservacion del individuo y de la especie, tiene el hombre sensaciones y sentimientos que se dirigen ? objetos determinados; pero al lado de esas afecciones, limitadas ? la esfera en que se halla circunscrito, experimenta sentimientos mas elevados que le arrojan fuera de su ?rbita, y que por decirlo as?, absorben su individualidad en el pi?lago de lo infinito.

Cuando el hombre se pone en contacto con la naturaleza en s? misma, despojada de todas las condiciones que la refieren ? individuos; experimenta un sentimiento indefinible, una especie de presentimiento de lo infinito. Sentaos ? la orilla del mar en una playa solitaria; escuchad el sordo mujido de las olas que se estrellan bajo vuestros pi?s, ? el silbido de los vientos que las agitan; con la vista fija en aquella inmensidad mirad la l?nea azulada que une la b?veda del cielo con las aguas del oc?ano; colocaos en una vasta y desierta llanura ? en el corazon de un bosque de ?rboles seculares; en el silencio de la noche contemplad el firmamento sembrado de astros que siguen tranquilamente su carrera, como la siguieron muchos siglos antes, como la seguir?n siglos despues; sin esfuerzo, sin trabajo de ninguna clase, abandonaos ? los movimientos espont?neos de vuestra alma, y ver?is como brotan en ella sentimientos que la conmueven hondamente, que la levantan sobre s? misma, y como que la absorben en la inmensidad. Su individualidad desaparece ? sus propios ojos; siente la armon?a que preside al conjunto inmenso de que forma una peque??sima parte: en aquellos momentos solemnes, es cuando el genio canta inspirado las grandezas de la creacion, y levanta una punta del velo que cubre ? los ojos de los mortales el esplendente solio del supremo Hacedor.

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