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Read Ebook: Checking the Waste: A Study in Conservation by Gregory Mary Huston
Font size: Background color: Text color: Add to tbrJar First Page Next PageEbook has 1116 lines and 74170 words, and 23 pagesTranslator: Francisco Crivell Illustrator: Jos? Asensio y Torres NOTA DE TRANSCRIPCI?N METAMORF?SEOS ? TRANSFORMACIONES DE OVIDIO. METAMORF?SEOS TRANSFORMACIONES DE OVIDIO, TRADUCIDOS AL CASTELLANO CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA, NUEVA EDICION. MADRID EN LA IMPRENTA REAL A?O 1809. ?NDICE de las F?bulas contenidas en este tomo. LIBRO QUARTO. P?g. ARGUMENTO. 1 INTRODUCCION. 3 LIBRO QUINTO. ARGUMENTO. 58 LIBRO SEXTO. ARGUMENTO. 107 LIBRO S?PTIMO. ARGUMENTO. 161 METAMORF?SEOS ? TRANSFORMACIONES DE OVIDIO. LIBRO QUARTO. Alcitoe juntamente con sus hermanas despreciaron de tal modo las fiestas de Baco, que no observ?ndolas, se ocuparon, mientras estas se celebraban, en las tareas ordinarias; y durante su labor cada qual, para hacerla menos penosa, refiri? una divertida historia. Ya contaba la una la transformacion de las moras blancas en negras: ya referia la otra como Apolo se habia transformado en la figura de Erinome para enga?ar ? Leucotoe; por lo que Clicie tuvo zelos, y fue convertida en Heliotropio por la compasion que tuvo Apolo. Asimismo contaba otra la union de Hermafrodito y la de Salmacis, ninfa, en un mismo cuerpo. Pero por fin las hermanas en medio de su labor se convirtieron en murci?lagos, y las telas en vides y p?mpanos. Agave, alegr?ndose de esto, sinti? un gran dolor quando Ino y Atamante, agitados de la locura, se precipitaron al mar, y Neptuno los convirti? en Dioses marinos. Como las mugeres Tebanas los llorasen por muertos, se transformaron en piedras y aves. Tambien Cadmo afligido con esta calamidad, dexando ? Tebas, parti? en compa??a de su esposa ? la Iliria, en la que ambos se convirtieron en serpientes. De los que habian despreciado ? Baco, solo quedaba Acrisio, abuelo de Pers?o, que cort? la cabeza ? la G?rgona, de cuyas gotas de sangre, derramadas en tierra, nacieron serpientes; y ? Atlante lo transform? en monte, y ? las varas en piedras, despues que libert? ? Andr?meda. Suscit?ndose en seguida un tumulto en las bodas de Pers?o, convirti? en piedra ? Fin?o con los suyos, y juntamente ? Preto y ? Polidectes, solo con mostrarles la cabeza de Medusa. INTRODUCCION. ? pesar de todos estos prodigios, Alcitoe, hija de Min?o, y sus hermanas, reprueban la celebridad de las Orgias, ? fiestas de Baco, y aun se atreven ? decir que este no es hijo de J?piter. Manda el gran Sacerdote publicar una fiesta; que las se?oras y criadas no trabajasen aquel dia; que vistiesen su cuerpo de pieles, y dexasen sueltos sus cabellos, coron?ndose de p?mpanos, y llevando en sus manos tirsos enramados. Las amenaza que de no hacerlo as? experimentarian la ira de aquel Dios. J?venes y ancianas obedecen su ?rden: dexan el texido, la costura y la rueca; queman incienso sobre los altares de Baco, llam?ndole con los misteriosos nombres de Bromio y de Lieo: le llaman tambien hijo del fuego, engendrado dos veces, y que solo ?l tuvo dos madres: a?aden ? todos estos nombres el de Nis?o, el de no barbado Tion?o: le atribuyen la gloria de haber sido el primero que plant? las vides, y por esta causa los renombres de Geneo, Nictelio, padre Elel?o, Jacho, Evan, y todos los demas que la Grecia invent? en honra suya. T? eres, ? Baco, le dicen, aquel ni?o eterno, cuya juventud est? siempre lozana; eres el mas hermoso y amable de los Dioses del Olimpo; quando te manifiestas sin los cuernos, que acostumbras llevar, tienes todo el esplendor y hermosura de una doncella j?ven: t? conquistaste el Oriente hasta donde la aterrada India se ba?a por el remoto Ganges: t? castigaste ? los sacr?legos Pent?o y al sanguinario Licurgo; precipitaste en las ondas ? los perjuros marineros de Toscana. Va tirado tu carro de dos linces, cuyos elevados cuellos oprimes con pintados frenos, y te siguen las Bacantes, los S?tiros, y aquel borracho viejo, que apenas puede sostenerse con la f?rula, ni cabalgar bien en su cabizbaxo jumentillo. Por donde quiera que pasas te celebran el clamor de los j?venes y las voces de las mugeres; suenan los panderos, las trompetas y las horadadas flautas. Hoy las Tebanas te invocan, y ruegan les asistas propicio y benigno, celebrando tu promulgada fiesta. Solo las hijas de Min?o la profanan empleadas en cardar, en hilar y texer sus lanas, imponiendo tarea ? sus criadas. ,,Mientras que las demas, dixo una de estas j?venes, estan hoy ociosas, y solo cuidan de ofrecer incienso ? una divinidad imaginaria, nosotras que trabajamos baxo los auspicios de Minerva, que es la mejor de las Diosas, procuremos suavizar nuestra ?til tarea con discursos divertidos: contemos alternativamente alguna historia que nos entretenga y haga mas corto el tiempo." Aprueban las hermanas su pensamiento, y la ruegan principie la conversacion. Como sabia una infinidad de historias, tard? en hacer eleccion por qual habia de dar principio. Dudaba si deberia hablar primeramente de t?, Dercere, convertida en pez, y que, despues de tu transformacion, habitas las lagunas de la Siria; ? de Sem?ramis, tu hija, que, baxo la figura de una paloma, fix? su morada sobre las altas torres de Babilonia; ? de los encantos de Nais, que con la dulzura de su voz, ? la virtud de algunas plantas, transformaba en peces ? los j?venes que se aficionaban ? su hermosura, hasta que experiment? en s? igual transformacion; ? ?ltimamente de aquel ?rbol, morera, cuyo fruto era antes blanco, y ahora le produce negro por el contacto de la sangre de dos desgraciados amantes. Agrad?les esta; y como era la historia menos conocida de ellas, se determin? ? referirla, y, continuando en hilar, la principi? en los t?rminos siguientes. F?BULA PRIMERA. En aquella celebrada ciudad que Sem?ramis cerc? de altas murallas, fabricadas de ladrillo, vivian pared por medio P?ramo y Tisbe; el uno el mas gallardo de los j?venes, y la otra la mas hermosa de las doncellas que tuvo el Oriente. La vecindad abri? los primeros pasos para conocerse. Con el tiempo creci? el amor, y hubiera terminado en leg?timo casamiento; pero vedaron los padres lo que no pudieron prohibir: ambos estaban igualmente enardecidos en amor mutuo; nadie lo sabia; hablaban por gestos y se?ales, y quanto mas procuraban ocultar su amor, tanto mas se abrasaban en su oculto fuego. La pared que mediaba entre ambas casas estaba hendida con una peque?a rendija que habia quedado en ella desde que se hizo; defecto desconocido hasta entonces de todos; pero ?qu? cosa se oculta al amor? Tiernos amantes, vosotros tuvisteis los primeros la dicha de verla, y de serviros de ella para expresar, sin que nadie lo advirtiese, vuestros mas dulces sentimientos. Qu?ntas veces P?ramo de un lado y del otro Tisbe decian despues de mil suspiros, y de tomarse mutuamente la respiracion: ,,Pared envidiosa de nuestra felicidad, ?por qu? te opones al logro de nuestros amores? ?Qu? te costaba permitir la union de nuestros cuerpos, ? si esto era mucho, ? lo menos dieras ensanche ? los ?sculos! Te agradecemos sin embargo el bien que nos dispensas en poder hablarnos por tu medio." Repetian cada dia el mismo discurso, concluy?ndole con un tierno ? Dios, y besando cada uno por su lado la pared, como si sus ?sculos hubieran de penetrarla. Una ma?ana, apenas la aurora habia ocultado las estrellas, y quando el sol con sus rayos enxugaba ya el roc?o de las yerbas, acudieron uno y otro al sitio acostumbrado; y despues de lamentar su triste suerte con mucho silencio, y la situacion ? que estaban reducidos, determinaron enga?ar los guardas, y salir en la pr?x?ma noche de sus casas y de la ciudad; pero temerosos de no extraviarse por el espacioso campo, acordaron juntarse al lado del sepulcro de Nino, y de un moral muy abundante de moras blancas que estaba cerca de ?l ? la m?rgen de una agradable fuente. Aprobaron el concierto muy alegres; y aunque este dia les pareci? mas largo que los otros, lleg? por fin la noche. La cuidadosa Tisbe, aux?liada de las tinieblas, abriendo la puerta con mucho cuidado, se cubre el rostro con un velo, sale de su casa sin ser sentida de persona alguna, atraviesa la ciudad, y llegando la primera al sepulcro de Nino, se sienta debaxo del ?rbol en que quedaron convenidos. El amor la infundia atrevimiento; pero por desgracia viene ? beber ? la fuente inmediata una leona que, despues de haber devorado una vaca, traia en la boca las se?ales de su crueldad. Con la claridad de la luna la ve Tisbe venir ? lo lejos; y huyendo amedrentada ? una obscura cueva, dexa caer el velo con la precipitacion de la fuga. Apagada la sed, se vuelve la cruel bestia ? la selva; encuentra el velo que habia dexado caer Tisbe, y le hace mil pedazos con su ensangrentada boca. P?ramo, que habia salido mas tarde, se llen? de espanto al ver, ? la misma claridad de la luna, huellas nada equ?vocas de una fiera: vi? tambien el velo ensangrentado, y presumiendo alguna desgracia en su amante, exclama: ,,Una misma noche acabar? con estos dos desgraciados amantes. Yo solo soy el culpado; pero la inocente y desgraciada Tisbe era digna de gozar mas tiempo de la vida. Yo te he muerto, decia, muger digna de compasion, induci?ndote ? venir de noche ? un sitio tan medroso, y al que debia llegar el primero para defenderte. Fieros leones que habitais los senos de esas c?ncavas rocas, venid, despedazad mi cuerpo, arrancad mis p?rfidas entra?as con vuestros dientes crueles; pero no, que es de esp?ritus cobardes el desearse la muerte." Levanta el velo de la desgraciada Tisbe, y se encamina con ?l al ?rbol se?alado: le ba?a con sus l?grimas, y despues de besarlo: ,,T? debes, dice, ser tambien te?ido con mi sangre: rec?gela, pues es justo sea mezclada con la de mi querida Tisbe." Articuladas estas palabras, se atraviesa con su espada, y sac?ndola de la herida cay? de espaldas en tierra. Salta su sangre con la misma impetuosidad que suele el agua de un roto ca?o, que despedida con violencia parece que corta el ayre. El fruto de este ?rbol rociado con la sangre se volvi? negro, y empapada en ella su raiz ennegreci? repentinamente las moras. Tisbe, aun no bien recobrada del susto, sale de la cueva por no incurrir en falta: busca ansiosa ? su amante para contarle el riesgo de que se habia librado. Ex?mina el parage por ambos convenido; pero el nuevo color del ?rbol la hace dudar algun tiempo si era este ? algun otro donde debian juntarse: en esta incertidumbre ve en el suelo un cuerpo palpitando. T?rbala este espect?culo, retrocede, se queda mas amarilla que el box, y se estremece al modo que lo hace el mar quando el blando c?firo agita su superficie. Mas al fin, par?ndose ? reflex?onar un poco, reconoce ? su desgraciado amante, y, dex?ndose llevar de su fiero dolor, comienza ? despedazar sus brazos, indignos de tal tratamiento, despide lastimeros ayes, arranca sus cabellos, last?ma su pecho; y por ?ltimo abraza con entra?able amor el cuerpo de su amante, riega la herida con sus l?grimas, mezclando su llanto con la sangre, y besando mil veces aquel yerto semblante. ,,P?ramo, le decia, ?qu? funesto accidente me priva de tu vida? Resp?ndeme: advierte que tu querida Tisbe es quien te llama; esc?chame, querido, y echa una ojeada siquiera sobre la infeliz Tisbe." Al oir este dulce nombre abre P?ramo sus moribundos ojos, y espira despues de haberla visto. Mas viendo Tisbe su velo, y la espada de P?ramo fuera de su vayna: ,,?Ah infeliz! exclama, tu misma mano, tu mismo amor fue tu verdugo; pero tambien hay en la mia fortaleza para imitarte, tambien tengo amor que me d? fuerzas para resistir las heridas; aun despues de muerto te seguir?, y se dir? de esta desdichada, que si yo he sido causa de tu muerte, soy tambien compa?era en tu sepulcro. Y t?, ? quien la muerte sola podr? arrancar de mis brazos ?ay! ni aun despues de ella habr? cosa alguna que nos separe. Desventurados padres de estos infelices amantes, no os opongais, os lo suplican ambos, no os opongais ? que encierre un mismo sepulcro ? aquellos ? quienes han unido para siempre la muerte y el amor mas tierno. Y t?, ?rbol funesto, que haces sombra al cuerpo de mi querido, y vas ? cubrir el mio, conserva para siempre la se?al de nuestra desgracia; tus frutos l?gubres y tristes sean un eterno monumento de que has sido te?ido con la sangre de dos desgraciados," dixo: y tomando la espada, aun caliente con la sangre de P?ramo, la apunt? ? lo mas baxo de su pecho, y se dex? caer sobre ella. Sus ruegos enternecieron ? los Dioses, y conmovieron ? sus padres: porque el fruto del ?rbol, al paso que madura se va volviendo negro, y las cenizas de entrambos, retiradas de la hoguera, fueron colocadas en una misma urna. Poco despues que Alcitoe acab? su historia, tom? Leuconoe la palabra, y escuch?ndola sus hermanas: sabed, las dixo, que el Sol, ese Dios que lo alumbra y gobierna todo con su luz, no estuvo ex?nto del amor. Voy ? referiros su aventura. Como todo lo registra el primero, dicen que descubri? el adulterio de Venus con Marte; y envidioso ? zeloso del hecho, se lo cont? al esposo de esta Diosa, mostr?ndole el parage y sitio de la traycion. Constern? tanto esta noticia ? Vulcano que qued? sin seso, se le cay? de las manos la obra, y hasta el martillo con que la trabajaba. Mas volviendo sobre s? se puso ? hacer una red y lazos de alambre tan sutiles y delgados que apenas eran perceptibles; no excederian ? su delicadeza ni el hilo mas delgado, ni las mas delicadas telas de ara?a que penden del techo. H?zola con tal artificio que el mas leve movimiento pudiera jugarla. Tendi?la al rededor del lecho de Venus, de suerte que apenas entr? en ?l con Marte, ambos se quedaron presos y abrazados. Contento Vulcano con tan buen suceso, abri? las puertas de su aposento, y convid? ? los Dioses ? ver el espect?culo; hall?ronlos feamente abrazados, cosa que excit? ? los Dioses ? risa, sin embargo de que no falt? entre ellos alguno menos r?gido que quisiera verse avergonzado ? tal precio. El hecho fue contado y sirvi? mucho tiempo de conversacion en el cielo. Ofendida en extremo Venus, resolvi? vengarse del que habia descubierto su delito, ? hizo arder en un amor igual al suyo al que descubri? su oculta pasion. ?De qu? te sirven, hijo de Hiperion, tu hermosura, tu color y tu brillante luz? T? que esparces por todas partes el fuego, te dexas abrasar de una nueva llama; t?, que debes mirarlo todo, fixas solo tus ojos en Leucotoe. Sales antes y vuelves despues de lo ordinario ? la mansion de Tetis: por contemplar despacio su beldad, haces mas largos de lo ordinario los dias del invierno: deliras algunas veces, y comunicando la ceguedad de tu entendimiento ? los rayos que despides, pones en consternacion con su obscuridad ? todos los mortales. Quando te turbas, no es porque se ponga entre t? y la tierra la luna que est? mas cerca de ella: el amor produce este color t?trico. Sola Leucotoe causa tus delicias; ya no te acuerdas de Climene, ni de Rodas, ni de la hermosa madre de Circe, ni de Clicie, que sin embargo de haberla t? despreciado, deseaba colgarse de tu cuello en el mismo tiempo en que te habia el amor herido gravemente con otras flechas. Leucotoe te hace olvidar todos tus amores. Fue esta hija de Eurinome, la mas hermosa de toda la Arabia; pero despues que lleg? ? su juventud, la hija excedia tanto en hermosura ? su madre, quanto esta habia excedido ? todas las de su tiempo: su padre Orcamo fue el que gobern? la Persia, siendo el s?ptimo Rey despues de Belo. El pasto de los caballos del sol est? h?cia el poniente, donde, descansando de la fatiga del dia, se alimentan de ambrosia en vez de yerba, con cuyo sustento recobran las perdidas fuerzas para volver ? la tarea. Una noche, mientras ellos pacian, entr? el sol en el aposento de su amada Leucotoe baxo la figura de su madre, y la hall? hilando ? la luz, acompa?ada de doce criadas. Yo tengo que hablarte, la dixo, d?ndola un ?sculo; retiraos vosotras, pues no necesita de testigos el secreto que intento confiar ? mi hija. Obedecieron, y habiendo quedado solos, la dice: ,,Yo soy el que gobierna el a?o, el que todo lo ve y todo lo alumbra; yo soy la luz del mundo; y yo, creeme, estoy enamorado de t?." Leucotoe se llena de temor, y con el miedo dexa caer de sus tr?mulas manos el huso y la rueca. El rubor la hacia mas hermosa; y Febo, para no retardar sus deseos, cobra su verdadera figura y su propio resplandor. Leucotoe, aunque al principio espantada con un resplandor tan repentino, accedi? por ?ltimo ? los deseos de Apolo, dex?ndose llevar de su hermosura. Se abrasa de zelos Clicie, porque el amor que le habia tenido era vehemente, y deseosa de vengarse de su rival, publica su delito hasta ponerlo en noticia del padre de Leucotoe. Enfurecido Orcamo con esta nueva, manda enterrarla viva, y echar sobre su cuerpo una porcion de arena, sin atender ? la desgraciada Leucotoe, que, levantando las manos ? su amante, juraba que fue violentada. El sol, con la actividad de sus rayos, entreabri? la tierra que te cubria, ? graciosa Ninfa, para que pudieses levantar tu sepultada cabeza; pero en vano, porque ya te habia quitado la vida el peso de la arena. Despues de la desgracia de Faeton, no habia experimentado el sol un dolor mas vehemente. Procur? reanimar con su calor el yerto cad?ver de su amada; pero el destino hizo in?tiles sus esfuerzos. Quej?se, gimi?, y rociando con nectar el cuerpo de Leucotoe, y la tierra que la cercaba: ,,Al menos, dixo, tendr? el consuelo de restituirte al ayre." En efecto, el cuerpo liquidado en un humor oloroso empap? la tierra, la qual, formando raices y rompiendo el t?mulo, brot? las varas que producen el incienso. El amor, que habia sido causa de la indiscrecion de Clicie, hubiera podido disculparla; pero sin embargo, desde aquel dia la mir? Apolo con indiferencia, y jamas volvi? ? tener comercio con ella. Sus desprecios la conduxeron ? una terrible desesperacion; y reducida ? la situacion mas lamentable, no pudo sufrir la compa??a de las ninfas. Expuesta continuamente ? la inclemencia de los elementos, desnuda, y el cabello suelto, no prob? otro alimento en nueve dias que sus l?grimas y el roc?o del cielo. Inm?vil en este tiempo, solo volvia al sol los ojos, sigui?ndole con ellos mientras duraba su curso. Cuentan que su cuerpo qued? unido ? la tierra; que la parte inferior de ?l apareci? de un color c?rdeno, y que en lugar del rostro se veia una flor tornasolada con mezcla de violeta. Aunque asida ? la tierra por sus raices, no dexa de volverse h?cia el sol, mostr?ndole, ? pesar de su transformacion, lo mucho que le ama. Caus? bastante admiracion en sus hermanas lo que Leuconoe acababa de referir. Las unas decian que era increible: las otras, que todo lo podian los verdaderos Dioses; pero que no era Baco de este n?mero. Alcitoe nada habia dicho aun; y por lo mismo la suplicaron contase alguna historia, y la obligaron ? ello con el silencio. Nada os hablar?, dixo, continuando su labor, de la aventura del pastor Dafnis, que guardaba sus reba?os en el monte Ida, y ? quien una Ninfa, zelosa de su rival, convirti? en roca. ?Tanto furor como este inspira el amor quando es despreciado! Esta historia es bien sabida de todos. Tampoco dir? la de Esciton, hombre y muger ? un tiempo. Pasar? en silencio la de Celmo, tan fiel ? J?piter en su infancia, y que despues, por su indiscrecion, fue transformado en diamante. No me detendr? en la de los Curetes, que se formaron de una lluvia. Tampoco es mi ?nimo contaros la de Croco, ni la de Esmilax convertidos en flores; pero s? quiero divertiros con una historia agradable. Vosotras ignorareis quiz? por qu? la fuente Salmacis vino ? hacerse tan nombrada, y por qu? sus aguas vuelven ? los hombres floxos y afeminados; oidlo pues, que el efecto es tan patente como la causa oculta. Las N?yades criaron en las cuevas del monte Ida un ni?o nacido de Venus y Mercurio: sus facciones eran tales que demostraban bien quienes eran sus padres, y de ambos tom? despues el nombre. Quando lleg? ? la edad de quince a?os abandon? los montes en donde se habia criado, deseoso de ver nuevas tierras y nuevos rios, haci?ndole este mismo deseo menos sensibles las incomodidades de sus viages. Habia ya visto las ciudades de Licia, y llegado ? Caria, que est? cerca, quando se par? junto ? una fuente, cuyas aguas eran tan puras que veia f?cilmente su fondo; nada la enturbiaba; ni juncos, ni ca?as, ni ovas. Un cesped siempre verde formaba al rededor de ella una hermosa cenefa. La Ninfa que la habitaba, ni tenia aficion ? la carrera, ni ? la caza, ni ? disparar el arco: era la ?nica de las N?yades que jamas conoci? Diana. Solian decirla sus hermanas: Salmacis, ?rmate de un dardo, toma una aljaba, reparte el descanso con el exercicio de la caza; pero sus persuasiones eran in?tiles, porque la ociosidad formaba todas sus delicias. No tenia otro placer que ba?arse, cuidar de adornar sus cabellos con un blanco peyne de Venus, y consultar en el cristal de las aguas los adornos que la sentarian mejor. Unas veces, adornada de un brillante vestido, permanecia reclinada sobre la yerba y el cesped; otras se divertia en coger flores; y en esto estaba entretenida quando descubri? al j?ven Hermafrodito. Apenas le vi? se enamor? de su hermosura, y dese? tenerle por marido; pero aunque lo deseaba, no quiso acercarse ? ?l hasta engalanar bien su cuerpo y componer sus miradas de modo que pudiera parecer la mas bella ? los ojos de este j?ven. Luego que se adorn? ? su placer, le dixo: ,,J?ven extrangero, quien quiera que seas, pues algunos te tendrian por un Dios, si lo eres, no puedes dexar de ser el mismo Amor; y si eres un simple mortal ?que felicidad para tus padres tener un hijo de tanta gentileza! ?qu? afortunados ser?n tus hermanos si los tienes! ?qu? ventura para la que tuvo el cuidado de criarte! Pero mas que todos dichosa tu esposa, si es que estas casado, ? la que haya de honrar la tea nupcial y coronar el himeneo: si es que ya posee alguna esta felicidad, perm?teme gozar de t? secretamente; mas si hasta ahora no tienes hecha eleccion de muger, yo te ofrezco mi mano, y descansaremos en un mismo lecho." Call? Salmacis y Hermafrodito se llen? de verg?enza al oirla, como que no sabia qu? era amor, pero su mismo rubor a?adi? nuevas gracias ? su belleza. El color de su rostro parecia al de las manzanas coloradas quando estan colgadas del ?rbol, ? al marfil te?ido de encarnado, ? al de la luna en su eclipse en una noche serena. ,,Al menos, continu? Salmacis, d?me algun ?sculo del modo mismo que le darias ? una hermana tuya;" y diciendo esto quiso arrojarse ? sus brazos. ,,Modera tus transportes, la dixo Hermafrodito, si no quieres que huya de t? para siempre. No, detente, replic? Salmacis, consternada con esta amenaza; t? eres Se?or de este sitio, yo te cedo su dominio." Al pronunciar estas palabras, fingi? alejarse de all?, y se ocult? detras de unas espesas matas para acecharle sin ser vista. Entonces el j?ven, como muchacho, y creyendo hallarse solo en un lugar tan frondoso, ya se paseaba de una ? otra parte, ya metia los pies en el agua, y ya, convid?ndole ? ba?arse su frescura, se determin? ? desnudar. El incentivo de este objeto acrecent? la pasion de la Ninfa; brillaban sus ojos como los rayos del sol quando reflexan en un cristal, y apenas podia contener sus conmociones, ni dilatar su deseo. Salt? al agua Hermafrodito, y mientras nadaba, parecia su cuerpo una hermosa figura de marfil, ? una azucena vista por el cristal. ,,En fin yo venzo;" exclam? Salmacis, desnud?ndose y ech?ndose al agua. Acercase ? ?l, le asegura ? pesar de su resistencia, le da algunos ?sculos, le sujeta las manos, toca sus pechos estrech?ndole consigo por todos los modos posibles. As? como la serpiente quando es arrebatada por un ?guila, la oprime y se enrosca en sus alas y garras; as? como la yedra se enlaza ? un ?rbol, ? como el pulpo ? la presa que descubre sobre las aguas, as? la Ninfa Salmacis se arroja y estrecha con el indiferente Hermafrodito. En vano hace esfuerzos para desasirse de ella; en vano se resiste ? su ternura; la Ninfa le ruega mas y mas, le hostiga, le solicita; pero un cruel desprecio es el solo premio que da ? sus delirios. ,,? pesar de todos tus esfuerzos, le dice, no te desprender?s de m?: Dioses haced que nada me separe de este p?rfido." Oyeron los Dioses su s?plica, y sus dos cuerpos se hicieron uno solo, y uno solo sus dos rostros. As? como vemos dos ramas, que creciendo se unen, y las cubre una misma corteza, as? sus dos cuerpos parecieron uno solo, sin que se pudiera decir si era de hombre ? de muger; pues nada era siendo uno y otro. Viendo Hermafrodito que acababa de mudar de sex?, y que su cuerpo era mitad hombre y mitad muger, habl? ? Mercurio y ? Venus con una voz no ya como antes de hombre. ,,?? padre mio! ?? madre! les dice, no negueis ? vuestro hijo la gracia que os pide; y es, que todos los que vengan ? ba?arse ? esta fuente experimenten esta misma transformacion." Su s?plica fue oida; porque Mercurio y Venus derramaron en la fuente una esencia que la comunic? la virtud de hacer mudar de sex?. Despues de haber concluido su conversacion las Mineidas, aun manifestaban, continuando su labor, el desprecio que hacian de Baco y de sus fiestas, quando de repente oyeron un confuso ruido de tambores, flautas y trompetas, que las sorprehendi? tanto mas quanto no veian persona alguna que le originase. Un olor de mirra y azafran se esparci? en su aposento, y, lo que parecia increible, su tela se cubri? de verdor y brot? p?mpanos y hojas de yedra. El hilo que acababan de emplear se convirti? en sarmientos cargados de uvas, y estos tomaron el mismo color de p?rpura de que era su labor. Era ya aquella parte del dia en que las sombras que empiezan ? cubrirle, y la luz que va desapareciendo, hace dudar si es dia ? noche, quando un espantoso ruido estremeci? toda la casa. Se llen? repentinamente de antorchas encendidas, y de otros fuegos que brillaban por todas partes: oy?ronse aullidos horrendos, como si la casa estuviese llena de fieras. Las Mineidas aterradas huyeron de la luz y el fuego; pero mientras buscaban los parages mas solitarios para ocultarse, se reducen ? una peque?ez increible, cubre sus cuerpos una delgada membrana, y se extienden sobre sus brazos unas alas delicad?simas. La obscuridad del sitio en que estan ocultas, las impide conocer que habian mudado de figura; se elevaban en el ayre, sosteni?ndose con unas alas, no de plumas, sino de una piel transparente. Querian hablar para expresar su pena, pero formaban solo un sonido endeble y proporcionado ? la peque?ez de sus cuerpos. Complac?alas habitar en las casas y no en las florestas como las demas aves; huian de la luz volando solo de noche, y por esta causa se las di? el nombre de Murci?lagos. Esta maravilla inspir? en los Tebanos un gran respeto ? Baco; Ino, tia de este, la referia en todas partes, confesando que no habia experimentado otro dolor que el que le causaron las desgracias de sus hermanas. Envidiosa Juno de la prosperidad de esta Princesa, que estaba envanecida por ser esposa de Atamante, por tener muchos hijos, y la gloria de haber criado ? Baco; Juno, digo, no pudo disimular por mas tiempo su encono. ,,?C?mo, decia, el hijo de una rival mia pudo precipitar en las olas y convertir en delfines ? los marineros que le despreciaban? ?Inducir ? una madre ? despedazar ? su propio hijo, y transformar en murci?lagos ? las tres hijas de Min?o? ?Y todo el poder de Juno se limitar? ? derramar l?grimas in?tilmente? ?Quedar? contenta con tan d?bil satisfaccion? ?Est? limitado mi poder ? solo esto? No: el mismo Baco me ense?a como he de vengar mis ofensas; l?cito es aprender del enemigo. El homicidio de Pent?o me hace conocer demasiado lo que puede el furor; ?pues por qu? Ino no ha de experimentar los efectos mismos que sus hermanas?" Hay un camino declive obscuro, con ?rboles funestos, que conduce ? los infiernos por parages que hacen mas pavoroso su silencio; exhalan continuamente muchas nieblas las aguas de la Estigia, por donde las sombras de aquellos que recibieron los honores de la sepultura baxan al infierno. La palidez y el frio habitan all?, y los Manes nuevos ignoran el camino que conduce ? la Estigia, y donde est? la Corte de Pluton, que tiene mil entradas, y todas abiertas. Aquel lugar recibe todas las almas, as? como el Oc?ano quantos rios corren sobre la tierra, y ? pesar de las innumerables que llegan ? ?l parece estar siempre vac?o. De todas partes llegan almas separadas de sus cuerpos: unas freq?entan el Foro, otras se apresuran ? hacer la corte ? Pluton, y finalmente todas se dedican ? los mismos exercicios en que se habian ocupado sus cuerpos durante su vida, sin contar con las que estan en los tormentos. Irritada Juno , dexa su mansion celeste para descender ? la l?gubre estancia. ? su llegada, la puerta por donde entr?, hizo un ruido extraordinario. Abri? sus tres bocas, y ladr? tres veces el Cancerbero. Llama al instante ? las Furias, hijas de la Noche, que estaban sentadas ? la puerta de aquella tenebrosa c?rcel peinando las enroscadas serpientes que tenian por cabellos. Luego que vieron ? Juno por entre la obscuridad, se levantaron. La prision que custodiaban era la mansion de las almas criminales: all? Ticio, cuyo cuerpo ocupa el espacio de nueve yugadas, es despedazado por un buytre; all? T?ntalo corre tras del agua que le huye, procurando en vano coger el fruto de un ?rbol que se aleja; all? Sisifo se afana en subir la pe?a que al punto ha de volver ? rodar; all? Ix?on da vueltas eternamente atado ? una rueda, huyendo y busc?ndose ? s? mismo: all? en fin las hijas de D?nao, que se atrevieron ? dar muerte ? sus maridos, se afanan en llenar de agua unas vasijas horadadas. Juno, habiendo mirado con severidad ? estos desgraciados, y en especial ? Ix?on, y despues ? Sisifo: ,,?Por qu?, pregunt? ? las Furias, es este el solo de sus hermanos que se ve condenado ? tormentos eternos, quando el soberbio Atamante y su muger, teniendo siempre la vanagloria de despreciarme, habitan en un palacio magn?fico?" Cont? en seguida ? las Furias la causa que tenia para aborrecerles, lo que la hacia descender ? los infiernos; y finalmente lo que pretendia de ellas. Su intento era echar por tierra el palacio de Cadmo, y que las Furias induxesen ? Atamante ? cometer una horrorosa maldad. Para obligar ? las Diosas ? que cumplan sus deseos, las interesa con s?plicas y ofertas, pero con un cierto imperio. Tisifone, sacudiendo sus canas erizadas, y desviando sobre sus espaldas las culebras que la rodeaban: ,,Excusemos, dixo ? la Diosa, de rodeos: haz cuenta que ya estan puestos en execucion tus preceptos; y as? dexa este triste Reyno, y vuelve al Olimpo ? respirar un ayre mas benigno." Juno sale regocijada; y al ir ? entrar en el cielo, derrama sobre ella Iris, hija de Taumante, un celestial roc?o con que queda purificada. La severa Tisifone toma al momento una hacha te?ida en sangre y un vestido asimismo ensangrentado, se ci?e una serpiente, y sale de aquel Reyno tenebroso. El llanto, el pavor, el terror y el furor que lleva en su semblante, la fueron acompa?ando. Llega al umbral de la casa de Atamante, se estremece la portada; y sus puertas, hechas de madera de acebuche, se llenan de obscuridad, y hasta el sol retira de all? sus rayos. Aterrados Atamante y su esposa con tales prodigios, querian echarse fuera del palacio; pero les cerr? el paso la implacable Furia extendiendo los brazos enlazados con las enroscadas v?boras, y sacudi? su cabello. Hacen un fuerte ruido las culebras; se esparcen unas por las espaldas, y otras, dex?ndose caer por el rostro al pecho, dan silbidos, vomitan negra ponzo?a, y esgrimen las abrasadoras lenguas. Arranca Tisifone dos de entre todas, y con su pest?fera mano las arroj? contra Ino y Atamante. Corren en sus senos, ? los que inficionan de un hedor pestilencial, pero sin lastimar sus cuerpos, como que el alma sola habia de padecer los tormentos que les tenia preparados. Habia traido tambien consigo la Furia un sutil veneno, compuesto de la espuma que arroja por la boca el Cancerbero, de la ponzo?a de la Hidra, y de quanto podia inspirar el olvido, el delito, la rabia, el llanto y el deseo del homicidio; y habiendo mezclado este veneno con sangre reciente, lo hizo cocer en una caldera de cobre, agregando tambien una porcion de cicuta. Vali?ndose la Furia de la ocasion que la ofrecia el espanto de estos dos esposos, vierte aquella fatal confeccion en sus pechos, que inmediatamente penetra hasta sus entra?as. Da muchas vueltas con el hacha que llevaba, consiguiendo encenderla con esta agitacion; y ufana de su triunfo, como de haber obedecido ? la Diosa, se desci?e la serpiente, y regresa al obscuro reyno de Pluton. Enloquecido de improviso Atamante, corre furioso por medio del palacio gritando: ,,?ah! compa?eros, tended las redes en estos bosques, que he visto una leona con dos cachorros hijos suyos." Al decir esto persigue ? su esposa furioso como un loco, teni?ndola por fiera; arrebata de su seno ? su tierno hijo Gearco, que le tendia los brazos muy risue?o, y volte?ndole muchas veces ? manera de onda, hace pedazos sus tiernos miembros arroj?ndolos contra un pe?asco. Entonces la dolorida madre, ya instigada del mismo dolor, ? del veneno esparcido en sus entra?as, huye con el cabello desgre?ado, fuera de s?, y con espantosos aullidos, y llev?ndote en sus brazos, tierno Melicerto, va diciendo ? voces: ?Evohe, Baco! Pero Juno, ri?ndose al oir tal nombre: ,,S?, dice, que te ampare ese Dios que tu criaste." Sobresale ? orilla del mar un escollo, que socavado en su parte inferior por las olas, las da sosegada acogida en su concavidad: forma en su parte superior varias puntas, y se extiende sobre las aguas ? largo trecho. Ino, animada de su mismo furor, sube sin temor ? la roca, y desde ella se precipita al mar con su hijo, ? cuyo golpe se cubri? el agua de blanca espuma. Compadecida Venus de la desgracia no merecida de su nieta, habl? ? Neptuno, su tio, en estos t?rminos: ,,Dios de los mares, ? quien toc? el imperio que mas se parece al celestial, mucho es lo que te pido; pero compad?cete de una familia que tanto me interesa, y ves fluctuar en medio de las olas del mar: col?cala pues en el n?mero de tus deidades; tambien yo he sido favorecida del mar, pues engendrada en otro tiempo en sus profundidades, fui espuma, y de esta tengo en el idioma griego el mismo nombre." Accedi? Neptuno ? sus ruegos; y despojando ? Ino y Melicerto de quanto tenian de mortales, les adorn? de una magestad digna de veneracion, d?ndoles nuevo nombre y nueva forma, por lo que se llamaron desde entonces, Ino su madre, Leucotea; y Melicerto su hijo, Palemon. Siguieron con toda la presteza que pudieron las matronas Tebanas las huellas de Ino; y viendo que estas las conducian hasta la extremidad del pe?asco, no dudaron de su desastrada muerte: rasgaron sus vestiduras, arrancaron sus cabellos, ? hirieron sus pechos llorando amargamente las desgraciheat land, but the top was covered with forests. At last he decided to cut and sell the timber, and use the land for raising more wheat. He did so, but now there was no spreading foliage to check the dash of the heavy rains as they fell to the ground. As they sank below the surface there were no masses of tangled roots to hold the moisture in the soil and to carry it up into the air again through the trees. As the water penetrated deeper, the soil became softened, and was carried away down the hillside. It was only a muddy little stream, but it took away some of the richest soil from the fields, and the next year's crop was not quite so good. Every rain that fell carried more of the fertile soil down the hillside, and the next year the farmer wondered that the yield was still less. After a few years he ceased to sow the field because it had never paid for its cultivation, and was constantly growing poorer. But it was too late then to repair the damage that had been done. There were no seeds of forest trees left in the ground and the farmer did not plant them, so the ground lay idle and desolate. The rain wore deep gullies down the hillside, which, as they grew larger, became more of a menace to the lands below them. The streams soon grew large enough to take the top-soil from the fields lower down, and in a few years more the whole farm had grown so unproductive that the farmer, tired of the struggle, left the farm and went to the city to make a living. Add to tbrJar First Page Next Page |
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