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Munafa ebook

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Read Ebook: Filosofía Fundamental Tomo III by Balmes Jaime Luciano

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Ebook has 666 lines and 69913 words, and 14 pages

Cuando el hombre se pone en contacto con la naturaleza en s? misma, despojada de todas las condiciones que la refieren ? individuos; experimenta un sentimiento indefinible, una especie de presentimiento de lo infinito. Sentaos ? la orilla del mar en una playa solitaria; escuchad el sordo mujido de las olas que se estrellan bajo vuestros pi?s, ? el silbido de los vientos que las agitan; con la vista fija en aquella inmensidad mirad la l?nea azulada que une la b?veda del cielo con las aguas del oc?ano; colocaos en una vasta y desierta llanura ? en el corazon de un bosque de ?rboles seculares; en el silencio de la noche contemplad el firmamento sembrado de astros que siguen tranquilamente su carrera, como la siguieron muchos siglos antes, como la seguir?n siglos despues; sin esfuerzo, sin trabajo de ninguna clase, abandonaos ? los movimientos espont?neos de vuestra alma, y ver?is como brotan en ella sentimientos que la conmueven hondamente, que la levantan sobre s? misma, y como que la absorben en la inmensidad. Su individualidad desaparece ? sus propios ojos; siente la armon?a que preside al conjunto inmenso de que forma una peque??sima parte: en aquellos momentos solemnes, es cuando el genio canta inspirado las grandezas de la creacion, y levanta una punta del velo que cubre ? los ojos de los mortales el esplendente solio del supremo Hacedor.

Aquel sentimiento grave, profundo, calmoso, que se apodera de nosotros en ocasiones semejantes, nada tiene de relativo ? objetos individuales: es una expansion del alma que se abre al contacto de la naturaleza, como la flor de la ma?ana ? los rayos del sol; es una atraccion divina con que el Autor de todo lo criado nos levanta de este monton de polvo en que nos arrastramos por breves d?as. As? se armonizan el entendimiento y el corazon; as? este presiente lo que aquel conoce; as? se nos avisa por diferentes caminos que no creamos limitado el ejercicio de nuestras facultades ? la estrecha ?rbita que se nos ha concedido sobre la tierra: guard?monos de helar el corazon con el frio de la insensibilidad, y de apagar la antorcha del entendimiento con el desolante soplo del escepticismo.

ELEMENTOS Y VARIEDAD DE CARACT?RES DE LA REPRESENTACION SENSIBLE.

Examinemos ahora cu?les son los elementos primitivos de las combinaciones de nuestro esp?ritu, empezando por los sensibles. En todo acto de sensibilidad representativa, entra la extension: sin ella nada se nos representa, y las sensaciones se reducen ? meras afecciones del alma, sin relacion ? ningun objeto.

La extension por s? sola, prescindiendo de su limitabilidad, no se presta ? ninguna combinacion: solo ofrece una representacion vaga, indefinida, inmensa, de la cual nada resulta distinto de ella misma. Pero si con la extension se combina la limitabilidad, resulta la figurabilidad, es decir el campo infinito por el cual se explaya la ciencia geom?trica.

Esa actividad interior, con que producimos ? nuestra voluntad y capricho, un n?mero indefinido de representaciones, con indefinida variedad de formas, es un fen?meno importante en que conviene fijar la atencion. ?l nos manifiesta que la actividad productiva no est? limitada al ?rden intelectual puro, pues que la vemos en ?l sensible; y n? como quiera, sino desplegada en una escala infinita. Una recta podemos prolongarla hasta lo infinito; ? su lado en un mismo plano, podemos tirar otras infinitas; la variedad de ?ngulos en que podemos considerar la posicion de varias rectas, se extiende hasta lo infinito: de suerte que con solas l?neas rectas, la actividad productiva en el ?rden de la sensibilidad no conoce ningun l?mite. Si apart?ndonos de la direccion recta nos fijamos en las curvas, sus combinaciones en tama?o, en naturaleza, en respectiva posicion, en relaciones con ejes determinados, son tambien infinitas: de suerte que sin salir del ?rden sensible, encontramos en nosotros una fuerza productiva de infinitas representaciones, no habiendo menester otros elementos que la extension terminable ? figurable.

La facultad representativa sensible se desenvuelve unas veces por la presencia de un objeto; otras, espont?neamente, sin ninguna dependencia de la voluntad; y otras por fin, ? consecuencia de un acto libre. No es de este lugar el ex?men del modo con que el fen?meno de la representacion est? ligado con las afecciones de los ?rganos corp?reos; por ahora, solo me propongo consignar y explicar los hechos en la esfera ideol?gica, prescindiendo absolutamente de su aspecto fisiol?gico.

La representacion pasiva es dada al alma, independientemente de su actividad. Al estar en presencia de un objeto, con los ojos abiertos nos es imposible no verle: y aun el no verle de cierta manera, en no alterando el punto de vista ? otras condiciones de la vision. Por esta causa, parece que en el ejercicio de sus sentidos el alma est? puramente pasiva; pues que sus representaciones dependen necesariamente de las condiciones ? que est?n sujetos sus ?rganos corp?reos en relacion con los objetos.

La representacion espont?nea, ? sea la facultad productiva de representaciones sensibles obrando independientemente de los objetos externos y de la voluntad, parece tambien tener algo de pasiva, y que su ejercicio depende de las afecciones org?nicas. As? parece indicarlo el que estas representaciones suelen existir sin ningun ?rden, ? ? lo mas, con el que han tenido en otro tiempo, si son recuerdos de sensaciones anteriores. N?tase tambien que algunas veces se nos ofrecen estas representaciones, no obstante los esfuerzos de la voluntad por disiparlas y olvidarlas; algunas son tan tenaces, que triunfan por mucho tiempo de toda la resistencia del libre albedr?o.

Este fen?meno no es f?cil explicarlo, sino apelando ? causas org?nicas que en determinadas ocasiones, producen en el alma el mismo efecto que las impresiones de los sentidos externos. Lo cierto es que en algunos casos la representacion interna llega ? tal punto de viveza, que el sujeto la confunde con las impresiones de los sentidos; lo que tampoco puede explicarse sino diciendo que la afeccion org?nica interior ha llegado ? ser tan fuerte, que ha equivalido ? la que hubiera podido causar la impresion de un objeto obrando sobre el ?rgano externo.

En esa produccion espont?nea es de notar, que las representaciones no siempre corresponden ? otras recibidas anteriormente; sino que se descubre en ellas una fuerza de combinacion de donde resultan objetos imaginarios enteramente nuevos. Esta combinacion ? veces se ejerce de una manera completamente ciega; en cuyo caso solo resultan productos extravagantes; pero otras veces la actividad, sometida ? ciertas condiciones independientemente del libre albedr?o, produce objetos art?sticos bellos ? sublimes.

El genio no es otra cosa que la espontaneidad de la imaginacion y del sentimiento, que se desenvuelven con subordinacion ? las condiciones de lo bello. Los artistas no dotados de genio, no carecen de fuerza de voluntad para producir las obras del genio; tampoco est?n destituidos de imaginacion para reproducir el objeto bello cuando se les ha presentado; no les faltan discernimiento y gusto para distinguir y admirar los objetos bellos, ni ignoran las reglas del arte, y cuanto se puede decir en explicacion del car?cter de la belleza; lo que les falta es la espontaneidad instintivamente bella; esa espontaneidad que se desenvuelve misteriosamente en los mas rec?nditos senos del alma, que lejos de estar pendiente de la libre voluntad de su posesor, le dirige y le se?orea, persigui?ndole en el sue?o como en la vigilia, en la diversion como en las ocupaciones, y que consume frecuentemente la existencia del hombre privilegiado, cual un fuego violento rompe las paredes del fr?gil vaso en que se le encierra.

La produccion libre se verifica cuando las representaciones se nos ofrecen por imperio de nuestra voluntad, y bajo las condiciones que esta prescribe, lo que sucede en las construcciones del arte, y en las combinaciones de figuras que sirven de objeto ? la ciencia geom?trica.

Analizando el objeto de estos conceptos generales, referidos ? la intuicion sensible, considerada tambien en general, parece que en ellos el entendimiento se ocupa de cosas que no se le ofrecen distintamente, y que solo tiene vinculadas en algunos signos; con la seguridad empero de que le es posible desenvolver lo que en estos se encierra, y contemplarlo con entera claridad.

SI HAY REPRESENTACIONES INTERMEDIAS ENTRE LA INTUICION SENSIBLE Y EL ACTO INTELECTUAL.

Ocurre aqu? la cuestion de si es necesario que el entendimiento, para recibir las relaciones geom?tricas ofrecidas en la intuicion sensible, posea algunas representaciones intermedias que le pongan en contacto con el ?rden sensible . A primera vista parece que en efecto hay la indicada necesidad; puesto que siendo el entendimiento una facultad no sensitiva, no pueden ser su objeto inmediato los elementos sensibles. Pero bien examinada la materia, parece mas probable que no hay necesidad de ningun intermedio; excepto un signo que sirva de enlace ? los elementos sensibles, y con cuyo auxilio se encuentre el punto donde se han de reunir, y las condiciones ? que se han de sujetar. Como este signo ser? una palabra, ? otra cosa cualquiera, capaz de ser representada sensiblemente, su mediacion tampoco resolveria la dificultad; pues que siempre quedaria la cuestion de c?mo el entendimiento se pone en comunicacion con el signo sensible.

La dificultad propuesta dimana de que se consideran las facultades del alma, no solo como distintas, sino tambien como separadas, ejerciendo cada cual sus funciones en una esfera propia, exclusiva, enteramente aislada de la esfera de las dem?s. Este modo de considerar las facultades del alma, aunque favorable ? la clasificacion de las operaciones, no est? de acuerdo con la ense?anza de la experiencia.

No quiero decir que el acto intelectual no se refiera ? ningun objeto: reemplazo la idea por otros actos del alma, ? por afecciones ? representaciones de cualquiera clase, sean activas ? pasivas. Ahora, si se me pregunta, por ejemplo, cu?l es el objeto inmediato del acto intelectual perceptivo de una intuicion sensible determinada, dir? que es esta misma intuicion. Si se insiste en la dificultad de explicar la union de cosas tan diferentes, replicar? 1.? que esta union existe en la unidad de la conciencia, como el sentido ?ntimo lo atestigua; 2.? que la misma dificultad objetada, milita contra los que pretenden que el entendimiento elabora una especie inteligible, sac?ndola de la misma intuicion sensible; pudi?ndose preguntarles c?mo el entendimiento, para elaborar su especie inteligible, se pone en contacto con dicha intuicion. Si este contacto inmediato es imposible en un caso, lo ser? tambien en otro; y si admiten la posibilidad para el suyo, no podr?n negarla para el nuestro.

Cuando el entendimiento no se refiera ? ninguna intuicion determinada, y s? ?nicamente ? intuiciones sensibles en general, su objeto inmediato es la posibilidad de ellas tambien en general, con sujecion ? las condiciones del objeto, considerado en general, y ? las de toda inteligencia: entre las cuales figura como la primera, el principio de contradiccion.

IDEAS INDETERMINADAS Y DETERMINADAS.

A mas de los actos intelectuales que se refieren ? objetos sensibles en general, debemos admitir otros, so pena de caer en el sensualismo, limitando el entendimiento ? la percepcion y combinacion de los objetos que le ofrece la sensibilidad. En este caso ?cu?l es el objeto del acto intelectual? H? aqu? una cuestion tan dif?cil como interesante.

En estos conocimientos, que expresan las relaciones generales de todos los seres, no se contiene nada caracter?stico, mientras no salen de su esfera puramente metaf?sica, y no descienden al campo de la realidad.

Para que podamos concebir un ser real, es necesario que se nos presente con alguna propiedad. Ser y no ser, substancia y accidente, causa y efecto, son ideas sumamente fecundas, cuando se las combina con alguna cosa positiva; pero tomadas en general, sin a?adirles nada que las determine, no nos presentan un objeto existente ni aun posible.

La idea de substancia nos ofrece la de un ser permanente, que no est? inherente ? otro, ? manera de modificacion. Esta idea, tomada en su generalidad, sin mas determinacion que la que a?ade ? la idea de ser, la de subsistente, tampoco nos ofrece nada real, ni realizable. Para que una substancia exista, ? sea posible, no basta la permanencia en general, la subsistencia por s? misma, la no inherencia ? un sujeto; es preciso adem?s alguna nota caracter?stica, algun atributo; como corp?reo, inteligente, libre, ? otro cualquiera, que determine la idea general de substancia.

Lo propio se puede decir de la idea de causa ? actividad productora. Una cosa activa en general nada nos ofrece real ni posible. Para concebir una actividad existente, necesitamos referirnos ? una actividad determinada: no nos basta la idea de hacer ? poder hacer, en general; es preciso que nos representemos la accion ejerci?ndose de tal ? cual modo, refiri?ndose ? objetos determinados, produciendo, n? seres en general, sino seres con sus atributos caracter?sticos. Es verdad que no necesitamos saber cu?les son esos atributos; pero s? necesitamos saber que existen con sus determinaciones. La causa mas universal que concebimos, es la primera, la infinita, Dios: sin embargo no la concebimos como causa en abstracto, ateni?ndonos ? la simple idea de actividad productiva; sino que a?adimos ? la idea general de causa, las de inteligencia y voluntad libre. Cuando decimos que Dios es omnipotente extendemos su poder ? una esfera infinita: no conocemos los atributos caracter?sticos de todos los seres que pueden ser criados por aquella actividad infinita; pero estamos seguros de que todo ser existente ? posible, tiene una naturaleza determinada; y no concebimos que pueda ser producido un ser, que no sea mas que ser, sin ninguna determinacion.

Esta determinacion, indispensable para concebir la existencia ? la posibilidad de un ser, no la encontramos en las ideas indeterminadas, y necesitamos tomarla de la experiencia; por cuya razon, si nuestro entendimiento estuviese limitado ? la combinacion de las relaciones que se le ofrecen en los conceptos indeterminados, se hallaria condenado ? una ciencia completamente est?ril. Ya hemos visto que la absoluta incomunicacion del ?rden ideal con el real, es imposible, en no destituyendo al ser inteligente de toda conciencia de s? propio; pero es preciso no contentarnos con saber que existe semejante comunicacion, procurando averiguar, en qu? puntos se verifica, y hasta d?nde se extiende.

L?MITES DE NUESTRA INTUICION.

Si podemos se?alar los l?mites del campo de la experiencia, y determinar exactamente cuanto en ellos se encierra, habremos determinado tambien los atributos caracter?sticos con que un ser puede present?rsenos como existente ? posible.

Sensibilidad pasiva, sensibilidad activa, inteligencia, voluntad, h? aqu?, si no me enga?o, todo cuanto se contiene en nuestra experiencia, y h? aqu? por qu? nos es imposible concebir ningun atributo caracter?stico de un ser, fuera de los cuatro indicados. Examin?moslos separadamente y con detencion, puesto que as? lo exige la importancia de los resultados que consigo trae el hacer bien este deslinde.

Sensibilidad pasiva. Por este atributo entiendo la forma bajo la cual se nos presentan los seres que llamamos cuerpos. Como ya llevo explicado en distintos lugares, esa forma se reduce ? extension terminada ? figurada.

Que este atributo encierra una verdadera determinacion, no puede negarse: para nosotros nada mas determinado que esos objetos que se presentan ? nuestros sentidos, con extension y figura, y dem?s propiedades anejas ? esos atributos fundamentales. El movimiento y la impenetrabilidad, son determinaciones que acompa?an ? la extension, ? mas bien son relaciones de la misma extension. Para nosotros el movimiento es la alteracion de las situaciones de un cuerpo en el espacio, ? sea la alteracion de las posiciones de la extension de un cuerpo, con respecto ? la extension del espacio. La impenetrabilidad es la rec?proca exclusion de dos extensiones: las ideas de s?lido y l?quido, duro y blando, y otras semejantes, expresan relaciones de la extension de un cuerpo, con respecto ? admitir, con mas ? menos resistencia, la extension de otro en un mismo lugar.

Nada importan aqu? las cuestiones sobre la naturaleza de la extension; b?stanos el que sea para nosotros un objeto determinado, que se nos ofrece en intuicion clar?sima. El atributo de la sensibilidad pasiva ha sido considerado siempre como una de las determinaciones mas caracter?sticas; y de aqu? es el haber entrado como una clasificacion fundamental en la escala de los seres. Tanto en las escuelas como en el lenguaje comun, son vulgares las divisiones de corp?reo ? incorp?reo, material ? inmaterial, sensible ? insensible; y es f?cil notar que las palabras corp?reo, material, sensible, aunque no enteramente sin?nimas bajo ciertos aspectos, se las suele tomar como tales, en cuanto expresan una especie de seres que tienen por propiedad caracter?stica esas formas bajo las cuales se ofrecen ? nuestros sentidos.

La sensibilidad activa es la facultad de sentir. Esta es para nosotros objeto de experiencia inmediata; pues que la tenemos en nosotros mismos. Con esa presencia clar?sima de los actos sensitivos, concebimos muy bien lo que es el sentir en los sujetos distintos de nosotros; aunque no tengamos conciencia de lo que pasa en otro sujeto sensitivo cuando ve, sabemos muy bien lo que es el ver: es en los dem?s lo que en nosotros: en la conciencia propia, est? retratada la ajena. Cuando se nos habla de un ser sensitivo, sabemos muy bien de qu? se trata, y n? por medio de una idea vaga, sino determinada perfectamente. Al ofrecerse la cuestion de si son posibles otros sentidos, entonces la idea del ser dotado de ellos, pierde un tanto de su determinacion; nuestro entendimiento no tiene intuicion de lo que aquel seria; discurre sobre la realidad ? la posibilidad por medio de conceptos generales.

La idea de la inteligencia no es para nosotros indeterminada sino intuitiva, puesto que ofrece un objeto dado inmediatamente ? nuestra percepcion en el fondo del alma. Cuando hablamos de inteligencia, tenemos fija la vista en lo que pasa dentro de nosotros: la mayor ? menor perfeccion en la escala de los seres inteligentes, la vemos retratada en la gradacion de conocimientos que experimentamos en nosotros; y cuando queremos concebir una inteligencia mucho mayor, agrandamos, perfeccionamos el tipo que hemos encontrado en nosotros; de la propia suerte que para representarnos objetos sensibles mas grandes, mas perfectos, mas hermosos, que los que tenemos ? la vista, no salimos de la esfera de la sensibilidad, sino que nos valemos de los mismos elementos que ella nos suministra, agrand?ndolos y embelleci?ndolos para que lleguen al tipo ideal preconcebido en nuestra imaginacion.

La voluntad, compa?era inseparable de la inteligencia, y que no puede existir sin ella, es sin embargo una facultad muy diferente de la misma; porque ofrece ? nuestra intuicion una serie de fen?menos muy diversos de los intelectuales. Entender no es querer; se puede entender una cosa sin quererla; con el mismo acto de inteligencia en varios tiempos, ? en distintos sujetos, pueden enlazarse actos de la voluntad, no solo diferentes sino contradictorios: querer y no querer, ? sea inclinacion y aversion.

El conocimiento de esta serie de fen?menos que llamamos actos de voluntad, no es un conocimiento general, sino particular; n? abstracto, sino intuitivo. ?Qui?n necesita abstraer, ni discurrir, para tener conciencia de que quiere ? no quiere, de que ama ? aborrece? Este conocimiento es intuitivo en lo tocante ? los actos de nuestra voluntad; y con respecto ? la de los dem?s, aunque no tenemos una intuicion inmediata, conocemos perfectamente lo que pasa en ellos, vi?ndolo en cierto modo retratado en lo que experimentamos en nosotros. Cuando se nos habla de actos de voluntad ajena ?tenemos por ventura ninguna dificultad en concebir el objeto de que se trata? ?necesitamos proceder discursivamente por ideas abstractas? n? por cierto: lo que pasa en los dem?s, es lo que pasa en nosotros: cuando quieren ? no quieren, experimentan lo mismo que nosotros cuando queremos ? no queremos; la conciencia de nuestra voluntad, es el retrato de todas las dem?s existentes ? posibles. Concebimos una voluntad mas ? menos perfecta, en la que reune en grado mayor ? menor las perfecciones actuales ? posibles de la nuestra; y al proponernos concebir una voluntad de perfeccion infinita, elevamos ? un grado infinito la perfeccion actual ? posible que encontramos en la finita.

Cuando el sagrado Texto nos dice que el hombre es criado ? im?gen y semejanza de Dios, nos ense?a una verdad sumamente luminosa, no solo bajo el aspecto sobrenatural, sino tambien bajo el puramente filos?fico. En nuestra alma, en esa im?gen de la inteligencia infinita, hallamos, no solo un caudal de ideas generales para traspasar los l?mites de la sensibilidad, sino tambien una representacion admirable, en la cual contemplamos como en un espejo, lo que pasa en aquel pi?lago infinito, que mientras estamos en esta vida no podemos conocer con intuicion inmediata. Esta representacion es imperfecta, es enigm?tica, pero es una verdadera representacion: en sus peque?as dimensiones, agrandadas infinitamente, podemos contemplar lo infinito; en sus endebles resplandores, se nos refleja el resplandor infinito. La leve centella que salta del pedernal puede conducirnos ? la imaginacion del oc?ano de fuego que descubren los astr?nomos en el astro del dia.

NECESIDAD ENTRA?ADA POR LAS IDEAS.

Hay en las ideas, aun en las relativas ? hechos contingentes, algo necesario, de donde nace la ciencia; y que por lo mismo, no puede dimanar de la experiencia sola, por multiplicada que la supongamos. La induccion que resultase, se limitaria ? un cierto n?mero de hechos; n?mero que, aun admiti?ndole tan crecido como podria darle la experiencia de todos los hombres de todos los siglos, distaria infinitamente de la universalidad, que se extiende ? todo lo posible.

Adem?s, por poco que reflexionemos sobre la certeza de las verdades ?ntimamente enlazadas con la experiencia, cuales son las aritm?ticas y geom?tricas, desde luego echaremos de ver, que la seguridad con que en ellas estribamos, no se apoya en la induccion, sino que independientemente de todo hecho particular, les damos asenso, considerando su verdad como absolutamente necesaria, aun cuando no pudi?ramos comprobarla nunca con la piedra de toque de la experiencia.

La comprobacion de las ideas por los hechos es imposible en muchos casos; pues que la debilidad de nuestra percepcion y de nuestros sentidos, y lo grosero de los instrumentos que empleamos, nos impiden asegurarnos con toda exactitud de la correspondencia de los hechos con las ideas. A veces, la imposibilidad para hacer esta prueba es absoluta, ? causa de que la verdad geom?trica supone condiciones que en la pr?ctica no podemos realizar.

Apliquemos estas observaciones ? las mas sencillas verdades de la geometr?a. No habr? ciertamente quien ponga en duda la solidez de la prueba que se llama de superposicion: es decir, que si dos l?neas ? superficies, puesta la una sobre la otra, se confunden exactamente, ser?n iguales. Esta verdad no puede depender de la experiencia. 1.? Porque la experiencia est? reducida ? algunos casos, y la proposicion es general. Decir que uno sirve para todos, es decir que hay un principio general independiente de la experiencia; pues n? de otro modo se podria deducir lo universal de lo particular, sino reconociendo una necesidad intr?nseca en aquella verdad. 2.? Porque aun cuando esa experiencia pudiese valer, nos es imposible hacerla exacta; pues la superposicion hecha del modo mas delicado que imaginarse pueda, no llegar? jam?s ? la exactitud geom?trica, que no consiente que haya la mas peque?a diferencia en ningun punto.

Es un teorema elemental, el que los tres ?ngulos de un tri?ngulo equivalen ? dos rectos. Esta verdad no puede depender de la experiencia. 1.? Porque de lo particular no se puede deducir lo universal. 2.? Porque toda la delicadeza de los instrumentos para medir los ?ngulos no llegaria ? la exactitud geom?trica. 3.? Porque la geometr?a supone condiciones irrealizables para nosotros en la pr?ctica: las l?neas sin grueso, y los v?rtices de los ?ngulos, puntos indivisibles.

Si los principios generales dependiesen de la experiencia, dejarian de serlo, se limitarian ? un cierto n?mero de casos. La enunciacion tampoco podria ser absoluta, ni aun para los casos observados; porque seria menester ce?irse ? lo observado, es decir, ? un poco mas ? menos que jam?s llegaria ? perfecta exactitud. As?, no podria afirmarse que en todo tri?ngulo los tres ?ngulos equivalen ? dos rectos; se deberia decir; en todos los tri?ngulos sobre los cuales se ha podido hacer la experiencia, se ha observado que los tres ?ngulos valen dos rectos, ? poca diferencia.

Claro es que con esto se destruirian todas las verdades necesarias; y que las matem?ticas mismas, no serian mas ciertas que las relaciones de los pr?cticos de una profesion que nos cuentan lo que han observado en los objetos respectivos.

Sin verdades necesarias, no hay ciencia; y hasta el conocimiento de las verdades contingentes se haria sumamente dif?cil. ?C?mo recogemos los hechos que nos suministra la observacion, c?mo los coordinamos? ?No es aplic?ndoles ciertas verdades generales, las de la numeracion por ejemplo? Si pues aun ni de estas tuvi?semos completa seguridad, ni de los resultados de la observacion podr?amos tenerla.

La razon humana se destruyo, si se le quita ese fondo de verdades necesarias que constituyen su patrimonio comun. La razon individual no podria dar sino muy cortos pasos; puesto que se hallaria abrumada de continuo con la balumba de la observacion; distraida sin cesar por las comprobaciones ? que siempre tendria que recurrir; falta de una luz que le sirviese para todos los objetos; y privada para siempre de reunir los rayos de la ciencia en un centro comun, que le permitiese simplificar.

La razon general dejaria tambien de existir, los hombres no se entenderian; cada cual habria hecho sus experiencias; y como en todas ellas no habria nada necesario, nada que las enlazase entre s?, el conjunto de las observaciones de todos los hombres, no tendria ninguna unidad; serian las ciencias un campo de confusion donde el reinado del ?rden fuera del todo imposible. Las lenguas no se habrian formado; y aun suponi?ndolas formadas no se habrian podido conservar. En todas ellas, no solo en la complicacion de un largo discurso, sino tambien en las enunciaciones mas sencillas, se halla la expresion de un fondo de verdades generales, necesarias, que sirven como de trama para el enlace de las contingentes.

Preguntar pues si hay verdades necesarias, es preguntar si hay razon individual, si hay razon general; si esto que llamamos razon, y que encontramos en todos los hombres, existe en realidad, ? es una ilusion de la fantas?a. Esa razon existe; negarla es negarnos ? nosotros mismos; no querer reconocerla, es rechazar el testimonio de la conciencia que nos asegura de ello en el fondo de nuestra alma; es hacer impotentes esfuerzos para destruir una conviccion impuesta irresistiblemente por la naturaleza.

Y aqu? observar? de paso, que esa comunidad de razon entre todos los hombros, de todos los pa?ses, de todos los siglos; esa admirable unidad, que se halla en medio de tanta variedad; ese acuerdo fundamental que no destruyen la diversidad y contradiccion de opiniones, es una prueba evidente de que las almas humanas tienen un or?gen comun; que el pensamiento no es obra del acaso: que mas arriba de las inteligencias humanas hay otra inteligencia que les sirve de apoyo, que las ilumina, dot?ndolas desde el primer momento de su existencia, de las facultades que necesitan para percibir, y cerciorarse de lo que perciben. El ?rden admirable que reina en el mundo material, el concierto, la unidad de plan, que se descubren en ?l, no son una prueba mas concluyente de la existencia de Dios, que el ?rden, el concierto, la unidad que nos ofrece la razon en su asentimiento ? las verdades necesarias.

Por mi parte confieso ingenuamente, que no encuentro prueba mas s?lida, mas concluyente, mas luminosa, de la existencia de Dios, que la que se deduce del mundo de las inteligencias. Ella tiene sobre las dem?s una ventaja, y consiste en que su punto de partida es el hecho mas inmediato ? nosotros, la conciencia de nuestros actos. Es verdad que la prueba mas acomodada ? la capacidad del comun de los hombres, es la que se funda en el ?rden admirable que reina en el universo corp?reo; pero es porque no se han acostumbrado ? meditar sobre los objetos insensibles, sobre lo que experimentan dentro de s? propios; y por consiguiente abundan mas de conocimiento directo, que de fuerza de reflexion.

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