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Munafa ebook

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Read Ebook: Little Grandfather by May Sophie

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Ebook has 735 lines and 29878 words, and 15 pages

Translator: Miguel Antonio Caro

ENEIDA.

BIBLIOTECA CL?SICA

ENEIDA

POR

PUBLIO VIRGILIO MARON

TRADUCCI?N EN VERSOS CASTELLANOS

POR

MIGUEL ANTONIO CARO

TOMO I

MADRID LIBRER?A DE PERLADO, P?EZ Y C. Sucesores de Hernando. Calle del Arenal, n?m. 11.

ES PROPIEDAD

Imprenta de los Sucesores de Hernando, Quintana, 33.

? LA

ACADEMIA ESPA?OLA,

EN PRENDA DE AGRADECIMIENTO

Y TESTIMONIO DE ADHESI?N,

MIGUEL ANTONIO CARO.

VIRGILIO EN AM?RICA.

ENEIDA DE VIRGILIO.--, traducci?n en octavas, por D. Ferm?n de la Puente y Apezechea, de la Academia Espa?ola.--Madrid, 1874.

Los trabajos reunidos por este humanista europeo, comenzando por las Ge?rgicas del maestro Juan de Guzm?n, disc?pulo del Brocense, y acabando por la Eneida de Hernando de Velasco, poco tienen de amenos y de virgilianos, si exceptuamos algunas imitaciones felic?simas del dulce Luis de Le?n.

El Sr. Calca?o justifica su ponderativo elogio copiando algunos trozos de la traducci?n mejicana. Despechada la tiern?sima y orgullosa Dido al verse abandonada por Eneas, dir?gele el en?rgico ap?strofe que anda en la memoria de todos:

?No! No es tu madre, p?rfido, una diosa; Ni tus padres de D?rdano manaron: Del C?ucaso en la entra?a cavernosa Entre sus duros riscos te engendraron, Las tigres de la Hircania pavorosa A sus pechos, cruel, te amamantaron; Ya, ?por qu? disimulo? ?por qu? tardo? ?A qu? mayores males ya me aguardo?

?Por ventura gimi? por mi gemido? ?Torn? ? verme la vista vacilante? ?Le vi llorar con l?grimas vencido? ?Sinti? piedad de su infeliz amante? ?Qu? m?s he de decir? ?Y han consentido Juno as? y Jove ? la maldad triunfante! ?D?nde hallar? piedad, d?nde consuelo? Ya no hay fe ni en la tierra ni en el cielo!

Desnudo te lanz? la mar, ? inerte Sobre mis playas te acog? rendida: Part? loca contigo reino y suerte; Tu flota repar? rota y perdida: Yo libert? ? los tuyos de la muerte; Y ?ay de m?! Hoy Apolo ... el or?culo te gu?a: Un mensajero J?piter te env?a.

?Por cierto! ? eso los dioses atendiendo Est?n ... ?ese cuidado los agita? Yo no s? lo que has dicho ... ni te entiendo, Mas respuesta ninguna necesita. ?Ve, marcha ? Italia! Por el mar horrendo Ese tu nuevo reino solicita. Yo espero Que los escollos vengar?n mi duelo.

A Dido entonces llamar?s turbado; Yo en negros fuegos seguir?te ausente; Y cuando el alma deje el cuerpo helado, Sombra doquier, te aterrar? presente: Tu pena entonces sufrir?s, malvado, Y hasta en el centro del Averno ardiente Yo lo oir?, y ? mis manos la noticia La misma fama llevar? propicia.

Veamos ahora de qu? manera ha trasladado tambi?n ? octavas castellanas este mismo ap?strofe el poeta neogranadino:

<<--Dido abandonada Con tea hermosa aterrar? tu mente>>,

que no en ?ste del mejicano, aunque tenga el m?rito de ser m?s literal:

<>.

Pero yo, ?d?nde voy? ?C?mo pretendo Con llanto d?bil ablandar la pe?a De que es formado el coraz?n de un monstruo? Mis l?grimas ?qu? valen?... nada ... aumentan El triunfo del malvado, y engre?do, Contempla mi dolor y lo desprecia. ?Se le oye alg?n suspiro? ?Alg?n sollozo Interrumpe su hablar? Quiere que crea Que lo violenta un dios; como si fuesen Los dioses como Dido, que no piensan En nada m?s que en ?l; como si un hombre, Un hombre solo interesar pudiera A los que en lo alto de su gloria miran Como nada los cielos y la tierra. ?Un dios!... ?Blasfemo!... Parte, parte, inicuo; La ambici?n es tu dios: te llama, vuela Donde ella te arrebata, mientras Dido Morir? de dolor: s?, pero tiembla, Tiembla cuando en el mar el rayo, el viento, Y los escollos que mi costa cercan, Y amotinadas las bramantes olas, En venganza de Dido se conmuevan.

Me llamar?s entonces, pero entonces Morir?s deso?do..................

Volvamos al traductor neogranadino.

Nuestro traductor de Virgilio piensa ? este respecto como su compatriota, ? punto que al leer sus excelentes versos, nos sentimos transportados al afamado siglo de oro de la literatura castellana. Campea en ellos un respeto llevado hasta el arca?smo por las formas sint?xicas y los vocablos predilectos de Herrera y de Le?n--achaque perdonable y aun meritorio al trasladar al castellano la obra de un antiguo, porque as? parece la imitaci?n m?s cercana al original. Pero si las producciones de D. Jos? Eusebio Caro y de otros vates granadinos no nos convencieran que esta excesiva devoci?n ? la gram?tica de nuestros abuelos en nada perjudica ? los arranques audaces del patriotismo republicano ni ? la libertad de las ideas, estar?amos distantes de recomendar como modelo ? los sudamericanos el proceder seguido por los Se?ores D. Miguel Antonio Caro y D. Rufino Jos? Cuervo............

La gram?tica va hoy por el mismo camino por donde huye avergonzada la ret?rica. Las cuestiones de propiedad del lenguaje no deben resolverse, no, seg?n Salv? y Mart?nez L?pez, sino seg?n la reflexi?n propia y el instinto de lo bello y exacto adquirido con el cultivo libre de las facultades del esp?ritu. A la formaci?n de las lenguas ha precedido una l?gica severa, una ley de armon?a que s?lo sabr?n hallar y respetar los que discurran bien y tengan el sentimiento de lo bello. Mientras un pueblo eduque su saz?n, goce con la armon?a de los sonidos, exija de las formas las condiciones de la belleza y lo comprenda tanto en la Naturaleza como en el Arte, no haya miedo de que ese pueblo desfigure, abastardee ni afee la expresi?n escrita de la cultura intelectual que ha alcanzado por medio de una educaci?n general literaria y cient?fica. Aqu? est? encerrado el secreto de la decadencia ? vitalidad de las lenguas. Ellas progresan, se estacionan ? retrogradan, seg?n la actividad de la naci?n que las habla.

Horacio dec?a ? sus disc?pulos: s?lo escribir? con propiedad quien apele ? la raz?n como fuente y ra?z de todo conocimiento. El estudio de los fil?sofos os dar? ? conocer el fundamento de las ciencias y de las cosas naturales, y una vez conocidas, las palabras os fluir?n espont?neamente ? vuestros labios para expresaros con claridad.

Se equivocar?a quien hiciera torcidas y desfavorables aplicaciones de lo que dejamos dicho sin detener la pluma, al estilo y lenguaje del distinguido traductor neogranadino. Es el Sr. Caro un excelente humanista, un literato entendido, y al emprender su ardua tarea, sab?a bien el peso que echaba sobre sus hombros, robustos ? fe.

Esta belleza de la obra de Virgilio se manifiesta como un perfume, como vislumbre apacible, como rumor armonioso que acompa?a al lector, no s?lo en el palacio de Dido, en las fiestas y en las alegr?as de Eneas y de sus compa?eros, sino tambi?n cuando presencia la cat?strofe final del porfiado asedio de Troya, las iras de Neptuno, los desastres de las batallas y las intrigas del Olimpo. Cerradas las p?ginas, el coraz?n se encuentra satisfecho y mejorado si padec?a, la mente ennoblecida, el instinto literario menos expuesto ? caer en trivialidades y en bajezas.

La agricultura es la generosa nodriza del hombre, y nadie mejor que Virgilio la ha idealizado en versos que jam?s perecer?n por mucho que los aleje el tiempo: oig?mosle en la traducci?n neogranadina:

Al hombre urgiendo, la escasez le educa, Y el trabajo tenaz todo lo allana. Ceres, sabia maestra, ? los mortales El seno de la tierra ? abrir indujo Cuando faltaron en las sacras selvas Bellotas y madro?os, y Dodona El sustento habitual neg? cansada. Creci? en esmeros el cultivo, en cuanto Funesta ? las espigas la imp?a nubla Y h?rrido ? los sembrados sobrevino El torpe cardo. Y ya la mies fallece: Que la ?spera maleza en torno crece, Y el abrojo la invade y el espino; Oprimen ya el espl?ndido sembrado Triste ciza?a, est?riles avenas. T?, pues, como afanado Las gramas no persigas Con incansable rastro; si no alejas Con ruidos las aves enemigas; Si hiriendo ociosas ramas, El asombrado campo no despejas, Ni con voto eficaz la pluvia llamas, ?Triste! con sesgos ojos de vecina Heredad mirar?s la parva enhiesta, Y tu hambre en la floresta Aliviar? la sacudida encina.

Ni uno solo de los prolijos detalles con que pinta Virgilio la lucha del labrador con la Naturaleza ha escapado ? la sagacidad del traductor: no crecer?n las mieses sino se extirpan ? tiempo el cardo y las importunas ca?as, si no se espantan las aves atra?das por el apetito del grano. La pereza condenar?a al labrador ? contemplar con tristeza la cosecha abundante del vecino y ? alimentarse con el ins?pido y grosero fruto de las encinas.

No menos diligencia A la elecci?n de los caballos debes. T?, desde tierna edad ? los que f?es El incremento de la raza, aplica Laboriosa atenci?n. El potro nuevo De estirpe generosa, Gallardo ya campea. Y en noble porte y numerosos pasos Las blandas coyunturas ejercita: Toma la delantera en el camino, A la crespa corriente vado tienta, A puente ignoto av?nzase el primero, Ni de estr?pitos vanos se intimida. La cerviz tiene erguida, Aguda la cabeza, el vientre breve, Grupa redonda, el pecho Con m?sculos soberbios que le abultan. Noble es el rucio azul, noble el casta?o, De blancos y melados desconf?o. ?Con qu? ing?nito br?o El pisador lozano Sale del puesto y sosegar no sabe Si armas de lejos resonar ha o?do! Las orejas aguza, se estremece, El encendido aliento Por la abierta nariz bramando arroja; El cabello sacude aborrascado, Le esparce al diestro lado; Y doble mueve la dorsal espina, Y recios cascos sobre el suelo asienta Que batido ? comp?s hueco retumba. Sofrenado de P?lux Am?cleo Tal C?laro soberbio braveaba, La copia de trotones Que Marte unci?, tal era; tales fueron, Ya de griegos poetas celebrados, Los del caro veloz del grande Aquiles; Y Saturno agil?simo la hermosa Crin derramando sobre el cuello equino, As? tambi?n, al asomar su esposa, Hiri?, r?pido huyendo, El alto Pelion con relincho agudo.

Al que as? contemplaste Animoso corcel, cuando agobiado Por las enfermedades, ? vencido Le vieres de la edad, ponle ? cubierto, Y da ? su honrada senitud descanso. Para enlaces de Venus Fr?o el caballo viejo, af?n est?ril Apura en ellos, y tal vez se llega A la amorosa lid, se enciende en vano, Cual sin fuerza en la paja un alto fuego. Observa de antemano Los br?os y la edad de cada potro, Su raza y vocaci?n discierne luego; Mira si causa en ?l y en qu? manera, La ignominia dolor, celo la gloria. ?No has visto cuando en r?pida carrera Parten de la barrera A cubrir el palenque ?mulos carros? Mancebos en la faz muestran bizarros El ansia de vencer, mientras el pecho La duda palpitante les devora, Con retorcido l?tigo aguijando, Tendido el cuerpo van, suelta la brida; En f?rvido volar arden las ruedas; Y ora se inclinan, y ora Parecen remontarse arrebatados En vuelo a?reo ? superior esfera. No hay descanso, no hay paz. La arena roja En nubes se levanta: Fogoso al delantero el de atr?s moja Con la espuma que arroja; ?Tanto es el pundonor, la ambici?n tanta!

Estos versos, fuerza es confesarlo, no se parecen en nada ? los que generalmente nos regala la musa sudamericana, libertina, ind?mita, sin m?s consejero que el o?do, ? veces mal educado y excesivamente democr?tico en el estilo, en la elocuci?n y en las formas sint?xicas, casi siempre cortadas al talle de la prosa. Si muchos han de saborearlos y deleitarse con ellos, no faltar?n quienes los hallen desabridos al paladar, obscuros ? la inteligencia y aun ?speros para le?dos corrientemente. Pero nosotros, que nos declaramos pertenecer ? los primeros, es decir, ? los admiradores de la noble versificaci?n del Sr. Caro, entendemos que el verso debe tener tambi?n poes?a en su estructura, y participar, hasta en la ordenaci?n de las palabras, del juego de la imaginaci?n, que es la primera de las facultades distintivas del poeta. El verso debe pasar por delante de la vista como el diamante bru?ido, destellando luz por cada una de sus facetas; ondear como airosa culebra ? como la corriente de las aguas, y sorprender por la novedosa variedad de sus movimientos, para que, como la m?sica ? la letra, acompa?e armoniosamente los giros originales ? inspirados del pensamiento. Desd??ase sin raz?n esta parte material de la versificaci?n, y ni se reflexiona sobre ella, ni se estudian sus condiciones, como si no constituyera parte del arte de escribir en verso, del mismo modo que es en el pintor la distribuci?n de los tonos del colorido, y las gradaciones de la modulaci?n en el m?sico. Hay idiomas en que la frase en el verso sigue la misma l?nea recta que en la prosa, y toda la poes?a consiste en ellos en el fondo ? en la substancia de la idea. Pero el castellano no es de este n?mero. En la prosa misma es garboso, lujoso, erguido, y exige de quienes lo usen en verso y con intenciones de poetas, que levanten y acent?en esas cualidades, defectos ? virtudes de su ?ndole, seg?n quiera juzgarlos el juicio hu wondered why Willy did not come in, if the men had not all been so busy telling stories that they did not have time to think of anything else.

It was now nearly nine, and Mrs. Parlin and Love were in the sitting-room sewing by the light of two tallow candles.

"Isn't it the coldest night we've had this year, mother?"

"Yes, dear, I think it is. You know what the old ditty says,--

'When the days begin to lengthen, The cold begins to strengthen.'

"I do wish dear little Willy would stay in his bed, nicely 'happed' in'" , "but I suppose he is just as well off by the bar-room fire. It's lucky he doesn't take a fancy to wander anywhere else, and we can always tell where he is."

"But, mother, I haven't heard him pass through the south entry,--have you? I always know when he goes into the bar-room by the quick little click of the latch."

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