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Munafa ebook

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Read Ebook: Venice by Menpes Dorothy Menpes Mortimer Illustrator

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Ebook has 1309 lines and 44136 words, and 27 pages

--T?a de tus hijos, Rosa.

--?Eh, qu? cosas tienes!--y se le quebr? la voz.

--Vamos, Rosita, no te pongas as?, y perd?name--le dijo d?ndole un beso.

--Pero si vuelves...

--?No, no volver?!

--Y bien, ?qu? le digo?

--?Dile que s?!

--Pero pensar? que soy demasiado f?cil...

--?Entonces dile que no!

--Pero es que...

--S?, que te parece un guapo mozo y simp?tico. Dile, pues, que s? y no andes con m?s coqueter?as, que eso es feo. Dile que s?. Despu?s de todo, no es f?cil que se te presente mejor partido. Ramiro est? muy bien, es hijo solo...

--Yo no he hablado de eso.

--Pero yo hablo de ello, Rosa, y es igual.

--?Y no dir?n, Tula, que tengo ganas de novio?

--Y dir?n bien.

--?Otra vez, Tula?

--Y ciento. Tienes ganas de novio y es natural que las tengas. ?Para qu? si no te hizo Dios tan guapa?

--?Guasitas no!

--Ya sabes que yo no me guaseo. Par?zcanos bien o mal, nuestra carrera es el matrimonio o el convento; t? no tienes vocaci?n de monja; Dios te hizo para el mundo y el hogar... vamos, para madre de familia... No vas a quedarte a vestir im?genes. Dile, pues, que s?.

--?Y t??

--?C?mo yo?

--Que t?, luego...

--A m? d?jame.

Al d?a siguiente de estas palabras estaban ya en lo que se llaman relaciones amorosas Rosa y Ramiro.

Lo que empez? a cuajar la soledad de Gertrudis.

Viv?an las dos hermanas, hu?rfanas de padre y madre desde muy ni?as, con un t?o materno, sacerdote, que no las manten?a, pues ellas disfrutaban de un peque?o patrimonio que les permit?a sostenerse en la holgura de la modestia, pero les daba buenos consejos a la hora de comer, en la mesa, dej?ndolas, por lo dem?s, a la gu?a de su buen natural. Los buenos consejos eran consejos de libros, los mismos que le serv?an a don Primitivo para formar sus escasos sermones.

El pobre se?or sent?a un profund?simo respeto, mezclado de admiraci?n, por su sobrina Gertrudis. Ten?a el sentimiento de que la sabidur?a iba en su linaje por v?a femenina, que su madre hab?a sido la providencia inteligente de la casa en que se cri?, que su hermana lo hab?a sido en la suya, tan breve. Y en cuanto a su otra sobrina, a Rosa, le bastaba para protecci?n y gu?a con su hermana. <>

Y un d?a fu? Gertrudis la que, despu?s que Rosa se levant? de la mesa fingiendo sentirse algo indispuesta, al quedarse a solas con su t?o, le dijo:

--Tengo que decirle a usted, t?o, una cosa muy grave.

--Muy grave..., muy grave...--y el pobre se?or se azar?, creyendo observar que los rabillos de los ojazos tan serios de su sobrina se re?an maliciosamente.

--S?, muy grave.

--Bueno, pues desembucha, hija, que aqu? estamos los dos para tomar un consejo.

--El caso es que Rosa tiene ya novio.

--?Y no es m?s que eso?

--Pero novio formal, ?eh?, t?o.

--Vamos, s?, para que yo los case.

--?Naturalmente!

--Y a ti, ?qu? te parece de ?l?

--Aun no ha preguntado usted qui?n es...

--?Y qu? m?s da, si yo apenas conozco a nadie? A ti qu? te parece de ?l, contesta.

--Pues tampoco yo le conozco.

--?Pero no sabes qui?n es, t??

--S?, s? c?mo se llama y de qu? familia es y...

--?Basta! ?Qu? te parece?

--Que es un buen partido para Rosa y que se querr?n.

--?Pero es que no se quieren ya?

--?Pero cree usted, t?o, que pueden empezar queri?ndose?

--Pues as? dicen, chiquilla, y hasta que eso viene como un rayo...

--Son decires, t?o.

--As? ser?; basta que t? lo digas.

--Ramiro..., Ramiro Cuadrado...

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