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Read Ebook: Diario de un viage a la costa de la mar Magallanica by Lozano Pedro
Font size: Background color: Text color: Add to tbrJar First Page Next PageEbook has 47 lines and 14364 words, and 1 pagesProduced by: Tapio Riikonen VELJESTEN KESKEN Yksin?yt?ksinen huvin?ytelm? Kirj. PAUL HEYSE Suomennos saksalaisesta alkuteoksesta "Unter Br?der" Kuopiossa, U. W. Tel?n & C:o, 1897. HENKIL?T: Paikka: joku suurempi kaupunki. Aika: nykyinen. Somasti sisustettu huone. Molemmin puolin ja keskell? ovet, etualalla vasemmalla ikkuna, sen edess? pieni ompelup?yt?, oikealla etualalla sohva, sen edess? ympyr?inen p?yt? tuolineen. Keskell? huonetta, taka-alalla katettu p?yt? -- viitt? henke? varten -- sen keskell? on kukkavihko vesimaljassa. Toini, Kaarlo ja Emanuel . Kaarlo. Emanuel. Edelliset. Bruno. Edelliset. Klaara. Edelliset Edvard. L?nes 31, corrieron con el mismo temporal que fu? mas terrible que todos los pasados, hasta las diez del dia que calm? el viento, y ? medio dia se hallaron en 48 grados y 47 minutos de latitud. Por la tarde, cuando lo permitia el viento, que fu? poco y vario, navegaron al oeste para tomar otra vez la costa, que el temporal les habia hecho perder de vista. Por este tiempo hacian segunda novena ? su Patron San Francisco Javier, y al fin de ella, y vispera y dia de la Purificacion, hubo muchas confesiones y comuniones. El dia 1 de Febrero, navegaron al oeste; mas la corriente del norte les hizo sotaventar muchas leguas al sur: pues, reconocida la tierra, ? las 9 de la ma?ana se hallaron en 49 grados 5 minutos de latitud, y pasaron el dia dando bordos, sin poder tomar ni aun reconocer el Rio de San Julian. Ancoraron ? la noche ? tres leguas de la costa. Mi?rcoles 2, navegaron con viento sur ? poca distancia de la costa, que desde los 48 ? los 49 grados tiene algunos escollos, ? las dos y tres leguas del continente, y algunos de ellos parecen islotes, sin haber en ella ensenada, en que se pueda dar fondo al abrigo de algun temporal. Jueves 3, tampoco pudieron descubrir dicho rio, y ? medio dia se hallaron en 48 grados cabales ? la vista de la costa. Lo mismo les acaeci? el viernes 4; y el s?bado 5, se hallaron en 48 grados, 24 minutos de latitud, ? seis leguas de tierra. A las 3 de la tarde estuvieron este-oeste con los escollos que pone el P. La-Feuill?e en 48 grados y 17 minutos de latitud. El escollo que sale mas al mar, se parece al casco de un navio, y dista de tierra cinco leguas: en la misma latitud, ? legua y media de la tierra, se ven otros cuatro ? cinco escollos que salen como una restinga de piedras, y todos velan sobre el agua. Toda la costa en esta altura es tierra ?rida y baja: solamente se dejan ver ? trechos algunos mogotes que no se levantan mucho. Domingo 6, se hallaron demasiado apartados de la tierra en 48 grados 34 minutos, y la costa, desde esta altura ? los 49 grados 17 minutos, hace la figura de dos grandes ensenadas, y corren las puntas al sud-oeste, cuarta al sur. La tierra, que media entre las alturas dichas, es por lo general alta, aunque en algunas partes hace playazo. Al ponerse el sol sintieron el ambiente muy c?lido, cosa extraordinaria en estas costas: dieron fondo con un anclote al sud-oeste, un cuarto al sur de un cerro, el mas alto de esta costa, distante seis leguas. L?nes 7, ? medio dia estaban en 48 grados, 48 minutos al este-nord-este del cerro mas alto, que es uno de los ?ltimos de la tierra alta. A las 6 de la tarde echaron la ancla ? dos leguas de una bahia, que desde afuera parece una corta ensenada, que est? al este del cerro alto en 15 brazas, y el fondo era barro muy pegajoso y fuerte. Martes 8, ? las 5 de la ma?ana, sali? D. Diego Varela en lancha ? reconocer dicha bahia, creyendo hallar all? la entrada al rio de San Julian; pero llegando ? la boca de la bahia, comenz? ? bajar la marea con gran fuerza, y al mismo tiempo arreci? demasiado el viento del oeste, por lo cual no pudieron arrimarse ? tierra, y estuvo muy ? punto de naufragar la lancha, en la cual entr? de una vez cosa de una pipa de agua: por lo cual se volvieron al navio ? las tres de la tarde. A la boca ? entrada de esta bahia, por la banda del norte, hallaron catorce brazas de fondo, barro algo negro y bueno para anclar: y en la banda del sur, ? la entrada hay cinco, seis y siete brazas de la propia calidad en el fondo. Toda la entrada es limpia; solamente en la punta del sur hay dos farellones que velan en marea mediada; en pleamar parece que se cubren, y en bajamar queda esta punta un placer. Mi?rcoles 9, dia de la Purificacion de Nuestra Se?ora, cuyo patrocinio imploraban, quiso la Madre de piedad, que, calmado el oeste fuerte ? las 9 de la ma?ana, poco despues con un norte lento entrasen en la primera ensenada de la bahia, que conocieron luego ser la de San Julian; y favorecidos del viento, entraron hasta una legua dentro. A las dos de la tarde, tomando mucha fuerza la corriente de la marea que bajaba, les precis? ? dar fondo con un anclote. En el interin que cesaba el flujo de la marea, saltaron en tierra algunos; y habiendo observado D. Diego Varela y el Padre Joseph de Quiroga, las vueltas y bajas que hacia el rio, se volvieron ? bordo ? las 4 de la tarde. En tierra hallaron algunos matorrales quemados poco antes. A las 6 de la tarde entraron mas adentro, hasta poner el navio defendido de todos vientos, y le amarraron con dos anclas. Habiendo dado fondo en marea alta en nueve brazas, luego se quedaron en solas tres brazas, aunque el fondo es bueno de barro blanco. Jueves 10, sali? el Padre Matias Strobl y el alferez D. Salvador Martinez, con algunos soldados, ? ver si hallaban indios en tierra: y los Padres Cardiel y Quiroga, y el piloto mayor Varela salieron en la lancha prevenidos de v?veres ? sondar la bahia hasta el rio de la Campana, que ponen algunos mapas, ? si entraba otro rio, con ?nimo de no desistir de la empresa hasta averiguarlo todo. Hallaron que los navios pueden entrar hasta legua y media de la primera boca: que el mayor fondo se halla en pasando una isleta baja, que en pleamar le falta poco para cubrirse, y hay en ella algunos patos ? innumerables gaviotas. Todo lo demas, que est? de la banda del sur y del oeste, en marea llena, parece un golfo todo lleno de agua; pero en bajamar queda todo en seco: y as?, habiendo navegado cosa de tres leguas hasta medio dia, y bajando ? este tiempo la marea, se quedaron en seco. Luego que subi?, prosiguieron h?cia unas barrancas blancas, que se veian al sud-oeste; y tres cuartos de legua antes de llegar ? ellas, y al parage donde en pleamar llegaba el agua, baj? otra vez la marea, y se quedaron en seco. Descalz?ronse el piloto Varela y el Padre Cardiel, y por el barro y pozitos que dej? la bajamar, llegaron ? la costa. Anduvieron h?cia una y otra parte, y reconocieron que all? se acababa la bahia, y all? fenec?a el grande y fabuloso rio de San Julian, su gran laguna y el rio de la Campana, tan mentados y decantados en los mapas, especialmente de los extrangeros; quedando harto maravillados de que con tanta confianza se cuenten tales f?bulas, y se impriman sin temor de ser cogidos en la mentira. Encima de aquellas barrancas ? laderas hall? el Padre Cardiel cantidad de yeso de espejuelo, en planchas anchas ? manera de talco. Volvi?ronse descalzos ? la lancha, en que durmieron hasta las dos y media de la ma?ana del viernes 11. En amaneciendo fueron costeando lo restante de esta bahia: ? las ocho baj? la lancha, sin poder sacarla hasta las dos y media de la tarde, que creci? la marea, y rodeada toda la bahia, se volvieron al navio, y en toda ella no hallaron agua dulce, ni le?a, sino tal cual matorral de sabina y espino. El Padre Matias Strobl volvi? diciendo, que por donde habian andado, la tierra era semejante ? la del Puerto Deseado; que hall? en la orilla de la bahia unos pozos con una vara de profundidad, de agua algo salobre; pero que se podia beber, hechos ? mano: que se discurri? los harian los ingleses de la escuadra de Jorge Anson, el a?o de 1741, y que tambien hall?, ? distancia de media legua de la bahia, una laguna, cuya superficie estaba quajada de sal. Los marineros tendieron la red, y pescaron buen n?mero de peces grandes, de buen gusto, semejantes al bacallao, aunque algunos dijeron era pejepalo. S?bado 12, qued?ndose indispuesto el Padre Quiroga en el navio, salieron los dos pilotos ? marcar el sitio de las salinas, y se recogieron ? bordo al anochecer, quedando en tierra dos soldados, que se apartaron demasiado. Domingo 13, reconociendo en aquel puerto tan mala disposicion para que se quedasen los Padres Strobl y Cardiel con el alferez y los soldados, y siendo igualmente ?rida toda esta costa hasta ahora registrada, quiso el Padre Quiroga saber el parecer de los otros dos misioneros, del capitan del navio, y del alferez que comandaba la tropa, y todos unanimes sintieron no establecer all? poblacion, por no haber en la cercania de la bahia agua dulce, ni tierras para labranza: lo que es mas por faltar madera, y aun le?a para quemar, que es la cosa mas necesaria en esta tierra frigid?sima: pero para mayor averiguacion se determin? que saliese el Padre Matias Strobl con el alferez y ocho soldados, por un lado, llevando v?veres para tres ? cuatro dias, y anduviesen tierra adentro registrando la tierra; y as?mismo el Padre Jos? Cardiel por otro lado con diez soldados. Volvieron los dos soldados que se habian quedado en tierra la noche antecedente, y dijeron haber hallado agua dulce en una laguna, distante cuatro leguas de la bahia, y guanacos y avestruces; pero que no se veian ?rboles en cuanto alcanzaba la vista. L?nes 14, salieron en la forma dicha el Padre Strobl por la parte oriental, y el Padre Cardiel por la occidental, y caminando aquel al sur, como cosa de seis leguas, encontr? una laguna que bojearia una legua, toda cuajada de sal, distante del mar tres cuartos de legua, y otro tanto del fin de la bahia. Los soldados encendieron los matorrales que hallaron, y corri? el fuego dos leguas. La tierra era la misma que en el viage antecedente. La gente, que con el Padre Cardiel iban h?cia el poniente, pegaron tambien fuego en la yerba de los campos, y subi? el fuego hasta muy alto. Hizo noche dicho Padre Cardiel como seis leguas al poniente de la bahia, en donde hallaron agua dulce. Por la ma?ana del martes 15, despues de rezar, y haberse todos encomendado ? Dios, prosiguieron su viage, y ? distancia de una legua de la dormida, dieron con una casa, que por un lado tenia seis banderas de pa?o de varios colores, de media vara en cuadro, en unos palos altos, clavados en tierra, y por el otro lado cinco caballos muertos, embutidos de paja, con sus clines y cola, clavados cada uno sobre tres palos en altura competente. Entrando en la casa, hallaron dos ponchos tendidos, y cabando encontraron con tres difuntos, que todavia tenian carne y cabello. El uno parecia varon, y los otros mugeres: en el cabello de una de estas habia una plancha de laton de media cuarta de largo, y dos dedos de ancho, y en las orejas, zarcillos de lo mismo. En lo alto de la casa habia otro poncho revuelto, y atado con una faja de lana de colores, y de ella salia un palo largo como veleta, de que pendian ocho borlas largas de lana amusca. Segun estas se?as, los difuntos eran de la nacion Puelche. Pasaron adelante en busca de los que habian hecho aquel entierro, creyendo dar luego con ellos, y juntamente con tierra habitable; mas, aunque caminaron otras tres leguas, no hallaron rastro y se les acab? el bastimento. Quisieron los soldados cazar patos en las lagunas que se encontraban, y como era con bala, no mataban nada. Despach? el Padre Cardiel dos soldados al navio con un papel al Padre Superior Matias Strobl, y al capitan, d?ndoles relacion de todo lo hallado, y pidi?ndoles hasta treinta hombres con viveres y municiones para ellos, y para los que le acompa?aban, que pudiesen durar hasta cuatro jornadas adelante. Este mismo dia 15 salieron en la lancha el piloto D. Diego Varela y el Padre Quiroga ? sondar el canal de la entrada, y marcar todos los bancos que hay en su boca: pero por el viento recio se vieron precisados ? desembarcar en una peque?a ensenada, donde echando la red los marineros, la sacaron llena de peces grandes, todos de una especie, que parecen truchas de siete ? ocho libras. Hallaron en aquella parte de la costa buena le?a para quemar, y en buena proporcion, para que se puedan proveer de ella los navios que entren. A la tarde volvi? el Padre Matias y su comitiva, y dijeron, que en la laguna hallada, la sal tendria mas de una vara de alto, blanca como la nieve, y dura como piedra; pero que no habian hallado se?a alguna de que habiten indios en esta tierra. En el mi?rcoles 16, aunque sopl? fuertemente el sud-oeste, nada incomod? al navio, por estar bien defendido, y no poder los vientos levantar marejada. Llegaron los dos soldados con la carta del Padre Cardiel, ? cuya s?plica condescendi? el Padre Strobl, quien el jueves 17, al salir el sol, salt? en tierra con el alferez y los soldados, ? juntarse con dicho Padre Cardiel, al mismo tiempo el Padre Quiroga, el capitan de navio y el primer piloto, fueron en la lancha ? sondar lo que les faltaba de la bahia, y saltando en tierra, subieron ? un cerro bien alto, que est? al norte de la bahia. Descubrieron h?cia la parte del norte una gran laguna que se extendia tres leguas al oeste, y casi otro tanto al norte, sin comunicacion alguna con el mar; pero no pudieron saber si dicha laguna era de agua dulce. El Padre Matias camin? cuatro leguas con su gente, y sabiendo que se acercaba el Padre Cardiel, le envi? ? decir que se llegase ? donde su reverencia estaba. H?zolo el Padre Cardiel con grande trabajo, y le dijo el Padre Matias, que aquella su gente venia muy fatigada con tanta carga, y que habiendo pensado mejor en el punto, le parec?a ser temeridad irse ? meter entre b?rbaros no conocidos, y de ? caballo. Di?le muchas razones en contra, con su ?nimo intrepido y valeroso el Padre Cardiel, poniendo por delante el valor y experiencia de aquella gente, los pertrechos que tenian de fusiles, p?lvora y balas, la cobardia de todo indio, cuando halla resistencia, y finalmente, la causa tan de Dios que llevaban de su parte, que era la conversion de aquellos gentiles. Respondi? el Padre Matias, que lo encomendaria ? Dios, y responderia por la ma?ana; en que la resolucion fu? se volviesen al navio. Obedeciendo pronto el Padre Cardiel, aunque con el sentimiento de retirarse sin descubrir los indios que imaginaba muy cercanos, pues habia ya visto un perro blanco que le ladr?, y se fu? retirando hasta donde creia haber de hallar los indios. La causa que tuvo entonces el Padre Matias fu? llevar pocos v?veres prevenidos. S?bado 19, propuso de nuevo el Padre Cardiel seria bien averiguar donde tenian su habitacion los indios, y pidi? al Padre Superior Strobl, que lo consultase con el capitan del navio, con el alferez, con el sargento y con el Padre Quiroga, segun la instruccion que para semejantes casos le habia dado el Padre Provincial. Hecha la consulta, fu? esta de parecer que volviese ? correr el campo el Padre Cardiel con los soldados, que voluntariamente quisiesen acompa?arle. A los soldados a?adi? el capitan del navio muchos marineros, que voluntariamente se ofrecieron, y un soldado de marina, llevando cada uno v?veres para ocho dias, y buena prevencion de municiones. Caminaron en esta forma cuatro jornadas, de ? 6 y 7 leguas cada dia, casi siempre por un camino de indios, de un solo pi? de ancho, que estaba lleno de estiercol de caballos y potrillos, ya antiguo, y por manantiales de agua muy buena. Al fin de las cuatro jornadas se desviaron de la senda ? una cuesta alta, desde donde mirando con un anteojo de larga vista, descubrieron la tierra de la calidad que la demas. Anduvieron en estos cuatro dias, cosa de 25 leguas sin hallar ?rbol alguno, ni pasto, sino algo de heno verde en los manantiales, ni tierra de migajon para sembrar, sino toda esteril: agua s?, y en abundancia en varios manantiales, por donde iba el camino ? senda de los indios; y por donde no la habia, lagunas todas de agua dulce. No vieron humo alguno, ni se encontraron animales del campo, sino unos pocos guanacos que huian de media legua, y tal cual avestruz, de los que mataron uno, siendo esteril de caza toda la campa?a y cuestas: ni aun p?jaros se oyeron, sino es tal ? cual. Hubi?ronse, pues, de volver harto desconsolados. La gente se port? con mucha constancia, aunque unos ? pocos dias iban ya descalzos, otros con ampollas en los pies, y otros con llagas, y los mas al sexto dia estaban estropeados. El Padre Cardiel ? pocos dias padeci? muchos dolores en las junturas de las piernas, de manera que al quinto no podia caminar sin muletas; y no hallando otro remedio, que ponerse en ellas pa?os empapados en orina: con esto solo y la providencia paternal de Dios pudo proseguir. El frio de noche les molestaba mucho; y aunque con los escasos matorrales que hallaban, tenian fuego toda la noche, como no llevaban mantas, ni con que cubrirse, por un lado se calentaban y por otro se helaban sin poder dormir. Lo que todos vinieron ? concluir, reconocida esta tierra de la bahia de San Julian, y sus malas calidades, es que por all? no pueden habitar los indios por falta de le?a, miel, caza, &a. sino que viven muy retirados; y discurrieron, que el sendero estrecho que sigui? el Padre Cardiel cuatro jornadas es, ? de los Auracanos de Chile, ? de los Puelches y Peguenches, que vendr?n tal cual vez por sal, de que carecer?n en su pa?s, ? la laguna grande, ? ? las otras de la cercan?a de la bahia; y que este a?o moriria all? algun principal de ellos, para cuyas exequias matarian dos de sus mugeres y sus caballos, para que les hiciesen compa??a en la otra vida, segun cree su ceguedad, y por el mismo motivo enterrarian con ?l todas sus alhajuelas. Maravillados s? quedaron, de que en tama?a distancia de Buenos Aires, hubiese indios de ? caballo, porque se juzga que desde 150 leguas abajo, todos estan de ? pi?, segun nos dicen los indios serranos, y los derroteros de extrangeros. Segun parece por sus alhajuelas de laton, &a., ellos tienen comunicacion con otras naciones, que la tienen con espa?oles. La entrada de este puerto es dificil de conocer al que no lleva mas se?al que la altura, porque desde fuera solamente se ve la primera ensenada, casi toda llena de baj?os; pero ser? muy f?cil de conocer dicha entrada, gobern?ndose por las se?as siguientes. Casi al oeste de la boca del puerto est? un cerro muy alto, el cual yendo del nord-este, se v? de muy l?jos, por ser el mas alto que se v? en esta costa, y de l?jos parece como isla; y acerc?ndose algo mas, se ven las puntas de otros tres cerros, que tambien parecen islas, hasta que de mas cerca se v? que son tierra firme. Pues el que fuese en demanda del puerto de San Julian desde la isla de los Reyes, se apartar? de la tierra, porque es la costa peligrosa, y llena de bajos; y en llegando ? los 49 grados, llevar? la vista al sobredicho cerro mas alto, y navegar? acerc?ndose ? la tierra este-oeste con ?l, y entonces ver? la primera ensenada, que tiene ? la banda del norte unas barreras blancas; y toda tierra que est? ? la banda del sur hasta el rio de Santa Cruz, es baja, y tambien parece que hace una barrera blanca, como una muralla. La entrada del puerto es bien dificil, y no pueden entrar navios en marea baja, pues queda solamente un canal estrecho con dos brazas y media, ? tres brazas de fondo, el cual corre al sud-oeste hasta una punta, en la cual hay algunas pe?as, y desde all? corre mas al sur por cerca de la costa, que se deja al oeste. En pleamar pueden entrar navios de cualquiera porte, porque, como ya se dijo, la marea sube y baja seis brazas perpendiculares, y hace muy diferente la apariencia de la entrada y del puerto, como se v? en dos planos que hizo el Padre Quiroga. No obstante, siempre ser? necesario que el navio, que no llevare piloto pr?ctico de este puerto, d? fondo afuera, y env?e la lancha ? reconocer la entrada: porque, como he dicho, es dificil, y siempre ser? bueno entrar cuando la marea vaya perdiendo la fuerza, para poder ancorar en bastante fondo, antes que baje la marea. Los navios grandes pueden entrar hasta ponerse detras de las islas, en donde en bajamar se hallan 13 y 14 brazas. El fondo es bueno, de barro negro, mezclado con arenilla muy fina. Los vientos aqu?, aunque soplan con fuerza, no levantan marejada, por estar todo el puerto cubierto con la tierra. Hay dentro dos islas, que valen en pleamar, y en ellas muchas gaviotas. A media marea se van descubriendo otros islotes; y finalmente en bajamar se queda en seco, por la parte del sur, un recinto que en pleamar parecia una gran bahia. Este puerto por el estio no tiene aguada para los navios; pues algunas lagunas manantiales, que se hallan al oeste del puerto, distan tres ? cuatro leguas, y otra laguna mas pr?xima, que est? al nor-oeste de la entrada, dista una legua del mar, y es bien dificil de hallar entre dos cerros cerca de lo alto. En tiempo de invierno es factible que bajen algunos arroyos del agua que destilar?n las nieves. Toda la tierra es salitrosa y esteril, solamente se hallan algunos matorrales al oeste de la entrada, que pueden servir para le?a para los navios: no hay pasto para los ganados, sino es tierra adentro, que se halla algun poco en las ca?adas, donde hay manantiales, ni se halla un solo ?rbol que pueda servir para madera. Pu?dese f?cilmente fortificar el puerto, construyendo una bateria en la punta de piedras, que est? al sud-oeste de la primera entrada en la costa del norte, porque aqu? se estrecha la entrada, y pasa el canal ? tiro de fusil de dicha punta: ni podr?n los navios batir la fortaleza construida en este sitio, porque en bajando la marea, se quedarian encallados, pues toda la ensenada, fuera de la punta, se queda en bajamar con poca agua, y aun en el canal estrecho apenas llega ? tres brazas. Piedra no falta, y casi toda parece ser de ostriones convertidos en piedra, de la cual se puede hacer buena cal. Tambien al sur del puerto se halla en los cerros espejuelos para hacer yeso. Hay en este puerto abundancia de pescado, semejante al bacallao: hay aves mar?timas, como gaviotas, p?jaroni?o, patos, &a., y en tierra se hallan avestruces, guanacos, vicu?as, quirquinchos y zorrillos. El temple es seco, y en invierno no hace mucho frio. Hay cuatro ? cinco lagunas de sal; pero la mas cercana dista de la mar casi una legua.--Al cabo pues de 21 dias de diligencias, para averiguar todo lo dicho, salieron nuestros navegantes de esta bahia de San Julian ? 1 de Marzo viniendo en demanda del rio de los Camarones, siempre cerca de la costa. Saltaron en tierra el domingo 13, ? las 8 de la ma?ana, el Padre Matias Strobl, el alferez D. Salvador Martin del Olmo, y seis soldados, ? registrar el terreno, y ver si habia indios en esta costa. Volvieron al anochecer, sin mas noticia que haber hallado toda la tierra llena de pe?ascos y espinas, en cuatro leguas que caminaron, y de las espinas traian los soldados lastimadas las piernas, por ser muy agudas. Encontraron uno que parecia rio, por cuyas orillas subieron, y ? cosa de una legua ya no habia mas que se?ales de que por all? corria hasta aquella entrada del mar algun arroyo de agua en tiempo de lluvias, ? al derretirse las nieves, aunque entonces estaba totalmente seco, por lo cual se reconoce ser fabuloso el rio que en esta bahia pintan algunos en sus cartas, ni se halla agua dulce, ni le?a, ni ?rbol alguno. No hallaron rastro alguno de indios, ni es posible que habiten en esta costa, en donde todo es seco y ?rido, sin que se pueda hallar gota de agua. Habia en la bahia muchos camarones, que no se habian hallado en otra parte, sino all? y en la bahia de San Julian. Al anochecer, el l?nes 14, salieron con nord-este de la bahia de los Camarones, en demanda del rio del Sauce. El martes 15 se pusieron nord-sur con el cabo de Santa Elena, que est? ? la banda del norte de la bahia de los Camarones, en 44 grados y 30 minutos de latitud: la tierra de ?l es por la mayor parte baja, solamente se ven algunos mogotes que sobresalen algo, y al que viniere de lejos parecer?n islas. El mi?rcoles 16, por la noche, refresc? el viento demasiado, y caus? grande marejada. El jueves 17, ? las 8 de la noche, les sobrevino de repente un huracan de viento sud-oeste muy r?cio, que cogi?ndoles con las cuatro principales largas, los puso en manifesto peligro de desarbolar, y mas habi?ndoles tornado por la lua; pero al fin pudieron aferrar las tres, excepto la del trinquete, con la cual corrieron ? popa, haciendo camino al sud-oeste. El viernes 18, se hallaron ? medio dia en 42 grados y 33 minutos, h?cia donde se pone comunmente el rio del Sauce; pero los vientos contrarios no les permitieron arribar ? ?l. Y viendo que el agua escaseaba, pues no se pudo meter mas por la peque?ez del navio, que el tiempo era ya de invierno por all?; que este rio estaba muy cercano ? Buenos Aires; y muy lejos del estrecho de Magallanes, en cuyas cercan?as era el ?rden de poblar, que segun relaciones de algunos espa?oles, que desde Buenos Aires han llegado ? dicho rio, y de los indios que pueblan sus m?rgenes tierra adentro, y van algunas veces h?cia el mar, es de malas calidades h?cia su boca, prosiguieron adelante sin entrar en ?l, y en 41 grados encontraron las corrientes del mar. El s?bado 26 de Marzo, ? las 10 de la ma?ana, se reconoci? estar sentido el palo mayor en la parte superior, y se le ech? un refuerzo. Hall?ronse, al observar el sol, en 35 grados y 36 minutos; y habi?ndose hallado el l?nes 28 en 35 grados y 43 minutos, los hicieron retroceder las corrientes, pues el martes 29 se hallaron en 36 grados y 23 minutos. Jueves 31, ? las 5-1/2 de la ma?ana, se hallaron por fin al norte del cabo de Santa Maria, cuatro leguas de tierra. Viernes 1 de Abril, estuvieron ? medio dia en 34 grados y 48 minutos, al este, un cuarto al nord-este del cabo de Santa Maria, ? tres leguas de distancia. A la una y media descubrieron el Pan de Azucar al oeste, y ? las 5-1/2 ? su barlovento, una embarcacion que navegaba al Rio de la Plata, y su vista los oblig? ? preparar la artilleria y las armas. S?bado 2, ? las 6 de la ma?ana, en frente de Maldonado, descubrieron ? sotavento la embarcacion del dia antecedente aterrada, y se reconoci? llevaba vela latina, y ? medio dia echaron un gallardete espa?ol en el palo mayor, para llamar la embarcacion, que conocieron ser tartana. A las 2 de la tarde, teni?ndola mas cerca, echaron vela espa?ola, asegur?ndola con un tiro de ca?on sin bala; por lo cual ? poco rato se acerc? dicha tartana, que venia ? cargo de D. Joseph Marin, de nacion franc?s, quien dijo haber salido de Cadiz por Enero, con pliegos de Su Magestad para el Gobernador de Buenos Aires, y que por no traer pr?ctico del rio, seguiria la derrota de este navio, como lo egecut?: y el l?nes 4 de Abril, ? las cinco de la tarde, dieron fondo ? tres leguas de Buenos Aires, y ? las 5-1/2 entraron los tres Jesuitas en la lancha con el capitan del navio, y el de la tartana, y ? las 7-1/2 llegaron ? dar cuenta de su arribo al Gobernador de Buenos Aires, D. Joseph de Andonaegui, quien cuatro meses antes los habia despachado, de ?rden de nuestro Rey , ? esta demarcacion de la costa hasta el estrecho de Magallanes. En el Cabo de Matas es peligrosa la navegacion de noche en la cercania de la tierra, ? causa de las islas, que salen mucho al mar, y la de mas afuera es la mas baja. Tambien es poco segura la costa desde la isla de los Reyes hasta San Julian, por lo cual conviene en esta altura navegar ? buena distancia de tierra. Los vientos que corren en estos mares, en el verano y estio, son nortes, nord-oestes, oestes y sud-oestes. Los estes y sud-estes, que serian los mas nocivos, no reinan en este tiempo. De los sobredichos, los sud-oestes levantan mucha mar, y son casi ciertos en las conjunciones, oposiciones y cuartos de luna. Las mareas incomodan mucho la navegacion por la costa: en algunas partes sube y baja seis brazas perpendiculars, causando este flujo y reflujo mucha diversidad de corrientes, que unas veces corren ? lo largo de la costa, y unas al norte y otras al sur, y tal vez encontr?ndose unas con otras, corren h?cia el este y el sud este. Los puertos son muy pocos: solamente en el Puerto Deseado, en San Julian y en la bahia de San Gregorio se halla abrigo para los navios. En el Puerto Deseado hay una fuente, de la cual en caso de necesidad pueden hacer aguada los navios. Todo lo restante de la costa est? seco y ?rido, que no se v? un ?rbol, ni hay donde se pueda hacer le?a gruesa: de algunos matorrales se puede hacer algun poco en la bahia de San Julian, en donde se hallar? tambien mucha pesca y abundancia de sal. En tiempo de verano se siente algo de frio; pero en el invierno no puede menos de ser excesivo, ? causa de las muchas nieves que caen en las cordilleras. Estas no fecundan la tierra, antes la dejan tan seca y esteril que parece incapaz de producir fruto alguno. Toda la costa parece que est? desierta, ni hay indios en parte alguna cerca del mar, desde el Cabo de San Antonio al Cabo de las V?rgenes: porque siendo la tierra de la costa salitrosa ? infruct?fera, no tienen de que mantenerse; y si en alguna parte los hubiera, hubieran estos navegantes visto algunos fuegos, ? humaderas en las partes donde surgieron y saltaron en tierra. Por tanto parece que los indios viven muy tierra adentro h?cia la falda de la Cordillera de Chile. Tal parece lo que dicen, que se encontraron en las cuestas altas del Puerto Deseado sepulcros de gigantes, cuyos huesos eran de once pies de largo: porque los huesos de los cad?veres que ahora se encontraron, eran de estatura ordinaria. A?aden dichos diarios extrangeros, que en una ensenada del Puerto Deseado, que se?alan en sus mapas, hay mucha pesca. Nuestros espa?oles se pusieron all? ? pescar y no hallaron cosa alguna. Cuentan tambien los diarios extrangeros, que en San Julian hay megillones, ? ostiones de once palmos de di?metro; y despues de registrar tanto nuestros espa?oles, no han hallado mas que lo dicho en la descripcion, puesta arriba, de la bahia de San Julian. Add to tbrJar First Page Next Page |
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