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Munafa ebook

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Read Ebook: Cabos sueltos: Literatura y lingüística by Cejador Y Frauca Julio

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Ebook has 468 lines and 129807 words, and 10 pages

Cansado, pues, de buscar y de esperar, me he resuelto yo ? ser el primero. Voy ? darme, pues, el gusto de leer un art?culo de Ling??stica en una revista espa?ola, aunque para ello tenga que escrib?rmelo yo mismo.

La Filolog?a y la Ling??stica son cosas muy distintas: la primera, es ya de antiguo abolengo, naci? en Alejandr?a antes de la Era Cristiana, aunque tom? nuevos y desusados vuelos, y se la bautiz? con este nombre, en Alemania por los tiempos del renacimiento de la Cr?tica; la segunda, es ciencia de ayer, naci? el siglo pasado, de la Filolog?a.

En la ?poca del renacimiento de los estudios cl?sicos, renov?se, por decirlo as?, el de la Gram?tica greco-latina, como base indispensable para los estudios de Humanidades y Ret?rica cl?sica, que tanto empuje tomaron con los bizantinos llegados por entonces ? Italia. En aquel movimiento hel?nico, los ojos se volvieron ? la antigua Atenas y ? la antigua Roma; la belleza serena del Apolo de Belveder y de la Venus de Milo, los extremados poemas de Virgilio y Homero, las elegantes l?neas y el viviente relieve de aquel divino Partenon, que resalta como una s?ntesis simb?lica de la Atenas del siglo de Pericles en el riente azul del cielo de la Grecia, eran el ?nico ideal art?stico de aquellos cristianos, que olvidados de las fuentes en que hab?an bebido sus doctrinas los Santos Padres, abrieron con ansia los ojos ? la nueva luz ?tnica que se levantaba ? alumbrar el siglo de los M?dicis y de Le?n X, despu?s de una noche de diez y ocho siglos. Todo el af?n se pon?a en remedar las obras cl?sicas, y era natural que la instituci?n de la juventud siguiera la norma de los nuevos Quintilianos. Se necesitaba saber manejar el instrumento propio de aquel arte consumado, el griego y el lat?n; se quer?a hablar y escribir como Cicer?n y Virgilio, como Dem?stenes y Homero; as? que la Gram?tica greco-latina y el ejercicio de composici?n se pusieron en pr?ctica con mayor fervor que en los tiempos de Quintiliano y de Donato.

Pero aquel primer empuje, venido de fuera, sea que lo acabado del modelo hiciera caer el cincel y la pluma de mano de los artistas, desesperanzados de alcanzar lo que ansiaban, sea que la plasticidad y la galanura de la forma no llenase los anhelos que la cultura cristiana, m?s espiritual que pl?stica, m?s subjetiva que objetiva, m?s l?rica que ?pica, hab?a hecho nacer en los pueblos de Europa, lo cierto es que, llegado ? cierta altura de su trayectoria, torci? luego el camino, y volvi? ? entrar en la atm?sfera del mundo cristiano.

Esta inspiraci?n, incubada en el coraz?n de las razas europeas durante toda la Edad Media, el romanticismo en lo que tiene de sincera aspiraci?n y quitada toda la hojarasca de que hubo de vestirse en un principio, el arte subjetivo del vuelo hacia lo infinito, el arte del coraz?n, en fin, estall? y prendi? fuego ? los mismos dioses paganos y al arte cl?sico que le hab?a servido de despertador.

Tras unas cuantas fr?as y amaneradas muestras que, m?s bien como alardes y escarceos de escuela, que como obras imperecederas de un arte espont?neo, di? aquel primer movimiento cl?sico, el romanticismo, el arte cristiano, brot? como por ensalmo y volvi? ? recobrar sus antiguos fueros. En vano las vallas francesas quisieron atajarle los pasos: el seudo-clasicismo, en que hab?a de degenerar necesariamente el clasicismo al ser trasplantado entre cristianos, feneci? con la mentida pompa de la corte de Versalles para no volverse ? levantar jam?s.

? nuevo arte, nuevo instrumento: las lenguas nacionales tomaron el lugar y vez de las lenguas cl?sicas; porque el hervor y la vida no se dejaban encerrar en aquellas lenguas muertas, que no daban de s? nuevas formas sin mudarse por el mismo hecho y dejar de ser lo que eran bajo el sol de la cultura antigua. La inspiraci?n rom?ntica y moderna rebosaba en aquellos tiesos y viejos moldes, y la Gram?tica greco-latina s?lo se sigui? estudiando con la ?nica mira de penetrar en la Literatura cl?sica, no con el de crear obras art?sticas.

Pero precisamente mientras el griego y lat?n iban perdiendo tierra como instrumentos de hablar y escribir, acrecent?base su valer y dignidad, y hac?anse m?s f?ciles, primero gracias ? la Filolog?a y luego ? la Ling??stica.

El movimiento rom?ntico en las artes, y sobre todo en la Literatura, fu? al principio alg?n tanto brusco y hasta brutal, como el de toda reacci?n; pero pasados los primeros ?mpetus, se ci?? al renacimiento de las literaturas nacionales. Todas ellas, ba?adas del esp?ritu cristiano y fraguadas en el crisol de la civilizaci?n europea, hija de ese mismo esp?ritu, se distinguieron hasta lo infinito por su propio natural, conforme ? la manera de ser de cada pueblo. Shakespeare, Calder?n y Schiller, nos ofrecen tres facetas muy distintas de un mismo prisma, por reflejar ingenios de pueblos muy diferentes, siquiera todos tres lleven el sello de una misma idea cristiana y de una misma civilizaci?n europea.

La Ciencia del lenguaje ? Ling??stica prescinde, por lo tanto, de cualquiera aplicaci?n pr?ctica que se quiera hacer de sus consecuencias ? las dem?s ramas de la ciencia. Teniendo su objeto propio, es una ciencia ? arte, de cuyas conclusiones puede valerse el fil?logo, ya para conocer el esp?ritu y la civilizaci?n de los pueblos, ya para aprender mejor la lengua que le ha de servir de instrumento en sus investigaciones propias.

Muy de otra suerte se han desgajado en ramas especiales de la Ciencia filol?gica la Numism?tica, la Cr?tica, la Arqueolog?a, etc?tera; pues semejantes disciplinas, por m?s que se ensanchen, siempre quedar?n como ayudadoras del fil?logo y del historiador, siempre ser?n ciencias auxiliares; mientras que la Ling??stica, aunque pueda servir, en parte, como ciencia auxiliar , pero en s? tiene su objeto propio y dign?simo de estudio, que la convierte en ciencia aparte; bien as? como la Zoolog?a y la Bot?nica son ciencias separadas y no caen bajo el dominio de la Agricultura y de la Industria, aunque su principal aplicaci?n pr?ctica est? en la Industria y en la Agricultura.

Tampoco es objeto propio de la Ling??stica el aprender ? leer, entender, hablar y escribir una ? m?s lenguas, para todo lo cual vale el arte gramatical. La ciencia y el arte son cosas bien distintas: la una es conocimiento especulativo, el otro es conocimiento pr?ctico. Lo cual, por claro que parezca, lo confunden, con todo, no pocos. Hay quien no alcanza c?mo pueda darse un ling?ista que no sepa hablar, ? por lo menos entender las lenguas, en las cuales trae puesto su estudio. Pero menos alcanzo yo c?mo haya quien sepa hablar una ? m?s lenguas, sin tener un solo ?tomo de ciencia Ling??stica: cosa, sin embargo, que vemos todos los d?as.

Max M?ller, cierto que no sab?a as? todas esas lenguas de que trata ? que trae ? colaci?n en sus obras; en cambio el Cardenal Mezzofanti, que dicen sab?a tantas lenguas, era, en verdad, un gran hablista, si puede pasar el t?rmino, pero no creo fuera ni aun peque?o ling?ista.

NOTAS:

ESTUDIO DEL CASTELLANO

Otras m?s estupendas. Dice que como <>. ?Por manera que no se prestaba ? la pronunciaci?n la lengua que ?nicamente hab?an sabido pronunciar hasta entonces!

Conste, pues, que en Espa?a se leen las obras de Ling??stica, aunque sean tan rematadamente lastimosas como la misantr?pica que ha tenido la honra y gloria de llegar ? la segunda edici?n, d?cima tirada; que si no se leen mejores, es porque no las hay.

He o?do por ah? que el ilustrad?simo don Eduardo Benot, uno de los pocos que han tenido el atrevimiento de dar ? luz un libro de estas cosas, tiene de la Academia el cargo de hacer una Gram?tica castellana. Mucha filosof?a del lenguaje tiene en su cabeza el Sr. Benot para no salir con la empresa, si, como supongo, est? adem?s al tanto del romanismo moderno y ha revuelto muy bien revueltos y estudiados nuestros cl?sicos. All? veo venir con la visera muy calada, acicateando los ijares de su tordillo, al no menos insigne D. Francisco Navarro Ledesma. Bienvenido sea. Si no hiciera m?s que desbaratar vejeces ling??sticas allanando el terreno, no hiciera poco.

El Sr. Alemany acaba de publicar un compendio muy ? prop?sito para que el p?blico se vaya enterando en la faena que ha de verificarse ac? abajo en el coso. Pues digo, y lo que promete aquel otro de vistoso y variado plumaje sobre chispeante casco, cuyo corcel caracolea que no se da manos el caballero ? sujetar tan fogoso bruto: por las se?as es D. Edmundo Gonz?lez Blanco, autor de un art?culo acerca del lenguaje en la <>, que parece va ? ser el primero de una gran obra de Ling??stica general.

Pero hay otro lidiador que aguarda para entrar en la liza la ?ltima hora, ? quien puede temer el mundo entero. No hablo del se?or M?gica, que ha tiempo anda acicalando sus armas all? por la sabia Alemania, aunque bien pudiera ser que se nos presentara el d?a menos pensado. Hablo del original?simo fundador de la ciencia cocotol?gica. Bohordos parecer?n sus pajaritas, pero tras ellas vendr?n las huestes revolucionarias de una juventud modernista, que acata sus ?rdenes y espera una se?al de sus negras y brillantes pupilas. Tiene hechos, al decir de algunos, hondos estudios sobre la evoluci?n del castellano, y me sospecho que su libro el d?a que aparezca, si es que amanece ese bienhadado d?a, ha de estallar como una bomba.

?Y qu? hacen otros dos caballeros, por apellido Robles los dos, que no vienen, de Santiago el uno, ? continuar sus trabajos fon?ticos, el otro de ?vila, ? mostrarnos los que tiene preparados acerca de la prosodia castellana? Y no quiero citar arabizantes y otros fil?logos de m?s rec?ndita erudici?n. Yo tengo mis esperanzas de que los estudios ling??sticos han de acabar por levantarse en nuestra patria de la postraci?n en que han ca?do hace m?s de tres siglos.

Lo que m?s se echa de menos en los autores que escriben por ac? acerca del castellano, es esa gimnasia bien enderezada y duradera en la Fon?tica, tal como la ense?? Bopp y la han ejercitado los ling?istas alemanes en las lenguas indo-europeas. El an?lisis concienzudo del griego y del lat?n, am?n de algunas correr?as por las lenguas ario-iranias y aun por las germ?nicas, aunque sin hacer en ellas tanto asiento como pretend?a Ayuso, es el fundamento de la educaci?n ling??stica. Sin ?l se podr? florear y parlar m?s ? menos elegantemente ? lo Max M?ller, bien que sin ahondar como ?l, ? endilgar alg?n art?culo de revista; pero no hay poder dar un paso en la etimolog?a ni en la gram?tica. No son estos asuntos de pura erudici?n, cuyos datos quepa tomarlos confiadamente de mano ajena. Siempre me pareci? la Ling??stica muy semejante ? las Matem?ticas en esto del rudo y largo aprendizaje que entrambas requieren. Lo bueno es que en Espa?a no se ahonda en el lat?n ni en el griego, por lo menos de esa manera maciza y sosegada, especie de gimnasia intelectual que se hace descomponiendo vocablos en sus temas, ra?ces y sufijos, cotej?ndolos con los de otras lenguas emparentadas y con los antiguos de la misma lengua, entresacando las leyes que rigen las mudanzas y la evoluci?n fon?tica, y todo lo dem?s que abarca la verdadera ling??stica hoy en uso. Aqu? hemos de sonrojarnos confesando llanamente que nada de eso se nos alcanza, y mucho ser? que no lo tengan algunos que pasan por ling?istas como cosa balad? y de menos valer.

En lo que toca al estudio del castellano, el aprendizaje y preparaci?n para entrar en ?l con buen pie, abraza todav?a algo m?s.

No basta el estudio del lat?n, como lo entienden los romanistas, que se ci?en ? ?l y cercenan lo que el primer maestro Dietz y el sentido com?n piden no se cercene. El caudal de las lenguas rom?nicas, mayormente del castellano, se deriva de otras varias fuentes, que han de tenerse bien conocidas. Acaece no saber los romanistas nada ? poca cosa de las lenguas germ?nicas, es muy corriente no entender jota de ?rabe, y menos del habla prerrom?nica de Espa?a, del e?skera ? vascuence.

En cambio los arabizantes no poseen bastantes conocimientos en lo que ata?e al indo-europeismo y al romanismo. Desv?anse as? ? la una ? la otra banda, y no hay quien pueda mirar ? entrambas y juzgar por s? del conjunto.

La dificultad empieza en una multitud de vocablos, comunes ? la mayor parte de los romances, inexplicables por el lat?n, y en otra todav?a mayor, si cabe, exclusivos del castellano.

Y aqu? se nos vienen con sus credenciales m?s ? menos valederas las lenguas germ?nicas con el derecho de conquista, y las c?lticas con el de posesi?n del territorio rom?nico en Espa?a y Francia. La cuesti?n est? en la autenticidad de esas credenciales en cada caso particular. Las lenguas germ?nicas nos son m?s conocidas, por lo menos en cuanto ? lo que pueden interesarnos para el caso de que se trata; las c?lticas est?n rodeadas de nebulosidades, bajo las cuales corren ? guarecerse ciertos etim?logos en los trances apurados, que son trat?ndose de nuestra lengua, en la cuarta parte, por lo menos, de nuestro vocabulario: ?ah? es nada!

No s?lo conocemos la evoluci?n de las germ?nicas casi tan bien como la del griego y lat?n, sino que los t?rminos g?ticos quedan limitados ? muy corto n?mero, pertenecientes ? la guerra. La mayor parte de los derivados germ?nicos vinieron, ? del godo medio latinizado, ? por Francia del bajo alem?n.

Ya he dicho que la etimolog?a castellana necesita algo m?s que el lat?n. El celta y el germ?nico, el teut?n, el g?lata y el frigio son burladeros y nada m?s.

Verdaderamente, eso no es serio: es lo menos que se puede decir.

?Hay m?s fuentes de donde pueda derivarse el castellano? El vascuence. ?Ya pareci? el fantasma! El vascuence, ? mejor dicho el e?skera, es el fantasma, el coco de los etimologistas. <>. Pues se?or, les dir?a una vieja vascongada que yo conozco, pues apr?ndalo usted. Mejor ser?a, digo yo por mi parte, que aprendiera primero el castellano el que pretende ense?arlo. Las obras francesas que tratan de nuestra lengua, no s? por qu? ? por qu? no, estropean nuestros vocablos con la mayor desfachatez del mundo. ?Pueden achacarse ? erratas de imprenta los innumerables deslices que se notan en tan sabia Gram?tica? Es imposible que lo sean: no los hay, cuando se trata de otras lenguas. El castellano es la cenicienta de la Ling??stica. Pero, en fin, si no conocen el vascuence es porque no se toman la molestia de aprenderlo. Y ? fe que merec?a bien la pena. El castellano y el franc?s han vivido largos siglos junto al vascuence: ?hay quien crea que no se les ha pegado nada? Ser?a un caso excepcional en la vida de las lenguas: no hay una que no deba algo ? sus vecinas.

?Ah!, ?pero el vascuence! ?He ah? el fantasma!

No s? ? qu? otro motivo atribuir el que el insigne D?ez, tratando de la etimolog?a de los romances, pase de largo y se deje en el tintero casi la mitad de las ra?ces castellanas, sin mentarlas siquiera, como parece lo ped?a la empresa acabada con tan feliz suceso, por lo menos para confesar que eran inexplicables. Cuando trae etimolog?as vascongadas se ci?e ? copiar ? Larramendi: y as? salen ellas.

Pero esta cuesti?n del iberismo y del influjo del e?skera en el castellano tiene m?s hondas ra?ces y he de tratarla despacio, porque la creo de gran momento para el conocimiento de nuestra lengua y de nuestra etimolog?a.

NOTAS:

IDOLILLOS DE GRAM?TICOS

Es todav?a muy corriente entre personas no iniciadas en la Ling??stica moderna el creer que la gente del pueblo habla mal el castellano, que corrompe los vocablos y pronuncia de cualquier manera. Si esto es verdad, el castellano debe de ser una jerga horrible, puesto que antes de nacer la Literatura y de que ?sta influyese en el habla vulgar estuvo nuestra lengua ? merced del pueblo. Pueblo eran hasta los m?s linajudos se?ores de horca y cuchillo, que encerrados entre sus almenas en invierno y lanza en ristre, cabalgando por las tierras del se?or vecino, en verano, estaban tan ayunos de lo negro, que apenas si sab?an firmar, si no era con dos palotes en forma de cruz. Y pueblo fueron tambi?n los primeros espa?oles, que pronunciando malamente el lat?n, digo, pronunci?ndolo ? la espa?ola, dieron origen ? nuestro romance.

Al decir en mi anterior art?culo que el lenguaje formado por el pueblo encierra profunda filosof?a, no me refer?a ? esa filosof?a vulgar de dichos y refranes, que de ordinario m?s tienen de gram?tica parda que de filosof?a moral ? metaf?sica, y que se deben al fin y al cabo ? la reflexi?n, ? alg?n individuo particular que tuvo una buena salida ? que supo cifrar en breve f?rmula una verdad de experiencia, que ya estaba en el ?nimo de todos.

Hay ciertos principios fon?ticos que rigen la idiosincrasia de cada idioma, y que arraigan en lo m?s hondo de la fisiolog?a y de la psicolog?a de la raza, contra los cuales las Academias nada pueden, si no es mostrar ? veces un tremendo desconocimiento de las leyes y principios del lenguaje. De esos principios arrancan las leyes fon?ticas que se observan dentro de cada idioma con una filosof?a y regularidad que pasman. Contra esas leyes pretende levantarse el d?mine, henchido de toda la arrogancia que le presta el nombre romano. El lenguaje no es la manifestaci?n del pensamiento y de la raz?n individuales, ni aun de la prepujante arrogancia del d?mine que se nos viene encima con todo el peso del Imperio ces?reo; es la manifestaci?n de la raz?n y del pensamiento de una raza, de la raza espa?ola, que no es lo mismo que la raza latina. No es el lenguaje la voz de un individuo, aunque ese individuo se llame Cervantes ? Calder?n, es la voz de la sociedad entera, mejor dicho, es la voz de raza.

El idioma es la propia ? inmediata creaci?n de un pueblo. Es el mundo ideal, en el cual viven las inteligencias de todos sus individuos, y cuya atm?sfera com?n lleva ? todos los pensamientos de todos, armonizando en ?ntima unidad el pensar y el sentir de los particulares, y haciendo latir de la misma vida espiritual todas las inteligencias. En s? mismo, el lenguaje es algo impalpable, que no vive en uno ? en otro individuo, sino en el conjunto de todas las inteligencias, en la fusi?n ?ntima del pensamiento, del esp?ritu de un pueblo con el material f?nico de su idioma. El mayor talento queda aniquilado, cual gota echada en el oc?ano, ante la potencia intelectual de toda la raza, acumulada en su idioma. Las tendencias fon?ticas, que hacen evolucionar la pronunciaci?n, siguen los mismos pasos, obedecen ? los mismos principios, son tan producto de raza como el habla en su elemento ideal.

No pronuncian, pues, ? capricho y de cualquier manera los t?os que hacen reir al erudito inconsiderado. No hay fen?meno en la naturaleza que no tenga su raz?n de ser; el acaso es la receta con que se consuelan el ignorante ? el perezoso. Esa pronunciaci?n del r?stico, que al gram?tico se le antoja corrompida, no es sino muy regular, harto m?s regular que la que ?l quiere ense?arle, aprendida del lat?n: obedece ? leyes fon?ticas tan ciertas y regulares como el movimiento de los astros, puesto que son producto, no del capricho individual, sino del car?cter y de las tendencias fisiol?gico-ps?quicas de toda la raza durante centenares de generaciones. ?Cu?n rid?culo no aparece el gram?tico que, pagado de su lat?n, mejor ? peor aprendido, pretende dar una lecci?n de pronunciaci?n al pueblo! ?Qu? vale ese ?tomo de reflexi?n gramatical ante los principios de raza que le hacen pronunciar al r?stico de una manera instintiva ? inconsciente?

Se ha disputado y sigue disputando entre los partidarios de la Ling??stica nov?sima y los de la antigua escuela de Bopp y Schleicher, sobre si las leyes fon?ticas son leyes sin excepci?n. No basta para llevar la negativa el considerar la variedad fon?tica que distingue ? los dialectos, la cual llega ? veces hasta diferenciar el habla de dos poblaciones vecinas. Eso no arguye m?s que una cosa, que los factores han sido distintos en naturaleza ? en intensidad, y que ? veces nos es dif?cil averiguar esos factores y la potencia con que concurrieron al efecto total.

?Qu? ingenio es ese del castellano? Si aquellos primeros Acad?micos, ? pesar de su autorizado saber y juicioso aviso, declaran que no son maestros, menos lo soy yo. Ni es f?cil, por lo dem?s, declararlo en unos art?culos. Con todo, algo pudiera apuntar escudri?ando y poniendo en claro esa misma pronunciaci?n vulgar tan menospreciada. Si la sangre popular dicen los soci?logos que es la que renueva y vigoriza siempre la masa gastada de las clases altas, los ling?istas por su parte afirman que el habla popular ha de llevar siempre nueva vida, nuevos br?os, al lenguaje erudito y literario, so pena de quedar ?ste convertido en una lengua muerta entre los papeles de los literatos. Tal sucedi? al griego y al lat?n cl?sicos desde el momento que dejaron de arraigar en los dialectos vulgares, y tal suceder?a ? nuestra lengua, si fuera creciendo esa divergencia entre el lenguaje escrito y el habla del pueblo espa?ol.

LOS OR?GENES DE LA LENGUA CASTELLANA SEG?N UN LIBRO RECIENTE

No conoci?ndose los c?dices manuscritos que tuvieron ? la vista el P. Sarmiento y D. Tom?s S?nchez, y no habi?ndose hecho la edici?n cr?tica de las obras del poeta riojano, trabajo indispensable que debiera haber precedido al de su estudio ling??stico, ha debido acogerse ? las tres conocidas colecciones de los Sres. D. Tom?s S?nchez, don Eugenio de Ochoa y D. Florencio Janer y ? otras obras particulares por otros publicadas, llenando en cuanto ha podido esta falta de texto cr?tico y depurado con los conocimientos teol?gicos y b?blicos necesarios para interpretar ? un poeta erudito-religioso, que en medio de las guerras y glorias nacionales de su ?poca no sali? de su rinc?n de la Rioja, tratando con los monjes como uno de ellos, aunque s?lo fuera sacerdote seglar, y ocupado solamente en cantar el sentimiento religioso por sus dos caras, positiva ? del bien, y negativa ? del mal, de la gracia y del pecado, del cielo y del infierno. Pero, en lo literario, nos ha dado ? conocer ? Berceo D. Marcelino Men?ndez y Pelayo en el tomo II su Antolog?a de poetas l?ricos castellanos tan cumplidamente, que en pocas p?ginas al poeta castellano m?s antiguo que conocemos nos lo ha hecho ya familiar y agradable por la suavidad y delicada unci?n m?stica, por el realismo de la narraci?n, por el candor del estilo, no exento de cierta socarroner?a ? inocente malicia, y por la armon?a con que supo combinar y disponer las palabras de su lengua, como dijo Puymaigre.

Lanchetas se ha ce?ido ? la parte ling??stica. Para m?, lo m?s original, fuera de las doctrinas que ya conoc?amos por su tratado del Verbo castellano, es el Ap?ndice que versa sobre la versificaci?n de Berceo. Parece que para los postres ha querido reservarnos el mejor plato. El asunto es dif?cil y cuya soluci?n nunca podr? pasar las lindes de cierta probabilidad; pero creo que el autor, enterado, como pocos en Espa?a, en los secretos de la M?trica antigua, y encari?ado con esta cuesti?n, la ha aclarado cual ninguno. No hay que pensar en el pent?metro al querer buscar el origen del alejandrino. De ritmo dact?lico, por su naturaleza y origen, puesto que deriv? del epos ? ex?metro, este metro exig?a necesariamente la base de la versificaci?n antigua, la cantidad pros?dica. No s? c?mo S?nchez, Amador de los R?os y Revilla pensaron y se detuvieron en ?l. El d?metro y?mbico catal?ctico, compuesto de dos dipodias y?mbicas, la segunda incompleta, con los golpes fuertes propios de los yambos en la segunda parte de cada uno de los pies, y precediendo el golpe m?s fuerte al que lo es menos, fu? muy usado en los himnos eclesi?sticos, por ser de los que mejor se acomodaban al principio de la nueva versificaci?n, basada solamente en el acento espiratorio. Reunidos de dos en dos estos d?metros y?mbicos, que rimaban por pares como el romance, es decir, que eran versos heptas?labos de rima consonante alternada en los pares, result? la serie de alejandrinos. Desdoblando un cuarteto alejandrino, resulta, por el contrario, una octavilla de rima consonante en los pares:

Dab?n ol?r sab?io Las fl?res bi?n oli?ntes. Refr?scab?n en ?mne Las c?ras ? las mi?ntes. Man?ban c?da c?nto Fuent?s clar?s cali?ntes, En v?ran? bien fr?as, En yviern? cali?ntes, .

Ad?s Pat?r supr?me Quem n?mo v?dit ?nquam, Patr?sque s?rmo Chr?ste, Et Sp?rit?s ben?gne.

Los hemistiquios esdr?julos alejandrinos corresponden naturalmente al d?metro y?mbico acatal?ctico completo: <> , y <> . El paralelismo no puede estar m?s claro. Lanchetas ha desenvuelto, pues, y redondeado la doctrina ya emitida por Bello y Benot, y la ha declarado con todo el aparato de la t?cnica m?trica de Christ .

Del Vocabulario, lo que podemos decir es, que para los estudios ling??sticos del castellano nos hac?a much?sima falta; bastantes etimolog?as habr?a que corregir; pero, por no entrar ahora en menudencias, lo dejar? para hacerlo en otra ocasi?n. Tampoco me detendr? en particularidades tocantes al estudio gramatical del autor. S?lo s? me parece debo hacer notar algunos conceptos poco apurados vertidos en la Fonolog?a, por ser de consecuencia y tocar al m?todo.

El que mira una lengua extra?a al trav?s de un Diccionario y de una Gram?tica, natural es que se forme un concepto inexacto de esa lengua. El tal Diccionario es para ?l un almac?n donde se guardan los t?rminos; y la Gram?tica, un inventario donde, por orden de clases, se describen las particularidades de los mismos t?rminos; esa lengua es una colecci?n de objetos, determinados en n?mero, hechos y acabados, que no admiten retoque. Semejante concepto del lenguaje es, sencillamente, una ni?er?a. Un idioma no es m?s que un conjunto de temas y de sufijos; pero la infinidad de combinaciones de estos elementos no est? ya hecha de una vez. El pueblo que lo habla lleva en su cabeza tantos conceptos generales como son esos temas, y tantas clases de relaciones como son esos sufijos; pero de la combinaci?n de esos conceptos entre s?, y de esas relaciones entre s?, y de esos conceptos con esas relaciones surge un mundo ideal sin riberas, al cual responde otro mundo f?nico tan sin cabo de vocablos que, al brotar cada nuevo concepto, lo viste de una forma sonora, resultando una nueva palabra, una nueva frase. Es, pues, el idioma, no un almac?n de cosas contadas ? inventariadas, sino una herramienta que puede fabricar, ? un campo que puede dar de s? cuanto necesite la mente. Es tan imposible que en un Diccionario puedan inventariarse todas las palabras, como que puedan almacenarse en un lugar, por grande que se le suponga, los g?neros que pueden salir de una f?brica bien organizada. Adem?s, renov?ndose las ideas de la sociedad continuamente, ? la continua se renuevan las calidades de esos g?neros.

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