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Munafa ebook

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Read Ebook: Los nueve libros de la Historia (2 de 2) by Herodotus BCE BCE Pou I Puigserver Bartomeu Translator

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Ebook has 405 lines and 157282 words, and 9 pages

Release date: January 19, 2024

Original publication: Madrid: Imprenta Central a cargo de V?ctor Saiz, 1878

Credits: Ram?n Pajares Box.

NOTA DE TRANSCRIPCI?N

LOS NUEVE LIBROS DE HER?DOTO.

Imprenta Central a cargo de V?ctor Saiz, Colegiata, 6.

LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA

DE HER?DOTO DE HALICARNASO

TRADUCIDA DEL GRIEGO AL CASTELLANO POR EL P. BARTOLOM? POU DE LA COMPA??A DE JES?S

MADRID LUIS NAVARRO, EDITOR COLEGIATA, N?M. 6 -- 1884

LIBRO QUINTO.

TERPS?CORE.

Los generales de Dar?o principian a conquistar varias plazas en Europa. -- Costumbres de los tracios. -- Traslaci?n de los peonios al Asia. V?ngase Alejandro de los embajadores persas enviados a Macedonia. -- Pol?tica de Dar?o con Histieo, se?or de Mileto. Subl?vanse los jonios contra los persas por instigaci?n de Histieo y Arist?goras, y piden socorro a los atenienses: situaci?n de estos, sus guerras y revoluciones. Muerte de Hiparco, tirano de Atenas y expulsi?n de su hermano Hipias: los lacedemonios tratan de favorecer a este para recobrar el dominio de Atenas, pero se opone el corintio Sosicles refiriendo el origen de la tiran?a en su patria y los males que acarreaba en ella. Irritado Hipias incita a los persas contra los atenienses, y Arist?goras por su parte persuade a estos que se al?en con los jonios contra los persas. -- Ataque e incendio de Sardes por los griegos coligados. -- Jura Dar?o vengarse de ellos, y sus generales principian a sujetar varios pueblos de los insurgentes.

XL. Tomando los ?foros y los gerontes de Esparta su acuerdo acerca de la respuesta y negativa del rey, de nuevo as? le representan: <>. Cediendo por fin Anax?ndridas a esta representaci?n, y casado con dos mujeres, tuvo desde entonces dos habitaciones establecidas, yendo en ello contra la costumbre de Esparta.

L. As? termin? Arist?goras su discurso, a quien brevemente respondi? Cle?menes: <>. En estos t?rminos qued? por entonces el negocio. Llega el d?a aplazado; concurre Arist?goras al lugar destinado para saber la respuesta, y le pregunta desde luego Cle?menes cu?ntas eran las jornadas que hab?a desde las costas de Jonia hasta la corte misma del rey. Cosa extra?a: Arist?goras, aquel hombre por otra parte tan h?bil y que tan bien sab?a deslumbrar a Cle?menes, tropezando aqu? en su respuesta, destruy? completamente su pretensi?n; porque no debiendo decir de ning?n modo lo que realmente hab?a, si quer?a en efecto arrastrar al Asia a los espartanos, respondi? con todo francamente que la subida a la corte del rey era viaje de tres meses. Cuando iba a dar raz?n de lo que tocante al viaje acababa de decir, interr?mpele Cle?menes el discurso empezado, y le replica as?: <>. Dicho esto, le deja y se retira a su casa.

XC. Con tal resentimiento, al tiempo en que se dispon?an para tomar venganza de aquellos enemigos, un nuevo contratiempo de parte de los lacedemonios les cerr? el paso de la jornada. Porque como en aquella saz?n hubiese llegado a o?dos de los lacedemonios, as? el artificio que usaron los Alcme?nidas para sobornar a la Pitia, como el embuste con que esta les alarm? contra los hijos de Pis?strato, sintieron con tal aviso doblada pesadumbre, viendo por una parte que hab?an echado de la patria a sus mayores amigos y aliados, y por otra que los atenienses, recibida aquella merced, no se les mostraban obligados ni agradecidos. A?ad?ase a estas reflexiones la congoja que ciertas profec?as les ocasionaban de nuevo, pronostic?ndoles muchos agravios y desafueros que de parte de los atenienses les aguardaban. Hab?an antes estado del todo ignorantes de dichas predicciones, y entonces hab?an empezado a o?rlas, habi?ndolas tra?do consigo Cle?menes volviendo de Atenas a Esparta. Sucedi? que Cle?menes, estando en la ciudadela de Atenas, pudo haber a las manos ciertos or?culos escritos que hab?an estado primero en poder de los Pisistr?tidas y hab?an sido dejados all? por los mismos en el templo de Atenea, cuando fueron echados de la ciudad. Cle?menes al salir de la fortaleza quiso llev?rselos consigo a Esparta.

<

Eeti?n, digno de gloria, nadie te honra cual mereces t?: Labda ya gr?vida parece una gran rueda que cayendo sobre monarcas, mandar? a Corinto.

Ignoro c?mo lleg? este or?culo dado a Eeti?n a o?dos de los pr?ncipes Baqu?adas, a quienes antes se hab?a dado acerca de las costas de Corinto otro or?culo oscuro, pero dirigido al mismo punto que el de Eeti?n, en estos t?rminos:

C. Lleg? a ?feso la armada, donde dejando las naves en un lugar de aquella se?or?a llamado Coreso, iban desde all? los jonios subiendo tierra adentro con un ej?rcito numeroso, al cual serv?an de gu?as los efesios. Llevaban su camino por las orillas del r?o Ca?stro, y pasado el monte Tmolo, se dejaron caer sobre Sardes, de la cual y de cuanto en ella hab?a se apoderaron sin la menor resistencia; pero no tomaron la fortaleza, que cubr?a con no peque?a guarnici?n el mismo Artafrenes.

LIBRO SEXTO.

?RATO.

Histieo contin?a induciendo a los jonios a batirse contra los persas, pero estos procuran dispersar su armada por medio de las instigaciones de sus antiguos se?ores: derrota de la armada jonia: toma de Mileto. Histieo, hecho pirata, cae en poder de los medos, los cuales se apoderan de las ciudades j?nicas y del Quersoneso, abandonado por Milc?ades, que se hab?a alzado con su dominio. La armada persa se dirige contra Atenas y naufraga al pie del Atos. Los de Egina se entregan a los persas, por cuyo motivo trata el rey de Esparta de castigarlos. -- Origen de los reyes de Esparta, y deposici?n del rey Demarato: artificios de Cle?menes contra este, descubiertos los cuales huye de Esparta. -- Los eginetas hacen nuevos insultos a los atenienses, los cuales consiguen derrotarlos en una batalla naval. -- Atacan los persas a Eretria, y se apoderan de ella por traici?n. Contin?an los persas contra Atenas y avanzan hasta Marat?n. Los atenienses les salen al encuentro, al mando de diez generales. Batalla de Marat?n. Dudas acerca de la lealtad de los Alcme?nidas y aventuras de esta familia. Milc?ades, c?lebre desde la batalla de Marat?n, es acusado por no haber tomado a Paros, y absuelto de la pena capital por la conquista de Lemnos, que hiciera en otro tiempo.

XL. No solo tuvo que tomar estas medidas Milc?ades, hijo de Cim?n, reci?n llegado al Quersoneso, sino que hubo de sufrir en lo sucesivo otros contratiempos mucho m?s crueles; porque tres a?os despu?s t?vose que ausentar del Quersoneso huyendo de los escitas llamados n?madas, quienes, irritados por el rey Dar?o y unidos en cuerpo de ej?rcito, avanzaron con sus correr?as hasta el Quersoneso. Milc?ades, no teniendo ?nimos ni fuerzas para hacerles frente, huyose por esta causa de sus dominios, donde despu?s que los escitas se volvieron otra vez a su pa?s, le restituyeron de nuevo los doloncos. Esta adversidad le hab?a acontecido tres a?os antes que le sucediera otra desventura que a la saz?n de que voy hablando le sobrevino, y fue la siguiente:

XC. Cuando vio, pues, Nic?dromo que al tiempo prefijado no parec?an los atenienses, tom? entonces un barco y escapose de Egina en compa??a de los paisanos que seguirle quisieron. A todos estos desertores dieron los atenienses casa y acogida en Sunio, lugar de donde sol?an ellos salir a talar y saquear la isla de Egina; bien que esto sucedi? alg?n tiempo despu?s.

C. Informados los moradores de Eretria de que ven?a contra ellos la armada de los persas, pidieron a los de Atenas les enviasen tropas auxiliares. No se resistieron los atenienses a enviarles socorro, antes bien les destinaron 4000 colonos suyos que hab?an sorteado entre s? el pa?s que antes hab?a sido de los caballeros calcideos. Pero los de Eretria, aunque llamasen en su ayuda a los atenienses, no proced?an con todo de muy buena fe en su resoluci?n, vacilantes entre dos partidos y aun encontrados en sus pareceres, queriendo unos desamparar la ciudad y retirarse a los riscos y escollos de Eubea, y maquinando otros vender su patria con la mira de sacar del persa ventajas particulares. Viendo Esquines, hijo de Not?n, uno de los principales de la ciudad, aquella disposici?n de ?nimo en los de entrambos partidos, dio cuenta de lo que pasaba a los atenienses que ya se les hab?an juntado, pidi?ndoles que tomasen la vuelta de sus casas si no quer?an acompa?arles en la ruina. Por este medio lograron salvarse los atenienses, siguiendo el aviso y pasando de all? a Oropo.

CXL. Por entonces qued? as? el negocio; pero much?simos a?os despu?s, cuando el Quersoneso del Helesponto vino a ser de los atenienses, Milc?ades, hijo de Cim?n, salido de Elayunte, ciudad del Quersoneso, con los vientos etesios, p?sose en Lemnos e intim? a los pelasgos que dejasen la isla, haci?ndoles memoria del or?culo, que ellos estaban lejos de creer que pudiese jam?s cumpl?rseles. Obedecieron entonces los de Hefestia; pero los de Mirina, que no conoc?an en que el Quersoneso fuese lo mismo que el ?tica, hicieron resistencia, hasta tanto que, vi?ndose sitiados, se entregaron. Este fue el artificio con que los atenienses por medio de Milc?ades se apoderaron de Lemnos.

LIBRO S?PTIMO.

POLIMNIA.

Muere Dar?o haciendo contra la Grecia aprestos militares que contin?a su hijo Jerjes: con este objeto hace abrir un canal en el Atos y echar un puente sobre el Helesponto. -- Orden de marcha del ej?rcito persa de mar y tierra; su n?mero y aumento; naciones que lo compon?an, y generales encargados del mando. -- Disputa de Jerjes con el lacedemonio Demarato acerca del valor y resistencia de los griegos. -- Para revista Jerjes a su ej?rcito en Dorisco y se pone en marcha. -- Env?an los lacedemonios a Jerjes dos heraldos en compensaci?n de los que ellos hab?an muerto. -- Prep?ranse los atenienses a resistir, a pesar de los infaustos or?culos de Delfos. -- Los argivos se niegan a entrar en la confederaci?n de los griegos, y Gel?n, tirano de Sicilia, lo reh?sa igualmente si no se le da el mando. -- Los isle?os de Corf? tratan de alucinar con promesas a los embajadores, y los de Creta reh?san tambi?n entrar en la confederaci?n. -- Abandonan los griegos la defensa del paso del Olimpo, y se deciden a defender las Term?pilas. -- N?mero prodigioso de hombres que compon?an el ej?rcito persa de mar y tierra. -- Tempestad que sufre su escuadra. -- Ataque de las Term?pilas y muerte de Le?nidas con los espartanos. -- Decide Jerjes continuar su marcha, y avanza contra la Grecia despreciando los consejos de Demarato.

XL. Ejecutada as? la sentencia, iba desfilando por all? la armada. Marchaban delante los bagajeros con todas las recuas y bestias de carga; detr?s de estos ven?an sin separaci?n alguna las brigadas de todas las naciones, las que compon?an m?s de una mitad del ej?rcito. A cierta distancia, puesto que no pod?an acercarse al rey dichas brigadas, ven?an delante del soberano mil soldados de a caballo, la flor de los persas: segu?anles mil alabarderos, gente asimismo la m?s gallarda del ej?rcito, que llevaban las lanzas con la punta hacia tierra. Luego se ve?an diez caballos muy ricamente adornados, a los que llaman los sagrados neseos; y la causa de ser as? llamados es porque en la Media hay una llanura conocida por Nesea, de la cual toman el nombre los grandes caballos que en ella se cr?an. Inmediato a estos diez caballos se dejaba ver el sagrado carro de Zeus, tirado de ocho blancos caballos, en pos de los cuales ven?a a pie el cochero con las riendas en la mano, pues ning?n hombre mortal puede subir sobre aquel trono sacro. Ven?a en seguida el mismo Jerjes sentado en su carroza tirada de caballos neseos, a cuyo lado iba a pie el cochero, el cual era un hijo de ?tanes, persa principal, llamado Patiranfes.

L. Respondi? Jerjes por su parte: <>.

XC. Ven?an armados a su modo los chipriotas con 130 naves: sus reyes llevaban atados a la cabeza unos turbantes o mitras; los otros tra?an t?nicas, y en lo dem?s imitaban la armadura griega. Sus pueblos, parte son oriundos de Salamina y de Atenas, parte de la Arcadia, parte de Citnos, parte de la Fenicia y parte de la Etiop?a, seg?n los mismos chipriotas nos refieren.

C. Hecho el c?mputo de las tropas y distribuidas estas en escuadrones, tuvo Jerjes la curiosidad de contemplarlas pasando revista a todas ellas, lo cual as? ejecut?. En su carro iba recorriendo cada naci?n, y plantado delante de ella hac?a sus preguntas, las cuales iban notando sus escribanos: h?zolo de este modo empezando por un cabo y acabando por el otro, tanto de la caballer?a como de la infanter?a. Despu?s de verificada esta diligencia, como las galeras de nuevo hubiesen sido echadas al agua, dejando Jerjes su carro, se embarc? en una nave sidonia, y sentado en ella bajo un pabell?n de oro, iba corriendo por delante de las proas de las galeras inform?ndose de cada una y tomando las respuestas por escrito, del mismo modo que en el ej?rcito de tierra. A este fin hab?an apartado sus galeras los capitanes cosa de cuatro pletros de la orilla, y vueltas las proas a tierra hab?an formado una l?nea de frente, armados en ellas todos los combatientes en orden de batalla; de suerte que por entre las naves y la playa iba Jerjes haciendo la revista.

CXL. Enviando, pues, a Delfos sus diputados religiosos, quer?an saber lo que el or?culo les prevendr?a. Practicadas all? todas las ceremonias leg?timas cerca del templo, lo mismo fue entrar con la s?plica en el santuario que vaticinarles lo siguiente la Pitia, por nombre Arist?nica: <>.

Con estas razones aconsejaba Tem?stocles a sus conciudadanos que se dispusiesen para una batalla naval, creyendo que esto significaba el muro de madera. Este parecer de Tem?stocles hizo que los atenienses tuvieran por mejor lo que ?l les dec?a, que no lo que juzgaban los dem?s consultores, quienes no conven?an en que se preparasen para dar la batalla de mar, antes pretend?an que dependiese toda su salud de no levantar ni un dedo contra el persa, sino de abandonar el ?tica o irse a vivir a otra regi?n.

CXC. En aquel contratiempo acaecido a los b?rbaros, los que m?s cortos andan no bajan de 400 las naves que dicen haberse perdido all?, y con ellas un n?mero infinito de gente, y una inmensidad de dinero y de cosas de valor. Aquel naufragio, en efecto, fue una mina de oro para un ciudadano de Magnesia llamado Aminocles, hijo de Cretines, que ten?a en Sep?ade una posesi?n, pues en alg?n tiempo recogi? all? mucho vaso de oro y mucho asimismo de plata; all? encontr? tesoros de los persas, all? logr? infinitas preciosidades y alhajas de oro, de suerte que no siendo por otra parte hombre afortunado, vino a ser muy rico con tanto hallazgo; pero con ?l dolor y pena de ver muertos desastradamente a sus hijos.

CC. Al mediod?a del Asopo corre otro r?o no grande, llamado el F?nix, que bajando de aquellos montes va a desaguar en el Asopo. El paso m?s estrecho que hay all? es el que est? cerca del r?o F?nix, en donde no queda m?s espacio que el de un solo camino de ruedas, abierto all? por el arte. Desde el r?o F?nix hasta llegar a Term?pilas se cuentan 15 estadios, y a la mitad de este camino, entre el r?o F?nix y Term?pilas, se halla una aldea llamada Antela, por donde pasando el Asopo desemboca en el mar. Ancho es el sitio que hay cerca de dicha aldea y en donde est? edificado el templo de Dem?ter la Anficti?nide, los asientos de los Anfictiones y el templo tambi?n del mismo Anficti?n.

LIBRO OCTAVO.

URANIA.

Rese?a de la armada griega reunida en Artemisio, donde es atacada por la de Jerjes, y despu?s de dos combates se retira hacia Salamina. -- Conducen los tesalios a los persas contra la F?cide: origen de las reyertas entre los tesalios y focidios. -- Avanza Jerjes dividiendo su ej?rcito, pero la columna que deb?a saquear a Delfos huye a vista de los prodigios que le suceden. -- Los atenienses abandonan su ciudad, embarc?ndose para Salamina: aumento de la escuadra griega. -- Jerjes se apodera de Atenas y su ciudadela, incendi?ndola. -- Tem?stocles persuade a los griegos a dar la batalla en Salamina. -- Convoca Jerjes a los jefes de marina para o?r su dictamen, y Artemisia se opone a que se ataque a los griegos. -- Las tropas coligadas del Peloponeso fortifican el Istmo contra el cual se dirige el ej?rcito persa, y los de la escuadra se empe?an en abandonar a Salamina: proyecto que combate Tem?stocles. Astucia de este para obligar a los griegos a pelear en Salamina: descripci?n de aquella batalla naval. -- Temor de Jerjes y su retirada a Persia, dejando a Mardonio con trescientos mil hombres. -- Pol?tica de Tem?stocles. -- Alejandro de Macedonia es enviado por Mardonio de embajador a los atenienses para atraerlos a su alianza, que reh?san ellos.

Como los de Eubea, pues, en nada se hubiesen aprovechado de tales versos, ni en medio de las calamidades que ya padec?an, ni con el miedo de las que les amenazaban, aguard?bales sin duda la ?ltima miseria y desastre.

XL. La armada naval de los griegos, salida de Artemisio, fuese a ruego de los atenienses a dar fondo en Salamina. La mira que oblig? a los atenienses a pedirles que se apostasen cerca de Salamina con sus naves fue para ganar tiempo en que sacar del ?tica a sus hijos y mujeres, y asimismo para deliberar lo que mejor les convendr?a en aquellas circunstancias, vi?ndose precisados a tomar una nueva resoluci?n, puesto que no les hab?a salido la cosa como pensaban, porque estando cre?dos de que hallar?an las tropas del Peloponeso atrincheradas en la Beocia para recibir all? al enemigo, hallaron que nada de esto se hac?a, antes bien entendieron que se estaban aquellas fortificando en el Istmo por la parte del Peloponeso, y que puesto todo su cuidado en salvarse a s? mismas, ten?an empleadas sus guarniciones en la guarda de su pa?s, dejando correr lo dem?s al arbitrio del enemigo. Con estas noticias resolvi?ronse a suplicar a los griegos que mantuviesen la armada cerca de Salamina.

L. Defendiendo as? su parecer los generales del Peloponeso, lleg? un ateniense con la nueva de que el b?rbaro se entraba ya por el ?tica, y que en ella lo pasaba todo a sangre y fuego. En efecto, el ej?rcito en que ven?a Jerjes marchando por la Beocia, despu?s de haber puesto fuego a la ciudad de los tespieos, a la cual hab?an todos desamparado retir?ndose al Peloponeso, como tambi?n a la de los plateos; hab?a llegado a Atenas, donde todo lo destru?a y talaba; y la raz?n que le indujo a abrasar las ciudades de Tespias y de Platea era por haber o?do de los tebanos que no eran de su devoci?n.

C. Viendo entonces Mardonio lo mucho que a Jerjes le dol?a la p?rdida sufrida en la batalla naval, sospech? que el rey meditaba huir de Atenas, y pensando dentro de s? mismo que siendo ?l quien le hab?a inducido a la jornada contra la Grecia, no dejar?a por ello de llevar su merecido, hall? convenirle mejor el arriesgarse a todo con la mira o bien de llevar a cabo la conquista, o si no de perder gloriosamente la vida en aquella empresa, especialmente cuando, llevado de sus altos pensamientos, ten?a por m?s probable poder salir con la victoria sujetando a la Grecia. Sacadas as? sus cuentas, habl? en estos t?rminos: <>.

CXL. Llegado ya a Atenas el enviado de Mardonio, h?zoles este discurso: <>. As? habl? Alejandro.

LIBRO NOVENO.

CAL?OPE.

Mardonio se apodera nuevamente de Atenas, abandonada de sus ciudadanos, los cuales se quejan de la indiferencia de los lacedemonios: dec?dense estos a socorrerlos, por lo cual Mardonio abandona la poblaci?n despu?s de haber demolido sus muros y edificios. -- Los griegos son atacados a las inmediaciones del Citer?n por la caballer?a persa, y muere en la refriega su jefe Masistio. Avanza el ej?rcito griego hacia Platea y se atrinchera contra el persa. Disputa entre los atenienses y los de Tegea sobre preferencia en el campamento y mando: rese?a y formaci?n de ambos ej?rcitos, los cuales, en vista de los ag?eros, permanecen indecisos, sin atreverse a dar la batalla. Dec?dese Mardonio a embestir contra los griegos, y Alejandro de Macedonia les avisa en persona este proyecto. -- Reto de Mardonio a los laconios. -- Tratan los griegos de retirarse para mejorar de posici?n, pero se opone un caudillo lacedemonio, y entretanto algunos de los confederados huyen a Platea. Al retirarse los lacedemonios son atacados por los persas. -- Muerte de Mardonio y fuga del ej?rcito persa, que atacado en sus trincheras es pasado a deg?ello por los griegos. Relaci?n de los sujetos que se distinguieron en aquella jornada y del bot?n ocupado a los persas. -- El ej?rcito griego trata de castigar a los aliados, y pone sitio a los tebanos. Entretanto, Leot?quidas con la armada griega intenta atacar a los restos de la persa; pero sus jefes saltan en tierra y se fortifican en M?cala, en donde son atacados y vencidos por los griegos. -- Sublevaci?n de los jonios contra los persas. -- Ri?a entre Masistes y Arta?ntes, generales persas. Amores incestuosos de Jerjes con la familia de Masistes. El manto de Jerjes. Los griegos atacan el Quersoneso y se apoderan de Sesto, plaza defendida por los persas, y dan muerte a su gobernador, el imp?o Arta?ctes.

XL. Despu?s de este lance, pas?ronse dos d?as m?s sin que ninguno de los dos ej?rcitos quisiera ser el primero en presentar la batalla o en atacar al otro, pues aunque los b?rbaros se hab?an avanzado hasta el Asopo a ver si los griegos les saldr?an al encuentro; con todo, ni b?rbaros ni griegos quisieron pasar el r?o: ?nicamente, s?, la caballer?a de Mardonio sol?a acercarse m?s e incomodar mucho al enemigo. En estas escaramuzas suced?a que los tebanos, m?s medos de coraz?n que los medos mismos, provocando con mucho ah?nco a los griegos avanzados, principiaban la ri?a, y sucedi?ndoles en ella los persas y los medos, estos eran los que hac?an prodigios de valor.

L. En este estado se encontraban, cuando los jefes griegos, viendo a su gente falta de agua, y al mismo tiempo perturbada con los tiros de la caballer?a, junt?ronse as? por lo que acabo de indicar, como tambi?n por otros motivos, y en gran n?mero se encaminaron hacia el ala derecha para verse con Pausanias. Si bien este sent?a mucho la mala situaci?n del ej?rcito, mayor pena recib?a de ver que iban ya falt?ndole los v?veres, sin que los criados a quienes hab?a enviado por trigo al Peloponeso pudiesen volver al campo, estando interceptados los pasos por la caballer?a enemiga.

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