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Read Ebook: Fantasia of the Unconscious by Lawrence D H David Herbert
Font size: Background color: Text color: Add to tbrJar First Page Next PageEbook has 417 lines and 65886 words, and 9 pagesTranslator: Francisco Crivell Illustrator: Jos? Asensio y Torres NOTA DE TRANSCRIPCI?N METAMORF?SEOS TRANSFORMACIONES DE OVIDIO, TRADUCIDOS AL CASTELLANO, CON ALGUNAS NOTAS PARA SU INTELIGENCIA, NUEVA EDICION. MADRID EN LA IMPRENTA REAL A?O DE 1805. INDICE de las F?bulas contenidas en este Tomo. Pag. LIBRO PRIMERO. LIBRO SEGUNDO. LIBRO TERCERO. PR?LOGO. Diria que Ovidio en este Poema es en exceso redundante y nimio: es recargado y prolixo: es enfadoso, y pesado en sus descripciones; y ? las veces algo amigo de conceptillos y de jugar del vocablo; pero en medio de estos, que me parecen lunares, hallo golpes y pinceladas las mas maestras, y rasgos ap?nas imitables. Ovidio quiso decirlo todo, y no dexar libertad al lector para que pensase y discurriese. No sabe dexar el pincel de la mano, ni apartarle de la tabla, cargando y recargando mas y mas sus quadros, hasta enervar el vigor de la invencion primera. El fluxo, el arrebatado raudal de frases y palabras, que hacia esfuerzos en su imaginacion por saltar ? la pluma, no podia m?nos de cerrar en gran parte el paso ? la fuerza po?tica, y ? las im?genes valientes que diferencia al poeta de los meros trobadores. Diria en fin, que las Transformaciones de Ovidio, sin embargo de ser un poema que no acab? de limar, es de mucho atractivo para la juventud, y propio para formar la fantas?a de buenos poetas, y mucho mas para instruir en la Mitolog?a ? los pintores y escultores. Acaso fuera un poema mas completo, si Ovidio le hubiera compuesto en sus ?ltimos a?os. Forj?le en el fuego de su juventud, y por lo mismo traslad? ? ?l todo el vigor de su imaginacion, aun no madura; y quando en su destierro quiso quemarle ? corregirle, ya no pudo, por haberse multiplicado las copias en Roma y otras partes. Yo he formado juicio de que los buenos maestros, los buenos jueces y los buenos censores en poes?a son aun mas raros que los buenos poetas, con serlo tanto estos. Igualmente he fallado para m?, que la mayor parte de los preceptistas y escritores de artes po?ticas, quando han querido poner en execucion sus mismas reglas y preceptos, no han producido nada de sublime, ni aun quiz? han adquirido una median?a. Quanto ? lo primero, hemos visto sabios que elev?ron ? Estacio sobre todos los poetas latinos: otros hici?ron ? Lucano superior ? Virgilio. Respecto ? lo segundo, ser? buen exemplar Julio C?sar Escal?gero, que habi?ndonos dexado excelentes preceptos de poes?a, nos dex? tambien poemas que corresponden bien poco ? lo que deb?amos esperar de aquellos juiciosos preceptos. Sobre el modelo de Escal?gero se han vaciado despues innumerables po?ticas; pero los versos de sus autores no parecen fruto de las reglas que prescribi?ron. D?xese, pues, en su lugar el m?rito po?tico de las Transformaciones de Ovidio, y vamos ? la necesidad que tienen de ellas los profesores de pintura y escultura, para el buen desempe?o de las f?bulas que se les ofrece executar en sus facultades. Hace muchos siglos que las inconcusas verdades de la religion cristiana corri?ron del entendimiento humano el denso velo que cubria los ojos de la gentilidad, y el enemigo comun no pudo ya tenerla mas tiempo fascinada con deidades mentidas, ? inventadas ? capricho de los hombres; qued? demostrada con argumentos invencibles la imposibilidad y lo absurdo de tales seres. De J?piter que manejaba los rayos; de Juno que gobernaba los ayres; de V?nus que repartia gracias; de Marte que vencia las batallas, y de otros infinitos seres de igual clase, nada mas ha quedado que sus nombres fabulosos, y la verdadera certidumbre de que los hombres los fingi?ron, y de que jamas han ex?stido. Pero los hombres sabios, aunque sobradamente desenga?ados de la vanidad de tales Dioses, parece no han podido alejarles totalmente de su fantas?a. Les han conservado un distinguido lugar en la dram?tica, en la l?rica, en la ?pica, y aun mas en la pintura y escultura. Verdad es que los profesores de estas artes solo llaman en su socorro estos fabulosos Dioses para asuntos aleg?ricos, comparando sus acciones, gusto, genio &c. con los de aquellas personas que quieren simbolizar baxo de los gerogl?ficos que llaman f?bulas. ?Se han de representar las ilustres haza?as de un h?roe guerrero? Inmediatamente se piensa en H?rcules, triunfador valeroso en todas sus empresas y trabajos. ?Se debe construir una fuente magn?fica, rica y abundante de aguas? Al punto viene Neptuno con su tridente, carroza de conchas, caracoles y mariscos, cortejado de Nereydas, Tritones, Delfines y demas gente de escama. Para simbolizar la liberalidad y beneficencia de un Pr?ncipe, he aqu? que sale J?piter, dador de todos los bienes. Quando se quiere significar la integridad de un Magistrado, se pintan los tres Jueces de la casa de Pluton, y Astrea con su balanza. Marte reyna en la guerra; Mercurio en el comercio; Ceres en los campos; Amaltea con su cornucopia demuestra la abundancia; Pluton gobierna los infiernos; Saturno, que es el tiempo, lo destruye y aniquila todo con su guada?a. Estos y otros infinitos objetos aleg?ricos y mitol?gicos enriquecen la imaginacion de los artistas; y ciertamente no tenemos escritor alguno que mejor ni con mas gracia se les inspire y sugiera que Ovidio en estas Transformaciones: no se content? con referirnos la teogonia, ? generacion de los Dioses fabulosos, como hizo Hesiodo, sino que imitando ? Partenio , y ? otros dos ? tres fabulistas, fragu? sus Transformaciones, unas tomadas de la Mitolog?a antigua, ampliadas ? su gusto y facundia po?tica, y otras acomodadas ? la f?sica y cosas naturales: bien que casi todo fingido ? placer, y no solo falso, sino tambien inveros?mil, y ex?gerado en extremo. Mas esta misma variedad y travesura puede fecundizar la imaginacion de los artistas y poetas en invenciones caprichosas, como sepan y puedan contenerse dentro de los l?mites de la congruencia y decoro. Podr?n, por exemplo, representar con elegancia los errores y temeridades de la desaconsejada juventud en Faeton, Icaro, Acteon, Merope, Neso, Ariadna y Narciso; la vanidad y presuncion en Marsias y Aracnea; la detestable voracidad en Car?bdis y Licaon; la bastarda avaricia en Bato; la hospitalidad en Filemon y Baucis; la criminosa pasion en Biblis y Macreo; la detestable fiereza y crueldad en Medea; los desgraciados amores en P?ramo, Tisbe y en Adonis: la imprudencia en Ascalafo; la facilidad en Danae, Leda y Europa; la horrible brutalidad en Ter?o, y la constancia en Filomela &c. En suma, la lectura de las Transformaciones de Ovidio ser? un mineral inagotable para los artistas; y para los otros sobremanera gustosa sobre todos los libros de Mitolog?a. Aun la misma pesadez, nimiedad y redundancia, con que procede en algunas narraciones, puede convenir ? ciertos artistas de invencion remisa y obtusa, ? quienes hay necesidad de mover y estimular con repeticiones y nuevos modos de significar las cosas. En efecto, se hallan algunos artistas, ? quienes nada sobra por mucho que una descripcion se les repita, para que la desenvuelvan, la vistan y la ex?rnen en sus dise?os. Para los artistas seria mucho mejor esta obra si se pudiese poner en verso castellano con el mismo fuego que tiene en el latino; pero esto, en mi dict?men, es poco m?nos que imposible. Aun quando hubiera quien saliese con tanto empe?o, se dexaria una gran parte de las bellezas que tiene en el original, y las que pasasen ? la version llegarian tan d?biles y cansadas, que no las conoceria el autor que las produxo; pero por otra parte les seria mas perjudicial que ?til, ? mi corto modo de entender; porque careciendo muchos de ellos de los principios de la poes?a, cuya sintax?s es tan agena de la que usa la prosa; ? no comprehenderian muchas veces lo que el poeta queria decir, ? lo entenderian quiz? muy al reves, y en tal caso seria mayor la p?rdida que la ganancia. Por esta causa he preferido esta manera de traduccion ? la de los versos, procurando hacer los esfuerzos posibles para expresar con toda claridad el sentido del original: si lo he conseguido ? no lo juzgar?n los sabios imparciales, ? los quales, si he atinado ? complacer en este trabajo, dar? por bien empleados los afanes que me ha producido. VIDA DE OVIDIO. Publio Ovidio Nason naci? en Sulmona, peque?a ciudad del Abruzo, en Italia, el dia 19 de Marzo del a?o 710 de la fundacion de Roma, y 43 a?os ?ntes de la era cristiana, en el consulado de Hircio y Pansa, que fu?ron muertos en aquel mismo a?o peleando contra Antonio cerca de M?dena. Todas estas circunstancias nos las explica ?l mismo en varios lugares, y principalmente en la eleg?a 10 del libro 4 de los Tristes, en que hace un res?men de su vida. Y poco mas abaxo explica el dia de su nacimiento de este modo: Sus padres fu?ron de linage ilustre, de los quales hered? la dignidad de Caballero, con bastantes bienes de fortuna. Tuvo un hermano de un a?o mas de edad que ?l; y lo que es mas de admirar, ?mbos naci?ron en un mismo dia. Desde su juventud di? pruebas de su grande y singular talento; enviado por su padre ? Roma, en compa??a de su hermano, aprovech? tanto, y tom? tal inclinacion ? las letras humanas, y principalmente ? la poes?a baxo de los mejores ret?ricos y poetas, que su padre tuvo que hacerle muchas reconvenciones para que dexase unos estudios en que podia brillar poco, y abrazase la jurisprudencia, en cuya carrera podia llegar ? obtener los empleos mas honor?ficos. D?cil ? su padre, accedi? ? sus deseos; estudi? con prolixidad los oradores, y trat? con freq?encia ? los mas brillantes ret?ricos. Pero luego le desagrad? el foro, pareci?ndole una carga superior ? sus fuerzas, y volvi? ? reconciliarse con las musas: ley? con atencion ? Homero y otros poetas griegos, y ?l fu? respetado de los demas. Todas estas circunstancias las toca ?l mismo en el lib. 4 de los Tristes, eleg?a 10 ya citada, desde la l?nea hasta ? pesar de ser ordinariamente atrevido todo poeta, y por conseq?encia sat?rico &c. tuvo tan buen porte Ovidio, que jamas fu? ultrajado de nadie en sus escritos. As? lo afirma en la eleg?a 10 del libro 4 de los Tristes: Aunque estaba del todo entregado ? la poes?a, no dex? de obtener algunos empleos honor?ficos: fu? Triumviro, aun siendo muy muchacho, y despues Decemviro. En Roma se grange? muchos amigos, hasta al mismo Augusto, con quien tuvo ?ntima confianza. Sus costumbres eran apreciables; muy parco en comer y beber; y aunque muchos de sus versos respiran molicie y pasion al deleyte, ?l mismo confiesa que aquello mas lo hacia el esp?ritu que el corazon. En la ep?stola 10 del libro 1.? del Ponto nos da una idea de todo esto. Se cas? por tres veces: la primera contra su gusto, y con una muger nada proporcionada ? ?l: as? lo dice en la eleg?a 10 del libro 4 de los Tristes: Inmediatamente la repudi?: con la segunda muger hizo lo mismo: ? la tercera tuvo mucho amor, y siempre la conserv? en su corazon; y tuvo de ella algunos hijos. Y en la eleg?a 11 del libro 3 dice: En muchos lugares confiesa que la primera causa de su destierro fu?ron sus versos: ... y aunque nunca descubre la segunda, por no irritar mas ? C?sar, casi nos la manifiesta en la eleg?a 5 del libro 3 de los Tristes, y es la misma ? que yo me inclino arriba. El pais de su destierro, por su inmediacion al Norte, era muy frio y h?medo en extremo, y el mas abominable de todos por la barbarie de sus habitantes; y por eso escribi? en ?l las eleg?as llenas de tristeza y amargura. Algunos le han tenido por muy afeminado, por las adulaciones que desde su destierro escribia ? C?sar, honr?ndole como ? Dios &c.; pues en el mismo Ponto hizo erigir en su nombre una especie de templo donde le ofrecia inciensos; pero estas adulaciones no le salian del corazon, y solo las usaba como un recurso para ablandar el corazon de C?sar, ? fin de que le levantase el destierro, y le restituyese ? Roma; pero todo fu? en vano. Los S?rmatas fu?ron mas sensibles ? sus desgracias: Ovidio no solo encontr? humanidad en aquellos b?rbaros, sino tambien mucha cortes?a: le am?ron, le honr?ron, y su muerte les fu? muy sensible. Muri? ? los siete a?os de su destierro, cincuenta y siete de edad, y catorce despues de la venida de Jesucristo. METAMORF?SEOS ? TRANSFORMACIONES DE OVIDIO. LIBRO PRIMERO. Se divide el caos en los quatro elementos, y luego que cada especie de animales ocup? el lugar que le pertenecia, fu? formado el hombre de agua y tierra. S?guense las quatro edades, acomodadas ? las costumbres de sus vivientes. Maldad y castigo de los Gigantes. Nacen de su sangre hombres entregados ? todo g?nero de maldad. Licaon es convertido en lobo; y todo el orbe de la tierra sumergido en las aguas. Solo se libran Deucalion y Pirra: arrojan estos piedras, de las que nacen hombres, y todo el universo se repara. Nacen los demas animales de la tierra, y entre ellos la serpiente Piton. M?tala Apolo, y se establecen los juegos Pitios en memoria de esta victoria; en los que coronaban de hojas de encina ? los vencedores, porque no ex?stia el laurel, hasta que Dafne fu? transformada en este ?rbol; por cuyo suceso concurren todos los rios ? ? dar el parabien ? ? consolar ? su padre Pen?o, faltando solo Inaco, que se hallaba desconsolado por la p?rdida de su hija I?, ? quien transform? J?piter en Vaca: la entrega Juno ? la custodia de Argos. Este es muerto por Mercurio; sus ojos adornan la cola del Pavo real, ? I? es adorada entre los Egipcios por diosa con el nombre de Isis. Epafo, hijo suyo, tiene una contienda con Faeton, hijo del Sol. Acude ?ste ? su madre, quien le aconseja camine al palacio del Sol su padre, para que le asegure de su legitimidad. INTRODUCCION. He tomado la resolucion de escribir en versos las transformaciones que ha habido de los cuerpos en nuevas formas. Favoreced ?? Dioses! mi intento, supuesto que vosotros habeis sido los autores de ellas, y haced con vuestro influxo que salga un Poema tan completo, que en ?l no se eche m?nos nada desde el principio del mundo hasta estos ?ltimos tiempos. F?BULA PRIMERA. El mar, la tierra y el cielo, que por todas partes les sirve de b?veda, no eran ?ntes otra cosa que un aspecto uniforme de la naturaleza en todo el universo, al que los antiguos llam?ron caos; porque era una masa tosca ? informe, y un peso inerte, en que los principios de todos los seres estaban encerrados y confundidos. Aun no alumbraba Titan con su luz al mundo; ni Febe renovaba progresivamente los cuernos en su creciente. Ni la tierra, sostenida en su misma gravedad, mantenia el equilibrio en medio de los ayres. Ni Anfitrite extendia sus brazos hasta la extremidad de la tierra, y por donde habia tierra habia tambien agua y ayre. De este modo ni la tierra era s?lida, ni el agua fluida: al ayre faltaba la luz; y en suma, ningun elemento tenia aun su propia figura. Los unos servian de obst?culo ? los otros; pues en cada uno de ellos la frialdad chocaba con el ardor; la sequedad hacia resistencia ? la humedad; la dureza ? la blandura, y la levedad ? la pesadez. Hasta que ?ltimamente Dios, ? la Naturaleza mas probida, puso fin ? todas estas desavenencias, separando el cielo de la tierra; esta de las aguas, y el ayre mas raro del mas denso. Desenvuelto el caos en esta forma, coloc? ? cada uno de los elementos en el lugar que le pertenecia, y los enlaz? ? todos en amigable concordia, bien que colocados en diversos lugares. Resplandeci? aquella parte de fuego mas sutil y ligera del arqueado cielo, y fix? su asiento en el lugar mas eminente: el ayre es ? este el mas inmediato en ligereza y situacion: la tierra, mas densa que estos, se apropi? las partes mas crasas, y qued? en el centro equilibrada en su propio peso; y el agua que la ci?e ocup? el lugar ?ltimo, coartando y penetrando la dura redondez de la misma tierra. Luego que aquel Dios, quien quiera que sea, dividi? aquella masa, y as? dividida la distribuy? en sus partes; hizo redonda primeramente la superficie de la tierra ? modo de un grande globo, para que su superficie quedase por todas partes ? igual distancia del centro. Extendi? los mares, y orden? se embraveciesen con la rapidez de los vientos, y que circundasen las riberas de la tierra ce?ida por todas partes de las aguas. Las distribuy? tambien en fuentes, estanques y lagunas; enfren? en sus tortuosas m?rgenes ? los rios, de los quales, aunque colocados en diversos lugares, parte embebe la tierra, y parte van ? desaguar al mar; en donde teniendo un espacio de agua mas dilatado, hallan anchas riberas en lugar de las limitadas que ?ntes tenian. Tambien mand? ? los campos extenderse, ? las selvas cubrirse de hojas, ? los escarpados montes elevarse, y ? los valles abatirse. Y as? como dos zonas dividen por la derecha al cielo, otras dos por la izquierda, y en el centro est? colocada la quinta, que es la mas ardiente; del mismo modo la providencia de aquel Dios dividi? la tierra baxo la misma disposicion. La zona del medio es inhabitable, ? causa de su excesivo calor: las de los dos extremos estan siempre endurecidas con el rigor de la nieve y del hielo; pero las otras dos son templadas con la agradable alternativa de calor y frio. Sobre ellas est? el ayre, que es tanto mas pesado que el fuego, quanto el peso del agua es mas leve que el de la tierra: en ?l determin? que habitasen las nieblas, las nubes, los truenos, que atemorizan al hombre, y los vientos, que forman el rayo y el granizo. Pero el Criador del mundo no permiti? ? estos ense?orearse ? su arbitrio alternativamente de los ayres, pues ? pesar de tener cada uno sus l?mites, con mucho trabajo se les contiene, para que no destruyan al mundo: ?tan grande es la discordia que reyna entre estos hermanos! El Euro fix? su asiento en el pais de la Aurora, y reyna comunmente h?cia la Arabia, la Persia y otros pueblos del Oriente. El lucero de V?nus, y las templadas riberas donde el sol se oculta, cupi?ron por suerte al C?firo. El terrible Boreas se apoder? de la Escitia, y de los helados climas del Septentrion; y la region contrapuesta ? este se humedece con las continuas nubes, y el viento meridional. Coloc? sobre estos el ?ter mas puro y ligero, que nada tiene del ayre denso que nos rodea, y ap?nas habia prescrito ? todos estos seres l?mites fixos, quando los astros, que habian estado ocultos en la masa comun del caos, empez?ron ? brillar por todo el cielo; y para que ? ninguna region faltasen sus propios animales, las estrellas y los Dioses ocup?ron el cielo: los plateados peces habit?ron las aguas, las fieras pobl?ron la tierra, y las aves el ayre. Faltaba aun en el mundo un animal mas perfecto que todo esto, el qual, dotado de un esp?ritu mas sublime, fuese capaz de mandar ? los otros. Fu? hecho el hombre, sea que le formase de su divina semilla el Autor de la Naturaleza, or?gen de mundo mas excelente, ? que la nueva tierra, separada poco ?ntes del sublime ?ter, encerrase dentro de su seno algunas part?culas del cielo, nacido al mismo tiempo que ella; y Prometeo, amas?ndola con las aguas de los rios, la di? una forma semejante ? los Dioses que todo lo gobiernan. Porque quando los demas animales llevan siempre inclinada la cabeza ? la tierra, ? este concedi? el semblante erguido, y le mand? contemplar el cielo, y dirigir ? las estrellas sus elevadas miradas. De este modo la tierra, que ?ntes era una masa informe y sin expresi?n, recibi? con esta mudanza las figuras que ?ntes no eran conocidas. Principi? la edad de oro, y en ella se echaban de ver naturalmente la fidelidad y la justicia, sin que hubiera leyes que las hiciesen observar, ni jueces que las vindicasen. No se conocian ni el castigo ni el temor: ni se grababan en bronce las leyes amenazadoras; ni delinq?ente alguno se miraba temblando en la presencia del juez; porque vivian todos seguros sin necesidad de quien los defendiese. No habia entrado en los mares ?rbol alguno cortado de los montes para descubrir tierras extra?as; ni el hombre conocia otro pais que aquel en que habia nacido. Aun no ce?ian las ciudades fosos ni murallas; los clarines marciales, trompas, morriones y las espadas no se conocian en este tiempo; pues sin la defensa del soldado vivian los hombres tranquilos en los brazos de la dulce paz. La tierra libre, y no tocada de los rastrillos, ni hendida con el arado, producia todo g?nero de frutos, y sus habitantes, contentos con sus naturales producciones, se alimentaban de madro?os, fresas, cerezas, y de la bellota, que sazonada caia de las copadas encinas. Add to tbrJar First Page Next Page |
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