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Munafa ebook

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Read Ebook: España y América by S Nchez Moguel Antonio

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Ebook has 451 lines and 60986 words, and 10 pages

Release date: August 31, 2023

Original publication: Madrid: Imprenta y litograf?a del asilo de huerfanos, 1895

S?NCHEZ MOGUEL

ESPA?A Y AM?RICA

ESTUDIOS HIST?RICOS Y LITERARIOS

MADRID

IMPRENTA Y LITOGRAF?A DEL ASILO DE HU?RFANOS DEL SAGRADO CORAZ?N DE JES?S Juan Bravo, n?m. 5. 1895

REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

INFORME

Si interesante es el libro publicado hace un a?o por D. Antonio S?nchez Moguel con el t?tulo de REPARACIONES HIST?RICAS, no lo es menos el que acaba de dar ? luz con el de ESPA?A Y AM?RICA, libro que bien pudiera considerarse como segunda parte de aquel primero, y cuyo examen ? informe, para los efectos del Real decreto de 12 de Marzo de 1875, me han sido encomendados por nuestro digno Presidente, Director de esta Real Academia.

Si la intenci?n patri?tica, tambi?n, en que se inspiraba aquel escrito era laudable, como dirigida ? estimular tendencias ? la conciliaci?n que vienen observ?ndose entre portugueses y espa?oles, tan plausible es y del momento la nueva tarea emprendida por nuestro erudito compa?ero para reanudar y apretar los lazos que nos unieron y debieran para siempre unirnos con nuestros tambi?n hermanos de Am?rica, aquellos cuyos Estados formaron parte de la Monarqu?a espa?ola hasta principios del presente siglo.

El pensamiento no puede ser m?s feliz ni m?s conveniente, y su desarrollo y ejecuci?n corresponden ? tan patri?tico objeto.

Dec?amos en un escrito ? prop?sito del primero de esos libros: <>

Y ciertamente que el tino, como antes he indicado, en la ejecuci?n ha correspondido al fin ? que se dirig?a tan excelente pensamiento.

Cada cap?tulo del nuevo libro de nuestro asiduo colaborador en los trabajos encomendados ? la Academia, exigir?a un comentario tan extenso y erudito como el cap?tulo mismo, y, en algunos, como el libro entero, de haber de apreciar debidamente la importancia que entra?an casi todos, el esp?ritu en que se inspiran y la forma y adornos de que est?n revestidos. La vasta erudici?n de su autor, el dominio absoluto, si cabe, del asunto, y la dificil?sima facilidad que posee para darlo ? conocer tan clara como lac?nicamente, hacen del libro del Sr. S?nchez Moguel uno en gran parte nuevo por las investigaciones, nuevas tambi?n, que contiene, y comentario breve quiz?s de cuanto se ha escrito y discutido sobre la historia del descubrimiento de Am?rica, la de los m?s conspicuos personajes que en ?l intervinieron, y la de cuantos, al celebrarse en el pasado a?o de 1892, lo aplaudieron y ensalzaron en congresos, academias, libros, revistas y peri?dicos.

Lo cual quiere decir tambi?n que, transcurridos cuatro siglos y despu?s de haberse escrito y publicado tantos y tan voluminosos y, al parecer, concienzudos trabajos sobre Col?n y su admirable descubrimiento, estamos todav?a muy lejos de oir la ?ltima palabra. Pasan d?as y d?as en disputas, no pocas veces enojosas por la pasi?n que las provoca y la candente tambi?n que las mantiene, para, al pensar que sacudimos un error, caer quiz?s en ciento sobre puntos esencial?simos de una pol?mica que viene el Sr. S?nchez Moguel ? decirnos que durar? todav?a largo tiempo.

El deseo, repito, de hallar motivos de conciliaci?n entre Espa?a y las rep?blicas hispano-americanas ha conducido al Sr. S?nchez Moguel ? recoger cuantas noticias nos llegan del Nuevo Mundo sobre las muestras de simpat?a que all? se nos dieron al celebrarse el Centenario. Y para mejor satisfacer su patri?tico anhelo, evoca en su libro el recuerdo de los honores tributados en Chile y el Per? ? la memoria de Valdivia y de Pizarro; all?, coronando la ciudad de Santiago con la estatua del bravo conquistador de aquella tierra venturosa, y en Lima dando so las naves de la Catedral digna sepultura ? los restos glorios?simos de su insigne fundador.

Ese af?n lleva al Sr. S?nchez Moguel ?, recordando lo de la estatua de Valdivia, exclamar en su libro: <>

No es poco lo que, en su patriotismo, pretende el Sr. S?nchez Moguel. Es verdad que debe animarle ? ello el discurso, que tambi?n estampa, del Alcalde de Lima al entregar en la Catedral los restos de Pizarro, en el que se dice: <

Esto es para alentar al m?s esc?ptico en la obra que parece proponerse nuestro digno compa?ero.

La contestaci?n al discurso le?do por el se?or Asensio el d?a de su recepci?n en esta Academia, cierra el libro ESPA?A Y AM?RICA, de que voy dando cuenta; y, como tan recientemente pronunciada, es muy conocida para que haya de recordar yo ahora las bellezas en que abunda. La Academia la premi? en aquella solemnidad con sus aplausos.

Aun por este, mejor que extracto, breve ?ndice de los asuntos tratados en el nuevo libro del Sr. S?nchez Moguel, se hace f?cil conjeturar cu?les sean las condiciones hist?ricas que puedan avalorarlo en el concepto p?blico, una vez destinado ? tomar carta de naturaleza en las bibliotecas del Estado y populares, donde ser? muy ?til su lectura, tan instructiva como amena.

Porque bajo este ?ltimo aspecto, el de su amenidad, el libro ofrece atractivos que en nada ceden ? los del cient?fico, ya por la variedad de asuntos, ya por lo f?cil, seg?n dije antes, de su exposici?n, lo conciso y propio del lenguaje y lo elegante del estilo en que est? escrito.

Un poco dogm?tico el autor, como dedicado al ejercicio de la c?tedra, y batallador ? veces por propia ?ndole y la de su tierra natal, que tan hiperb?licamente nos describe en el ?ltimo cap?tulo, no se entrega, sin embargo, ? exponer las ideas y doctrina que abriga sobre las cuestiones interesant?simas en que se ocupa sin cuidarse de confirmarlas con documentos y datos de grande autoridad. All? se las avenga con los que no acepten esas ideas; que no le faltar?, como al Sr. Asensio y tantos otros de la misma escuela, quien las desapruebe y rechace. No entra en mi cometido la misi?n de discutirlas, dando ? este informe las proporciones de un libro tan voluminoso como el que estoy describiendo; pero, de un modo ? otro, el del Sr. S?nchez Moguel nunca dejar? de ofrecer un grand?simo inter?s y ense?anzas verdaderamente magistrales.

Esta es, al menos, la opini?n del que suscribe.

Leido este informe en junta celebrada por la Real Academia de la Historia el 28 de Junio, fu? aprobado por unanimidad.

Madrid 28 de Junio de 1895.

LAS CONFERENCIAS AMERICANISTAS DEL ATENEO

Discurso resumen le?do el 19 de Junio de 1892.

SE?ORAS Y SE?ORES:

El Ateneo de Madrid, que desde hace m?s de medio siglo viene consagrando ? la cultura de la patria el concurso meritorio de sus luces; que, fiel ? sus tradiciones, hab?a de contribuir al cuarto Centenario del descubrimiento de Am?rica en el modo y forma m?s adecuados ? su instituto; que, ? este fin, estim? preferible ? toda obra la de preparar al pa?s para la celebraci?n del Centenario, mediante una serie de conferencias p?blicas relativas al descubrimiento, conquista y civilizaci?n del Nuevo Mundo, hoy, que esta obra toca felizmente ? su t?rmino, al considerar los resultados obtenidos, al ver que oradores y escritores de toda filiaci?n pol?tica y cient?fica, militares y marinos, sacerdotes y seglares; y lo que es m?s hermoso todav?a, americanos, portugueses y espa?oles, en armonioso concierto, han contribu?do un d?a y otro d?a, durante dos a?os, ? la ejecuci?n de su pensamiento, se complace en publicar solemnemente su gratitud ? todos y cada uno de sus generosos cooperadores, y en declarar muy alto que es su deseo, su aspiraci?n m?s viva, que la campa?a terminada no sea la ?ltima, sino la primera en pro de la fraternidad de los pueblos peninsulares y de sus hijos al otro lado del Atl?ntico.

Si la empresa de Espa?a y de Col?n puso en contacto dos continentes, sea la conmemoraci?n del singular acontecimiento el hecho venturoso que estreche los v?nculos de uno y otro mundo; v?nculos m?s apretados y duraderos que los antiguos de la conquista: los indestructibles v?nculos de la fraternidad y del derecho.

Empeque?ecidos por nuestras discordias, viviendo casi en exclusivo para los intereses y las luchas del momento, al acercarse el cuarto Centenario de nuestra gloria mayor, hab?amos ya casi perdido la conciencia de la solidaridad nacional, los alientos para los combates regeneradores, la esperanza en los destinos de la patria, y hasta la memoria de lo que fuimos y de lo que hicieron nuestros padres.

Ni en la c?tedra ni en los libros, bien lo sab?is, la historia del descubrimiento de Am?rica ha tenido hasta ahora la plaza que en justicia le corresponde. Si doctas corporaciones, como la Real Academia de la Historia y la Sociedad Geogr?fica, han consagrado alguna parte de su labor al estudio de la historia americana; si no han faltado nunca en nuestra patria entendidos americanistas, los trabajos de ?stos y las publicaciones de aqu?llas, apenas si hab?an trascendido m?s all? del contado n?mero de los eruditos. La gran mayor?a de los espa?oles, ignorante de estos estudios, satisfac?a su escasa curiosidad por las cosas americanas en libros m?s novelescos que hist?ricos; y hubiera llegado seguramente ? los d?as del Centenario incapacitada para conmemorar dignamente hechos que ignoraba ? que conoc?a ?nicamente en relatos superficiales ? fabulosos, que es peor todav?a.

Era, pues, necesario, imprescindible, despertar la atenci?n y el inter?s del pa?s por el conocimiento positivo y completo de la empresa descubridora, y esclarecer una por una, en numerosas conferencias, las cuestiones que entra?a su estudio.

Estas conferencias, primero en los oyentes, despu?s impresas, en toda clase de lectores responder?an amplia y eficazmente ? las exigencias de la cultura general, con tanto mayor motivo, cuanto que ninguna corporaci?n hab?a pensado en llenar este vac?o. Las empresas imaginadas ? acometidas por los centros oficiales y particulares, exposiciones, monumentos, congresos, cert?menes, publicaciones bibliogr?ficas y eruditas, trabajos indudablemente valiosos, pero de distinta clase, y destinados todos para los d?as mismos del Centenario, estaban bien lejos de proponerse la preparaci?n de este gran acontecimiento, ilustrando desde luego ? la naci?n mediante una serie especial de conferencias apropiadas al efecto.

Para promoverla y llevarla ? cabo, ninguna corporaci?n tan adecuada como el Ateneo de Madrid, centro de la cultura nacional, tribuna siempre abierta ? la libre propagaci?n de todas las doctrinas, preparaci?n y complemento al par de la vida cient?fica de las dem?s corporaciones. La separaci?n entre lo oficial y lo particular, como las divisiones en partidos, sectas y escuelas, son extra?as ? su instituto. Templo de la tolerancia, caben en ?l todas las ideas, como en el Pante?n romano todos los dioses.

Su historia es la historia del progreso intelectual en nuestra patria. Pol?tico, filos?fico y literario, principalmente, en sus or?genes, siguiendo despu?s las fases y etapas de la evoluci?n cient?fica, fu? luego cultivador de las ciencias hist?ricas. Si ?stas, en tiempos anteriores, no tuvieron la vida fecunda de las ciencias morales y pol?ticas, y las exactas, f?sicas y naturales, que contaban desde la fundaci?n de este Centro con secciones propias, hay que reconocer en justicia que de algunos a?os ac? alcanzan en sus tareas igual ? semejante participaci?n que estas otras ciencias, sobre todo desde el establecimiento de una secci?n especial de Ciencias hist?ricas. Autor de este pensamiento, me es muy grato poder asegurar que el Ateneo entero lo acogi? favorablemente desde el primer instante, como se reciben siempre las ideas que s?lo necesitan ser enunciadas para pasar de la categor?a de proyectos ? la de hechos consumados.

El Centenario del descubrimiento de Am?rica deb?a llevar con preferencia la atenci?n ? la historia del Nuevo Mundo, ? sentir la necesidad de darle entrada en la labor hist?rica del Ateneo, y al pensamiento de cooperar ? la celebraci?n del Centenario con el importante contingente de sus valiosos elementos. La bondad del Ateneo, elev?ndome ? la presidencia de la secci?n de Ciencias hist?ricas, en Junio de 1890, me proporcion? la honra de iniciar ya entonces esta obra, cuya ejecuci?n me fu? luego encomendada, y en la que he venido ocup?ndome hasta el d?a, no s? si con cabal acierto, pero s? con verdadera solicitud y entusiasmo.

Obra, en primer t?rmino, eminentemente nacional, no deb?a el Ateneo limitarse en su ejecuci?n ? sus propias fuerzas, ? la labor exclusiva de sus socios, sino, por el contrario, solicitar la cooperaci?n de todas las personas competentes del pa?s, ya conocidas por sus trabajos americanistas, ya entendidas en estudios hist?ricos, que pudieran cultivar ahora los referentes ? Am?rica, dando as? ? estos estudios la extensi?n y alcance que no ten?an en nuestra patria.

? todas, importa decirlo, ? todas igualmente se dirigi? el llamamiento del Ateneo, sin distinci?n de clases, doctrinas y partidos: todas, con excepciones contad?simas, respondieron ? este patri?tico llamamiento: la Iglesia, la Marina, el Ej?rcito, las Corporaciones cient?ficas y literarias, oficiales y particulares, especialmente la Universidad Central, la Academia de la Historia y la Sociedad Geogr?fica. Algunos de los conferenciantes, como el Sr. P? y Margall, hac?a ya muchos a?os que estaban alejados por completo de la vida atene?stica; otros, como el Sr. Marqu?s de Cerralbo, no hab?an atrevesado ni una vez siquiera los umbrales del Ateneo. Por vez primera en Espa?a, historiadores, ge?grafos, literatos, naturalistas, han tomado parte juntos en una misma obra: la obra gloriosa de nuestros padres.

Ninguna instituci?n tan elevada como la Iglesia, ni de tan considerable influjo en la vida de la naci?n descubridora y en la de sus hijos americanos: ninguna, por consiguiente, con mayores derechos y deberes en la celebraci?n del Centenario. ?C?mo, pues, era imposible que el Ateneo desconociera aquellos derechos, dejando de invocar la cooperaci?n de la Iglesia en la obra de sus conferencias? ?Ni c?mo, tampoco, que la Iglesia olvidara sus deberes dejando de responder al llamamiento del Ateneo?

De los sacerdotes llamados ? compartir nuestras tareas, solamente acept? su encargo el Sr. Jardiel, Can?nigo de Zaragoza. Acaso, y sin acaso, la absoluta libertad que en el Ateneo disfrutan todas las doctrinas haya sido causa de que los otros sacerdotes invitados no hayan querido ? podido aceptar igualmente las conferencias encomendadas. Es innegable que dicha libertad no ha sido nunca muy del gusto de algunos cat?licos, como no lo es menos que otros, much?simos por cierto, han cre?do m?s conveniente aceptarla y emplearla en la defensa y propagaci?n de sus ideas y sentimientos genuinamente cat?licos.

Socios del Ateneo fueron sacerdotes tan insignes como Lista y Gallego, cuyos retratos figuran en la galer?a de atene?stas ilustres. En los bancos de nuestra casa hemos visto hasta ha poco al inolvidable D. Miguel S?nchez, librando descomunales batallas en pro de la ortodoxia m?s pura, con admiraci?n y aplauso de todos. Entend?a el docto Presb?tero m?s conforme con el esp?ritu del Evangelio propagar sus creencias en abierto combate que abstenerse de toda lucha, que es como igualmente lo han entendido y entienden hoy, no ya simples sacerdotes, sino pr?ncipes de la Iglesia.

He aqu? la importancia excepcional que tuvo la solemnidad celebrada en el Ateneo el 21 de Marzo ?ltimo: la entrada de la Iglesia en el Ateneo, en la persona del respetable Arzobispo de Santiago de Cuba, que presidi? el acto, y del distinguido sacerdote aragon?s encargado de llevar juntamente la voz de la Iglesia y del Ateneo en aquella noche memorable.

Con la memoria de tan fausto acontecimiento se enlaza el recuerdo de otros tambi?n nuevos ? importantes, no s?lo en el Ateneo, sino en la celebraci?n del Centenario. Antes que ninguna otra corporaci?n, la nuestra, desde un principio, acord? solicitar el concurso de americanos y portugueses, teniendo en cuenta que la obra de Portugal en los descubrimientos es inseparable de la puramente espa?ola, y que ? los americanos importaba tanto como ? los peninsulares el esclarecimiento de hechos hist?ricos de igual valor y alcance para toda la familia. As?, adem?s de la importancia cient?fica de la cooperaci?n prestada por americanos y portugueses, podr?a darse el hermoso y trascendental espect?culo de aparecer por primera vez unidos portugueses, americanos y espa?oles en una misma empresa, principio fecundo de tantas otras en que, siempre ? salvo las respectivas independencias pol?ticas, est?n obligados ? intervenir de igual modo, como la com?n historia reclama y el com?n inter?s exige.

No es de extra?ar que no todos los portugueses y americanos que el Ateneo invit? aceptasen igualmente las conferencias ofrecidas, con s?lo tener en cuenta la carencia de precedentes an?logos. Por fortuna, el Sr. Oliveira Martins y los Sres. Riva Palacio, Solar y Zorrilla de San Mart?n, han venido ? establecerlos, llevando dignamente en la empresa atene?sta, el primero la representaci?n de Portugal, y los segundos la de Am?rica, con gratitud y regocijo, no ya del Ateneo, sino de Espa?a entera.

De este modo, nuestras conferencias, encaminadas ante todo ? ilustrar la historia americana y ? preparar al pa?s para la celebraci?n del Centenario, han contribu?do adem?s ? estrechar fraternales v?nculos, por una parte entre las diferentes instituciones y elementos de nuestra patria, y por otra entre los pueblos peninsulares y americanos; precediendo en esta obra ? todas las corporaciones, no s?lo en el campo de las teor?as, sino en la esfera fecunda de la pr?ctica. Bien puede decirse, en este sentido, que al Ateneo corresponde, en primer t?rmino, la gloria de abrir el camino y se?alar el rumbo que deb?a seguirse en la celebraci?n del Centenario.

Que no todas las conferencias son de igual m?rito ni cient?fico ni literario, que unas han sido fruto de nuevas investigaciones y otras mera vulgarizaci?n de conocimientos ya sabidos de los doctos, no hay que decirlo. Que unas y otras han servido, en mayor ? menor grado, ? la cultura general, es evidente. La cr?tica digna de este nombre no podr? menos de reconocer en justicia que el Ateneo ha hecho cuanto le ha sido dable al mejor logro de su intento, y que si no ha hecho m?s no ha sido por falta de iniciativa y de deseo, sino porque no lo ha consentido el estado de los estudios hist?ricos en Espa?a.

Temerario ser?a, se?ores, pretender compendiar en modo alguno el contenido de las conferencias, ni mucho menos aquilatarlo cumplidamente. ?Qui?n, dentro ni fuera de nuestro pa?s, posee ? un tiempo aptitudes y conocimientos cient?ficos de tan diversa ?ndole para examinar obra tan vasta y tan compleja? ?Ni qui?n menos autorizado que yo para intentarlo, ya por mi propia insuficiencia, ya por la parte que he tenido en esta obra? S?lo me es posible bosquejar ligeramente los caracteres generales que las conferencias han tenido, por v?a de ojeada al conjunto y ? sus partes principales, sin entrar en el examen anal?tico de todas y y cada una de las cuestiones estudiadas.

Como era de esperar, el descubridor del Nuevo Mundo ha sido objeto de distintas conferencias, en las cuales la erudici?n de primera mano y la verdadera cr?tica hist?rica han imperado algunas veces, y en otras las dos diversas leyendas colombinas, esto es, la apolog?tica y la demoledora, la que diviniza ? Col?n y la que rebaja sus merecimientos reales y efectivos en pro de figuras subalternas ? en aras de un mal entendido patriotismo. En una y otra se rompe la uni?n esencial ? indivisible que en el orden hist?rico existir? siempre entre los nombres de Espa?a y Col?n, factores inseparables del descubrimiento de Am?rica, sacrificando con igual injusticia, ya Espa?a ? Col?n, ya Col?n ? Espa?a.

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