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Munafa ebook

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Read Ebook: Los nueve libros de la Historia (2 de 2) by Herodotus BCE BCE Pou I Puigserver Bartomeu Translator

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Ebook has 405 lines and 157282 words, and 9 pages

L. En este estado se encontraban, cuando los jefes griegos, viendo a su gente falta de agua, y al mismo tiempo perturbada con los tiros de la caballer?a, junt?ronse as? por lo que acabo de indicar, como tambi?n por otros motivos, y en gran n?mero se encaminaron hacia el ala derecha para verse con Pausanias. Si bien este sent?a mucho la mala situaci?n del ej?rcito, mayor pena recib?a de ver que iban ya falt?ndole los v?veres, sin que los criados a quienes hab?a enviado por trigo al Peloponeso pudiesen volver al campo, estando interceptados los pasos por la caballer?a enemiga.

XC. El d?a mismo en que con derrota completa de los persas se pele? en Platea, acaeci? a los mismos otro destrozo en M?cala, lugar de la Jonia: porque como los griegos, que iban en la armada naval al mando del lacedemonio Leot?quidas, estuvieran de fijo apostados en Delos, vinieron a ellos desde Samos unos embajadores enviados por los de aquella isla, pero a hurto as? de los persas como del se?or de ella, Teom?stor, hijo de Androdamante, a quien estos hab?an dado el se?or?o de Samos. Los enviados, que eran Lamp?n, hijo de Trasicles, Aten?goras, de Arquestr?tida, y Heges?strato, de Arist?goras, se presentaron a la junta de los comandantes griegos, a quienes en nombre de todos hizo Heges?strato un largo y muy limado razonamiento en esta sustancia: Que los jonios solo con acerc?rseles all? los griegos se sublevar?an contra los persas, sin que los b?rbaros se atrevieran a hacerles frente, y tanto mejor si lo intentaban, pues con esto les pondr?an por s? mismos en las manos una presa tan grande, que no ser?a f?cil hallar otra igual. Despu?s de estas razones, acudiendo a las s?plicas, rog?bales que por los dioses comunes quisieran los griegos librarles de la esclavitud a ellos, tambi?n griegos, lo cual les ser?a facil?simo de lograr, porque las naves de los b?rbaros, de suyo muy pesadas, no eran capaces de sostener el combate. Conclu?an, por fin, que si tem?an enga?o o mala fe en quererles conducir contra el enemigo, prontos estaban all? en acompa?arles como rehenes en sus naves.

C. Una vez formados los griegos en sus filas, parten sin dilaci?n hacia el enemigo, al tiempo mismo de ir al choque, y vuela por todo el campo ligera la fama con una fausta nueva, y deja verse de repente en la orilla del mar una vara levantada a manera de caduceo. La buena noticia volaba diciendo que los griegos en Beocia hab?an vencido al ej?rcito de Mardonio. Ello es as?, que los dioses con varios indicios suelen hacer patentes los prodigios de que son autores, como se vio entonces, pues queriendo ellos que el destrozo de los b?rbaros en M?cala coincidiese en un mismo d?a con el ya padecido en Platea, hicieron que la fama de esto llegase en tal coyuntura, que animase mucho m?s y llenara de valor a los griegos para el nuevo peligro, como en efecto sucedi?.

FIN DEL TOMO SEGUNDO Y ?LTIMO.

?NDICE.

LIBRO QUINTO. Los generales de Dar?o principian a conquistar varias plazas en Europa. -- Costumbres de los tracios. -- Traslaci?n de los peonios al Asia. V?ngase Alejandro de los embajadores persas enviados a Macedonia. -- Pol?tica de Dar?o con Histieo, se?or de Mileto. Subl?vanse los jonios contra los persas por instigaci?n de Histieo y Arist?goras, y piden socorro a los atenienses: situaci?n de estos, sus guerras y revoluciones. Muerte de Hiparco, tirano de Atenas y expulsi?n de su hermano Hipias: los lacedemonios tratan de favorecer a este para recobrar el dominio de Atenas, pero se opone el corintio Sosicles refiriendo el origen de la tiran?a en su patria y los males que acarreaba en ella. Irritado Hipias incita a los persas contra los atenienses, y Arist?goras por su parte persuade a estos que se al?en con los jonios contra los persas. -- Ataque e incendio de Sardes por los griegos coligados. -- Jura Dar?o vengarse de ellos, y sus generales principian a sujetar varios pueblos de los insurgentes. 5

LIBRO SEXTO. Histieo contin?a induciendo a los jonios a batirse contra los persas, pero estos procuran dispersar su armada por medio de las instigaciones de sus antiguos se?ores: derrota de la armada jonia: toma de Mileto. Histieo, hecho pirata, cae en poder de los medos, los cuales se apoderan de las ciudades j?nicas y del Quersoneso, abandonado por Milc?ades, que se hab?a alzado con su dominio. La armada persa se dirige contra Atenas y naufraga al pie del Atos. Los de Egina se entregan a los persas, por cuyo motivo trata el rey de Esparta de castigarlos. -- Origen de los reyes de Esparta, y deposici?n del rey Demarato: artificios de Cle?menes contra este, descubiertos los cuales huye de Esparta. -- Los eginetas hacen nuevos insultos a los atenienses, los cuales consiguen derrotarlos en una batalla naval. -- Atacan los persas a Eretria, y se apoderan de ella por traici?n. Contin?an los persas contra Atenas y avanzan hasta Marat?n. Los atenienses les salen al encuentro, al mando de diez generales. Batalla de Marat?n. Dudas acerca de la lealtad de los Alcme?nidas y aventuras de esta familia. Milc?ades, c?lebre desde la batalla de Marat?n, es acusado por no haber tomado a Paros, y absuelto de la pena capital por la conquista de Lemnos, que hiciera en otro tiempo. 91

LIBRO S?PTIMO. Muere Dar?o haciendo contra la Grecia aprestos militares que contin?a su hijo Jerjes: con este objeto hace abrir un canal en el Atos y echar un puente sobre el Helesponto. -- Orden de marcha del ej?rcito persa de mar y tierra; su n?mero y aumento; naciones que lo compon?an, y generales encargados del mando. -- Disputa de Jerjes con el lacedemonio Demarato acerca del valor y resistencia de los griegos. -- Para revista Jerjes a su ej?rcito en Dorisco y se pone en marcha. -- Env?an los lacedemonios a Jerjes dos heraldos en compensaci?n de los que ellos hab?an muerto. -- Prep?ranse los atenienses a resistir, a pesar de los infaustos or?culos de Delfos. -- Los argivos se niegan a entrar en la confederaci?n de los griegos, y Gel?n, tirano de Sicilia, lo reh?sa igualmente si no se le da el mando. -- Los isle?os de Corf? tratan de alucinar con promesas a los embajadores, y los de Creta reh?san tambi?n entrar en la confederaci?n. -- Abandonan los griegos la defensa del paso del Olimpo, y se deciden a defender las Term?pilas. -- N?mero prodigioso de hombres que compon?an el ej?rcito persa de mar y tierra. -- Tempestad que sufre su escuadra. -- Ataque de las Term?pilas y muerte de Le?nidas con los espartanos. -- Decide Jerjes continuar su marcha, y avanza contra la Grecia despreciando los consejos de Demarato. 175

LIBRO OCTAVO. Rese?a de la armada griega reunida en Artemisio, donde es atacada por la de Jerjes, y despu?s de dos combates se retira hacia Salamina. -- Conducen los tesalios a los persas contra la F?cide: origen de las reyertas entre los tesalios y focidios. -- Avanza Jerjes dividiendo su ej?rcito, pero la columna que deb?a saquear a Delfos huye a vista de los prodigios que le suceden. -- Los atenienses abandonan su ciudad, embarc?ndose para Salamina: aumento de la escuadra griega. -- Jerjes se apodera de Atenas y su ciudadela, incendi?ndola. -- Tem?stocles persuade a los griegos a dar la batalla en Salamina. -- Convoca Jerjes a los jefes de marina para o?r su dictamen, y Artemisia se opone a que se ataque a los griegos. -- Las tropas coligadas del Peloponeso fortifican el Istmo contra el cual se dirige el ej?rcito persa, y los de la escuadra se empe?an en abandonar a Salamina: proyecto que combate Tem?stocles. Astucia de este para obligar a los griegos a pelear en Salamina: descripci?n de aquella batalla naval. -- Temor de Jerjes y su retirada a Persia, dejando a Mardonio con trescientos mil hombres. -- Pol?tica de Tem?stocles. -- Alejandro de Macedonia es enviado por Mardonio de embajador a los atenienses para atraerlos a su alianza, que reh?san ellos. 305

LIBRO NOVENO. Mardonio se apodera nuevamente de Atenas, abandonada de sus ciudadanos, los cuales se quejan de la indiferencia de los lacedemonios: dec?dense estos a socorrerlos, por lo cual Mardonio abandona la poblaci?n despu?s de haber demolido sus muros y edificios. -- Los griegos son atacados a las inmediaciones del Citer?n por la caballer?a persa, y muere en la refriega su jefe Masistio. Avanza el ej?rcito griego hacia Platea y se atrinchera contra el persa. Disputa entre los atenienses y los de Tegea sobre preferencia en el campamento y mando: rese?a y formaci?n de ambos ej?rcitos, los cuales, en vista de los ag?eros, permanecen indecisos, sin atreverse a dar la batalla. Dec?dese Mardonio a embestir contra los griegos, y Alejandro de Macedonia les avisa en persona este proyecto. -- Reto de Mardonio a los laconios. -- Tratan los griegos de retirarse para mejorar de posici?n, pero se opone un caudillo lacedemonio, y entretanto algunos de los confederados huyen a Platea. Al retirarse los lacedemonios son atacados por los persas. -- Muerte de Mardonio y fuga del ej?rcito persa, que atacado en sus trincheras es pasado a deg?ello por los griegos. Relaci?n de los sujetos que se distinguieron en aquella jornada y del bot?n ocupado a los persas. -- El ej?rcito griego trata de castigar a los aliados, y pone sitio a los tebanos. Entretanto, Leot?quidas con la armada griega intenta atacar a los restos de la persa; pero sus jefes saltan en tierra y se fortifican en M?cala, en donde son atacados y vencidos por los griegos. -- Sublevaci?n de los jonios contra los persas. -- Ri?a entre Masistes y Arta?ntes, generales persas. Amores incestuosos de Jerjes con la familia de Masistes. El manto de Jerjes. Los griegos atacan el Quersoneso y se apoderan de Sesto, plaza defendida por los persas, y dan muerte a su gobernador, el imp?o Arta?ctes. 391

NOTAS

Perinto, colonia griega fundada seg?n diversas opiniones por los samios, por Orestes o por Heracles, es la misma ciudad que Heraclea en el Quersoneso. Los peonios o pelagones eran un pueblo de la Macedonia, situada cerca de Tesal?nica, en el distrito de la actual Etrachino.

Los l?mites de la antigua Tracia, que confinaba al occidente con la Macedonia, al oriente con el Ponto Euxino, el Helesponto y la Prop?ntide, al mediod?a con el Egeo, y al norte con el monte Hemo, no permiten la exageraci?n del autor. Tuc?dides hace a la Tracia en poblaci?n y fuerzas inferior a la Escitia.

Viv?an los trausos al pie del Hemo en la Mesia inferior: esta su filos?fica costumbre tan acomodada a imaginaciones melanc?licas y mustias como la de Young, puede verse pintada en Cicer?n con los m?s vivos colores .

No basta el fr?o del norte a matar las abejas, como not? Eliano: uno de los ramos de comercio de la Rusia en el puerto de Arc?ngel es la cera amarilla del pa?s.

Estaba situado este pueblo entre el r?o Estrim?n y la ciudad de Filippi.

Ya entonces contaban las persas por infamia ocuparse en trabajos de manos, orgullo y molicie que la voluptuosa Asia ha trasmitido harto frecuentemente a la laboriosa Europa.

El Pangeo se llama en el d?a Malaca o Castagua; Doberes era una ciudad peonia de que habla Tuc?dides: de los odomantos dice Suidas que usaban la circuncisi?n.

Esto se ve confirmado por Eliano y Ateneo, quien dice que a los bueyes en Tracia se les llenaban de peces los pesebres, y por lo que se refiere de Noruega, donde las bestias se alimentan de pescado.

Ser?a la misma de donde sacaba tesoros Filipo, padre de Alejandro.

Era Amintas I el noveno rey de Macedonia, por los a?os de 514 antes de Jesucristo, y mucha debi? ser la debilidad de su imperio, cuando no su poquedad de ?nimo, pues que no se atrevi? a la resistencia que hizo la Peonia.

Este modesto recato era com?n en toda la Grecia. L?ase en Cicer?n el tr?gico caso de la resistencia que en L?mpsaco se hizo a Verres en punto semejante, y del suplicio con que la castig? el fiero proc?nsul.

No falta fil?sofo antiguo ni aun quiz? moderno que alabe este hecho de Alejandro: comparadas la insolencia de los unos con la alevos?a del otro, no s? a qu? parte se inclinar? la mayor gravedad de la injuria p?blica.

P?rdicas I, cuarto rey de los macedonios, rein? por los a?os 691 antes de J. C. Quien sepa las numerosas diligencias que se practicaban en los ejercicios ol?mpicos, en vista de la sentencia dada en favor de Alejandro, hijo de Amintas, no dudar?a que fuesen los macedonios de origen griego, por m?s que los llamase b?rbaros Dem?stenes, movido de su odio a Filipo.

Lamponio, vecina a la ciudad de Antandro, arruinada y sin nombre en el d?a: Antandro se llama hoy San Dimitri, antes c?lebre ciudad de los l?leges y despu?s de los troyanos en la Misia.

No parece sino que la narraci?n est? truncada faltando alg?n periodo que sea transici?n para lo dem?s del cap?tulo. En cuanto a lo que sigue, se entiende claramente que habla de ?tanes.

Naxos, al presente Naxia, la m?s rica y feraz de las C?cladas tiene cien millas de circuito, aunque Plinio solo le da setenta y cinco, y es c?lebre por su vino y su m?rmol ofites de color verde con vetas blancas. Ocup?ronla al principio los tracios, gobernados por Boutes, a quienes sucedieron los t?salos, que despu?s de doscientos a?os de posesi?n la abandonaron a causa de una gran carest?a: despu?s de la guerra de Troya se hicieron due?os de ella los carios, de los cuales pas? a unos colonos de Cnido y Rodas, y de estos ?ltimamente a los jonios.

No parece que hubiera le?do Her?doto la carta de Pausanias, que trae Tuc?dides escrita a Jerjes, a quien en premio de su alevos?a pide por esposa una hija del mismo rey, y no de Megabates.

Mindo, hoy Mentese, ciudad de consideraci?n en la Caria y colonia de los trecenios.

Nota Ateneo que los naxios ricos viv?an com?nmente en la misma ciudad, dejando en las aldeas a la gente pobre, lo que asimismo suced?a en el ?tica.

Mileso, o como ahora se llama, Melaso, era una rica ciudad de la Caria; Termera otra ciudad en los confines de la Caria y la Licia, cuyas ruinas no son acaso conocidas.

El derecho de Heracles sobre la regi?n ericina proviene, seg?n Diodoro S?culo, de haber aquel h?roe vencido en la lucha a Eris, rey del pa?s, y haber quedado se?or del territorio que dej? en fideicomiso a los naturales, hasta tanto que alg?n hijo suyo viniera a reclamarle. Acerca de los or?culos de Layo ninguna noticia de ellos hallamos en otros autores.

A este rey llama Diodoro S?culo <> u orador p?blico, como llam? tambi?n Arist?teles a C?pselo tirano de Corinto: en la democracia reinan com?nmente los demagogos, y alguna vez de oradores pasan a ser tiranos. La famosa S?baris, arruinada por los crotoniatas y reedificada con el nombre de Turio, se cree que sea hoy la aldea Torre Brodoqueto, en la Calabria.

Egesta o Segesta, c?lebre ciudad de Sicilia entre el promontorio Lilibeo y Panormo, correspond?a al lugar que se llama B?rbara. En cuanto a Minoa, que se llam? despu?s Heraclea, y a Selinunte, c?lebre colonia de los megarenses, ambas hoy arruinadas, se hallaba la primera cerca del cabo Blanco, y la segunda en la Terra dei pulici, en la provincia de Mazara.

D?dase qu? r?os fuesen los dos Tigris menores, a no ser el Lico y el Caper, llamados hoy d?a, aquel el Zab mayor, y este el peque?o Zab. Al Gindes no le dan nombre los modernos, pues quiz? dividido por Ciro en 370 acequias perdi? su curso antiguo o del todo desapareci?.

En el imperio Romano, como en casi toda la Europa moderna, estaban tambi?n en uso tales postas p?blicas con sus paradores, ya para pernoctar, ya para mudar de caballer?as. Por lo com?n, a cada posta correspond?an cinco parasangas, a cada parasanga treinta estadios, y ocho estadios a cada milla, aunque se halla alguna variaci?n en los autores. Los n?meros en el texto est?n sin duda equivocados, pues el total no se ajusta con las partidas, faltando a la suma treinta postas, y no resultando de las partidas m?s que trescientas treinta y seis parasangas, en vez de las cuatrocientas cincuenta que deduce el autor.

Ciudad de la Beocia, al presente Anatoria.

Mucho se disput? entre los eruditos acerca del primer hombre que invent? las letras, y del primer pueblo que las us? y las comunic? a los dem?s. Josefo concede a los antediluvianos el arte de escribir, conservado despu?s en los No?quidas, especialmente en los que permanecieron en las metr?polis del Asia, opini?n en que me afirmo viendo que las naciones m?s antiguas de Europa usaban de los caracteres y letras fenicias y pel?sgicas, las cuales, aunque creo con algunos eruditos que eran conocidas entre los griegos antes de Cadmo, tambi?n parece que unas y otras no ser?an muy diferentes de las sirias y hebreas, pues en las inscripciones m?s antiguas de Grecia se escrib?a de derecha a izquierda al modo de los orientales, y Plutarco dice que aquellos caracteres eran muy semejantes a los egipcios. El alfabeto introducido por Cadmo no se compon?a m?s que de diecis?is letras, pues las otras cinco se inventaron algo despu?s.

Esceo y su padre Hipocoonte fueron ambos muertos por Heracles.

Eran los enqueleos un pueblo de la Iliria o Esclavonia, donde hab?a mandado ya Cadmo, y en el cual hallaron refugio los cadmeos arrojados por los argivos, a cuyo frente hab?an venido los ep?gonos o hijos de los capitanes muertos antes en el sitio de Tebas.

Acaso deber? decir gonio, de Gono, ciudad de los perrebos.

La conquista del Peloponeso por los her?clidas hizo que pasaran a Atenas muchas familias distinguidas, entre ellas Melanto, natural de Mesenia, que lleg? a ser rey de Atenas, sucedi?ndole en el trono su hijo Codro, que se inmol? por su patria contra los mismos her?clidas. De la misma familia de N?stor fueron Alcme?n y Pe?n, arrojados de Micenas, que trasplantaron a Atenas sus m?s ilustres estirpes.

N?tese la malignidad de Her?doto insinuando astutamente que Is?goras era de raza de carios, es decir, de esclavos o de gente vil, como eran reputados en Grecia los carios.

Parece, seg?n Arist?teles, que este Cl?stenes era de la familia de Ort?goras que por cien a?os obtuvo el dominio en Sici?n, cuyos tiranos fueron Pirro, Arist?nimo y Cl?stenes. La ciudad de Sici?n, con el nombre moderno de Bas?lica, en Morea, no es m?s que un mont?n de nobles ruinas, donde viven unas pocas familias.

Recitadores y cantores de los versos de Homero, de Hes?odo y de Arqu?loco, especie de juglares errantes, antiqu?simos en Grecia, cuyas rapsodias ser?an semejantes a nuestros romances caballerescos.

No se comprende de qu? gracia habla el autor, si no se supone que Cl?stenes pretendiese traspasar desde Tebas a Sici?n la estatua o tal vez las reliquias de Menalipo, pues si se tratara del simple culto de este h?roe, no vemos para qu? necesitara del permiso de los tebanos.

Esto confirma la opini?n de Temistio de que la tragedia debe a los sicionios su invenci?n, y su perfecci?n a los atenienses; y si se atiende al origen que debi? tener este l?gubre poema, parecer? probable que de estos cantos eleg?acos de los sicionios aprendiese Tespis a formar sus tragedias algo mejor arregladas.

Esta historia se lee m?s circunstanciada en Tuc?dides, que en este pasaje olvid? su concisi?n y austeridad para dar una narraci?n florida y amena.

Como descendientes de los her?clidas pod?a decir Cle?menes que no era originario de la D?ride propia, sino del Peloponeso, donde habitaban los aqueos, aunque a veces se llamaba dorios a los her?clidas, como venidos de la D?ride a donde hab?an emigrado.

Esta invasi?n de Eleusis la coloca Pausanias en el tiempo en que Cle?menes, salido de la fortaleza de Atenas en virtud de la capitulaci?n, se retiraba a Lacedemonia.

Resentido al parecer Her?doto de los corintios, no les hace la justicia merecida, habiendo ellos contribuido a la libertad de Atenas, primero en la expulsi?n de Hipias, y despu?s en su deserci?n de las tropas de Cle?menes, hechos que calla o refiere de corrido.

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